Carlos Martínez García
Diáconos indígenas, reto al clericalismo romano
Vigorizar el diaconado permanente indígena fue uno de los mayores logros del obispo Samuel Ruiz García en las cuatro décadas que estuvo al frente de la diócesis de San Cristóbal de las Casas (1960-2000). Capacitar a los diáconos indios y poner en sus manos buena parte de las tareas eclesiásticas fue resultado de varios factores; uno tuvo que ver con el rápido avance del protestantismo en la zona. Constatar que en la difusión de otros credos la responsabilidad era fundamentalmente endógena, así como lo eran el liderazgo y labores que le acompañan, influyó en el diseño pastoral de don Samuel para fortalecer el movimiento catequístico y diaconal indio.
El obispo Felipe Arizmendi continuó con la ordenación de siete diáconos más, que sumados a los que le heredó su antecesor sumaron 350. El hecho inquietó a la alta burocracia vaticana, que recomendó, por decirlo con elegancia, al titular de la diócesis en febrero pasado suspender por al "menos cinco años" el nombramiento de diáconos. En una carta que envió Jorge Medina Estévez, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, al obispo Arizmendi Esquivel se exponen los motivos para que no prosiga la incorporación de más indios al diaconado: "Hay antecedentes que causan preocupación respecto a la solidez y equilibrio de su formación... Cabe preguntarse si los diáconos ya ordenados tienen un concepto claro acerca de la naturaleza del ministerio diaconal". Nótese que se pone énfasis en la supuesta incapacidad india para entender la razón de ser del ministerio que desempeñan.
En la negativa del Vaticano se argumenta que en lugar de seguir con más ordenaciones diaconales debería ponerse más atención en la de sacerdotes. Es decir, no obstante que en la enseñanza oficial de la Iglesia católica se llama a los feligreses a involucrarse en el ser y hacer eclesial, la realidad es que se sigue en la concepción de un culto religioso cuyo papel central descansa en el sacerdote, figura mediadora y administradora sin igual de los bienes simbólicos de salvación.
Datos del primer trimestre del presente año muestran que para una diócesis como la de San Cristóbal, que abarca prácticamente la mitad del territorio chiapaneco y es mayoritariamente indígena, hay 76 sacerdotes que deben atender a "una grey de cerca de millón y medio de católicos" (reportaje de Blanche Petrich, La Jornada, 27/3/02).
En este contexto adquiere relevancia el papel desempeñado por los diáconos, quienes ante la imposibilidad de los sacerdotes de atender continuamente a las comunidades católicas, guían al pueblo creyente y le imparten sacramentos.
Esta realidad levantó fuertes suspicacias en la cúpula vaticana, no fuera a ser que los diáconos fortalecieran su papel y, en la práctica, hicieran innecesaria la presencia secerdotal. Por lo mismo, en su visita del fin de semana a la diócesis coleta, el cardenal Giovanni Battista Re reiteró la posición de Roma ante los indígenas que le expresaron su deseo de que se continúe con la ordenación de más diáconos.
El purpurado argumentó que no era posible acceder a tal petición porque "el número (de diáconos permanentes) que existe en la diócesis de San Cristóbal de las Casas es muy elevado, que ni juntando todas las diócesis y las arquidiócesis de México se compara... la arquidiócesis del norte de Italia, de la cual yo vengo, y que le ha dado al mundo tres papas, tiene 920 sacerdotes y 32 diáconos".
Para el cardenal Re es impensable que la realidad indígena chiapaneca demande una adaptación eclesiástica a su contexto. Según su óptica debe ser al contrario, que sea la terca realidad la que deba amoldarse a los criterios eclesiológicos de un papado, como el de Juan Pablo II, que ha reforzado el papel del sacerdocio en detrimento del involucramiento real de los laicos en la vida de la Iglesia católica. Al proceder así se ha operado un mayor control burocrático del catolicismo, pero ha mermado la catolicidad de la institución que imparte directrices desde Roma.
Por su parte, los 344 diáconos indígenas le entregaron a Giovanni Battista Re una misiva en la que abogan por más ordenaciones como las suyas. Expresan que las necesidades cotidianas de atención a los feligreses requieren respuestas pertinentes con el fin de acercar los servicios eclesiales al pueblo, ya que "hay zonas pastorales donde caminamos dos días para poder llegar y celebrar los sacramentos, animar en su fe a las comunidades y fortalecer el corazón de los enfermos".
Mientras en el Vaticano siguen cavilando acerca de la superficial formación de los diáconos indígenas, excluyendo a las esposas de los mismos de un ministerio similar, y pretendiendo que más indios sean ordenados sacerdotes pero siguiendo el modelo del celibato (en una cultura en la que ser casado es un elemento de autoridad), otras confesiones religiosas ven florecer sus terrenos porque los caminos para acceder al liderazgo son mucho más abiertos.
La obstinación del clericalismo romano inhibe lo que dice que busca estimular: más participación activa del laicado, pero cuando los laicos pretenden hacerlo a fondo son detenidos en sus ímpetus democratizadores por una casta excluyente.