Robert Fisk*
El voto en el Parlamento iraquí no significa nada
on qué seriedad tomaron el teatro realizado en Bagdad. "Un no resonante del Parlamento iraquí", tituló la filial local de la NBC en Chapel Hill, Carolina del Norte, donde me encuentro en este mo-mento. "La Asamblea de Bagdad muestra su cólera", cabeceó USA Today. Como si el parlamento iraquí fuera un verdadero cuerpo legislativo y la reciente votación de 100 por ciento obtenida por Saddam Hussein no fuera ficción.
"Funcionarios estadunidenses" -esa fuente mil usos de los reporteros perezosos- estuvieron disponibles de inmediato para sugerir que todo era "una pose". Como si yo necesitara que un "funcionario estadunidense" me dijera eso. Empecé a preguntarme, viendo la solemne cobertura y presentación que se dio aquí a las noticias de Irak, si el mundo ingenuo del presidente iraquí y el mundo ingenuo de Estados Unidos no se conectan a veces. Es como si Hussein supiera que estas tonterías se toman en serio. Adolfo Hitler era un tirano y Saddam también. Pero Hitler no era un payaso.
Por supuesto, el voto en el Parlamento iraquí no significa nada. Doscientos cincuenta senadores que rechazan las inspecciones de armamento de la ONU y luego permiten que la "sabia conducción" de Saddam tome la decisión final es algo casi tan serio como las series de la televisión egipcia, a las que Hussein es muy afecto, cuyo único tema son las crisis de familia. El colmo fue esa frase de Salim al Kubaisi, presidente de la Comisión de Relaciones Arábigas e Internacionales: el Parlamento, anunció, tiene plena confianza en "la gran habilidad" de Saddam para "evaluar la situación", y elogió la "profunda visión" del caudillo. Fue esta visión, re-cordémoslo, la que nos dio la guerra Irán-Irak (un millón de muertos) y la invasión de Kuwait.
Y luego tenemos al amado hijo del caudillo, Oudai -aún con las cicatrices del reciente atentado en su contra-, quien intervino en favor de las inspecciones. Piensa que se debe aceptar a los inspectores de la ONU (lo que indica que Saddam está de acuerdo), pero que debe haber algunos árabes entre ellos. No es la primera vez que oímos esto; varios estados árabes lo han sugerido, aunque no creo que el doctor Hans Blix vaya a incorporar científicos sauditas a su equipo. El verdadero temor iraquí es que la CIA utilice a los inspectores de la ONU, como ya lo hizo anteriormente, y que en vez de buscar armas de destrucción masiva se dediquen a ubicar sitios para los bombardeos cuando se produzca la invasión estadunidense.
Es una repetición de la vieja historia. Saddam va a llevar el sainete hasta el pun-to en que, el próximo viernes, su "sabiduría" y su "visión" prevalecerán, dará la bienvenida a los inspectores de la ONU, y los medios estadunidenses cabecearán "se aleja la inminencia de guerra" o algo por el estilo. Sí, no cabe duda de que Saddam sabe hacer de payaso. Y con ese acto circense consigue que los estadunidenses pa-rezcan un poco más tontos. Jugada peligrosa en momentos como el actual.
Después de que di una conferencia en la Universidad de Carolina del Norte, un oficial de la infantería de marina estadunidense se me acercó para decirme que en tres días dejaría a su esposa y su hijo para reportarse en el comando central de Tampa, Florida, para el comienzo de un largo viaje. Lo mismo ocurre en todo el país. Se dice que cerca de aquí, en Fort Bragg, miembros del 82 batallón aerotransportado han sido ya movilizados. Poco a poco toma forma un enorme ejército estadunidense: enormes cantidades de armas y equipo enviados desde Estados Unidos se desplazan ahora por el mundo, y la mayoría de la gente en este país ni siquiera lo sabe. "Nos vemos allá", le dije al marine. "šAh!, Ƒva usted al comando central?", me preguntó con inocencia. "No", le contesté: "usted va a Irak."
* Periodista irlandés especialista en Medio Oriente, corresponsal de The Independent.
Su libro más reciente es Pity the Nation
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya