Abusadores de menores, 15% de los sacerdotes
católicos del mundo, según investigación
Pide la CEM "tener fe" en curas pederastas que no reinciden
Alba Díaz subrayó que no es obligación
de los obispos entregar a clérigos pedófilos
ALMA E. MUÑOZ
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) se pronunció
a favor de la protección de los derechos de la infancia y pidió
juzgar conforme a derecho a quien atente contra un niño. No obstante,
aclaró que no son los obispos los responsables de entregar a las
autoridades a los sacerdotes pederastas aunque sí promover entre
los afectados la denuncia.
En voz del obispo de La Paz, Baja California Sur, Miguel
Angel Alba Díaz, la jerarquía católica mexicana insistió
en que antes de condenar a un prelado acusado de abusar sexualmente de
menores, es necesario presumir su inocencia hasta que se demuestre lo contrario,
porque, como dijo Juan Pablo II, "también tienen derechos".
Dijo que es necesario "tener fe" en quienes, durante
su pasado, cometieron estos ilícitos y no volvieron a reincidir.
"No podemos juzgar, condenar a un hombre por acciones cometidas hace 30
o 40 años, cuando no ha habido reincidencias en su caso".
A pregunta expresa sobre las recientes modificaciones
que aprobó la Cámara de Diputados para evitar abusos sexuales
contra menores e incrementar las penas en contra de pederastas, el obispo
mostró beneplácito por las reformas y resaltó: "indudablemente
nosotros estamos a favor de todo lo que proteja a nuestros jóvenes
y adolescentes. Pensamos que no existen fueros y que cualquier persona
que cometa un delito, que atente contra los derechos del niño debe
ser juzgado y sancionado conforme a derecho".
En este sentido expresó que "no es responsabilidad
nuestra entregar a un sacerdote a las autoridades, sino en todo caso promover
entre las familias, entre los mismos jóvenes, que sean ellos quienes
protagonicen esa entrega y nosotros apoyarlos. Pero también tratando
de mantener incólumes los derechos de los sacerdotes y su presunción
de inocencia hasta que se demuestre lo contrario".
-¿Eso no los hace cómplices?
-Según el derecho no. Un obispo no tiene fundamentos
para presentar ante un Ministerio Público una acusación,
sobre todo si el joven la familia, quieren ocultar la cara.
Resaltó que el Código de Derecho Canónico
plantea apartar del servicio a quien resulte culpable de estos delitos,
pero pidió "no ubicar el tema de la pederastia en el seno de la
Iglesia católica. Sabemos que el problema es más grande y
muchas veces ha sido fomentado por medios de difusión que van creando
un clima de hedonismo, de relativismo moral.
"No olvidemos que estos casos también se dan en
el seno de las familias, de las escuelas. No olvidemos que al amparo de
la sociedad han crecido muchas mafias que se dedican a la prostitución
y pornografía infantil, y no se trata sólo de personas enfermas
sino perversas o con problemas afectivos que se acercan a un jovencito
y corrompen niños para lucrar con su inocencia. Es allí donde
tendríamos que colocar la preocupación de la opinión
pública", exhortó.
La Iglesia encubre el delito y lo intenta perdonar a
cambio de rezos, denuncia Pepe Rodríguez
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 15 de noviembre. Al menos 15 por ciento
de los miembros del clero en el mundo cometen de forma habitual abusos
sexuales contra menores, según las conclusiones de la investigación
Pederastía
en la Iglesia católica (Ediciones B), escrito por el profesor
y escritor Pepe Rodríguez, quien cree que la raíz del problema
es el "encubrimiento" de los obispos y cardenales a esta práctica
cotidiana en todos los países de origen católico.
El extendido delito sexual de la pederastia se comete,
según Rodríguez, en colegios religiosos o seminarios que
toleran estas actividades, al destacar en México a los maristas
y a los Legionarios de Cristo.
"El problema fundamental no reside tanto en que haya sacerdotes
que abusen sexualmente de menores, sino en que el Código de Derecho
Canónico vigente, así como todas las instrucciones del Papa
y de la curia del Vaticano, obligan a encubrir esos delitos y a proteger
a los miembros del clero que cometen este delito. En consecuencia, los
cardenales, obispos y el propio gobierno vaticano practican con plena conciencia
el más vergonzoso de los ilícitos: el encubrimiento", denunció
el autor.
Agregó que el abuso de menores es siempre "un delito"
y "no un pecado", que según la propia doctrina de la Iglesia puede
perdonarse mediante una penitencia como "hacer una obra de religión,
de piedad o de caridad".
Rodríguez, también autor de otras investigaciones
como La vida sexual del clero, Mentiras fundamentales de la Iglesia
católica y El poder de las sectas, explicó que
su libro no es "anticlerical" sino que pretende denunciar la corrupción
de la cúpula del Vaticano, que "conoce el problema e incluso lo
han encubierto en sus respectivas diócesis. En prácticamente
todos los países en los que se han presentado casos de pederastas
clericales se ha hablado en los medios de comunicación y la mayoría
de los obispos han dado su opinión al respecto, pero en España
nadie habla de ello, pues tienen muchas razones para callar".
Rodríguez, quien advierte que las víctimas
de estos abusas podrían sumar centenares de miles, dijo que según
sus estimaciones "15 por ciento del clero mundial comete o ha cometido
delitos sexuales contra menores de edad, pero el encubrimiento se mantiene
porque la Iglesia actúa como una mafia y el que se mueve tiene problemas".
El también profesor en las universidades de Barcelona
y Sevilla se refirió a uno de sus casos de investigación,
la acusaciones contra el fundador de los Legionarios de Cristo, el cura
Marcial Maciel, "mentor espiritual de empresarios y dirigentes políticos
de México, España y muchos otros países de América
Latina, que abusó sexualmente de muchos menores en su estancia en
diversos seminarios de Italia y España. Hoy esas víctimas
son tal vez industriales, catedráticos o empresarios y algunos lo
único que quieren es que el padre Maciel, como le llaman, les pida
perdón".
Sacerdote mexicano, prologuista del libro
Esta investigación cuenta con un prólogo
escrito por el sacerdote mexicano Alberto Athié Gallo, actualmente
residente en Chicago después de ser apartado de la Comisión
Episcopal de Pastoral Social de México por sus posturas ante el
conflicto en Chiapas, el narcotráfico y la crisis económica,
y al mostrar su apoyo en 2000 al trabajo pastoral de Samuel Ruiz, Raúl
Vera y Justo Mullor. El sacerdote, que ahora realiza actividades con migrantes
hispanos en Estados Unidos, señala de entrada que "quien escribe
estas líneas es un testigo más de uno de los casos que el
libro menciona".
Athié Gallo reconoce que "ante estos datos de abuso
sexual por parte de sacerdotes y obispos alrededor del mundo, y el análisis
de las leyes y de las políticas internas que se siguen al respecto
por parte de autoridades eclesiásticas, los católicos nos
encontramos ante un dilema muy serio que determinará la credibilidad
de la Iglesia católica ante el mundo", por lo que instó a
sus superiores a atajar de raíz el problema y que adopten la postura
de "esperar a que baje el rating".
"Quiero decir que, como sacerdote, entiendo la resistencia
y la tentación que muchos católicos tenemos ante este tipo
de hechos y del análisis sobre situaciones que vivimos en el interior
de la institución: sentirnos profundamente ofendidos porque se está
atacando la sacralidad de la Iglesia y de sus ministros, y entonces reaccionar
denunciando que se trata de una calumnia de grupos oscuros para afectar
el prestigio y la autoridad moral de la Iglesia".