HAMBRUNAS, PREVISION DE LA FAO
En
el contexto de la Cumbre Iberoamericana, el director general de la Organización
de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO),
Jacques Diouf, pintó un panorama lúgubre de América
Latina. En 1996, la FAO pensaba que era posible reducir a la mitad el número
de hambrientos desde esa fecha hasta 2015. Ahora ha postergado ese objetivo
35 años más y comprueba que existen en nuestro continente
211 millones de pobres, o sea, 11 millones más que en 1990, y de
ellos 89 millones viven en extrema pobreza. El caso de la población
rural es aún más dramático, ya que de los 211 millones
de pobres, 77 millones viven en el campo (es decir, 64 por ciento de la
población rural) y 54 millones son indigentes.
Según Diouf, para reducir el hambre y la pobreza
no basta con aumentar la producción agrícola, sino que hay
que dar acceso a ingresos y alimentos a la mayoría de la población;
además, los países exportadores de alimentos deben poder
disponer de mercados sin trabas.
Confirmando la visión de Diouf está el caso
de Argentina, país exportador neto de alimentos que tropieza con
el proteccionismo estadunidense y europeo y con el sistema de subsidios
agrícolas de esos dos bloques que le cierran los mercados. Podría
alimentar a cientos de millones de personas, pero hoy mueren diariamente
de desnutrición 23 niños, se cierran hospitales y un cuarto
de la población infantil está desnutrida como resultado de
la aplicación a rajatabla de la política que sostienen los
gobernantes reunidos en Playa Bávaro.
También en México los indígenas,
los más pobres de la población rural, enfrentan la desnutrición
y deben recurrir cada vez más sólo a la medicina tradicional,
que no puede ser el único recurso disponible porque se le ha reducido
el derecho constitucional a un servicio sanitario. Las migraciones desde
el campo hacia la ciudad (o al extranjero) asumen además una magnitud
bíblica y zonas rurales enteras quedan despobladas mientras sus
habitantes se amontonan en terribles condiciones de marginalidad en los
barrios pobres de las ciudades. El propio Banco Mundial, ardiente promotor
de la política neoliberal que provoca dichas migraciones y la pobreza,
insiste en que en México no existen programas oficiales ni para
estudiar este fenómeno migratorio ni para promover el desarrollo
de los estados y zonas expulsoras de indígenas, ni para resolver
el problema de sus asentamientos en condiciones dignas en las grandes ciudades,
donde esos indígenas afluyen debido particularmente a los efectos
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte sobre los precios
del maíz y de otros granos, y al derrumbe del precio del café
y del ganado. Y este problema se agravará el año próximo
con el ingreso sin restricción alguna de productos estadunidenses
subsidiados.
Es evidente, entonces, según palabras de dos organizaciones,
la FAO y el Banco Mundial, que no se puede hablar de desarrollo sostenible
en un régimen socialmente insostenible, basado sólo en el
lucro de las trasnacionales y el poder en el campo de caciques, terratenientes
y narcotraficantes. O se marcha hacia la generalización del hambre
y de la miseria --una nueva Biafra, como dicen los argentinos-- impuesta
por los organismos internacionales del capital financiero y defendida mediante
la represión, o se va, por el contrario, hacia la ruptura --pacífica
o violenta-- con las actuales políticas. No podemos callar ni callaremos
frente a una tragedia humana sin precedente provocada por una política
inhumana que constituye, ella sí, el verdadero terrorismo que debemos
combatir.