Teresa del Conde
El proceso creativo
Obedeciendo a una propuesta de Alberto Dallal, la versión 26 del Coloquio Internacional de Historia del Arte del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) tuvo lugar en Saltillo, con el apoyo del gobierno de Coahuila, del 10 al 14 de noviembre en un amplio auditorio de la Universidad Autónoma del estado. La organización, que resultó óptima, estuvo a cargo de la directora del instituto, María Teresa Uriarte, y de Jorge Jiménez Rentería.
Desde mi punto de vista los procesos creativos ofrecen puntos inexplorables, incluso para quienes los llevan a cabo. El análisis de la creatividad en todas sus formas se encuentra más allá de la competencia de cualquier disciplina particularizada. Requiere un consorcio de talentos: sicólogos, biólogos, artistas, filósofos, científicos computacionales, neurólogos, etcétera. Pero a la vez Peter Medawer, Nobel de inmunología, aseveró que quienes pensamos que ''la creatividad está más allá de cualquier análisis" padecemos aún de una ilusión romántica que debiéramos superar. Tal vez sea así.
En ese coloquio participamos fundamentalmente historiadores y críticos del arte, maestros de filosofía, el compositor Julio Estrada, la coreógrafa Pilar Urreta, además de especialistas en cuestiones específicas: uno de ellos, Ignacio Díaz de la Serna, lo es en Georges Bataille, la peruana Katia Hansa lo es en Nietszche y el chileno-mexicano Amaury García Rodríguez es destacado estudioso del arte, la literatura y la lengua japonesa. Los tres presentaron ponencias de muy buen nivel. Tanto las ponencias como los comentarios a que dieron lugar giraron no tanto alrededor de aquello que denominamos ''creatividad" -excepto en pocos casos- sino más bien en torno de los procesos de producción ya sea de carácter individual o colectivo en una serie variada de disciplinas.
El tema de la creatividad es sugestivo y además está, de algún modo, ''en el candelero", por lo cual la respuesta a la convocatoria emitida por el IIE obtuvo amplia respuesta, si bien es cierto que de las 38 participaciones admitidas tras juntas del comité de selección, algunas de ellas, por razones diversas, fallaron ya fuere en avanzar aproximaciones al tema, o bien debido a las estructuras adoptadas por los autores. Se percibe que unos fallaron en el entendimiento del tema en tanto que otros no aquilataron suficientemente el nivel que requieren comunicaciones de esta índole, destinadas a publicarse en la memoria. La colección que ahora integran estas memorias, iniciadas con el coloquio de 1976 constituye uno de los repertorios más interesantes con los que cuentan las publicaciones colectivas del instituto.
El aspecto mayormente positivo está en la variedad de los temas tratados y también en que un número considerable de ponencias fueron de magnífico nivel y a dos de ellas habré de aludir.
Refiriéndose a Paul Gauguin, Dario Gamboni, de la Universidad de Amsterdam, configuró su eje centrándolo en un punto: la génesis de la pintura Manau tupapaú, que se encuentra en la galería Allbright Knox, de Buffalo. Gamboni hizo una buena elección temática debido no sólo a la heurística que la iconografía del cuadro depara, sino también a que Gauguin escribió repetidamente sobre los estadios que le llevaron a la consecución de la misma, que el pintor equiparó a ''la forma movible de un desnudo". A esto pudo sumar el hecho de que el cuadro desató una serie de asociaciones, inquietando a espectadores tan peculiares como Alfred Jarry. La referencia al trabajo onírico fue expuesta con claridad por Gamboni y la excelente coordinación del material visual que acompañó a la ponencia coadyuvó a su coherencia.
Pablo Escalante, del IIE, develó de manera por demás atinada su propio proceso creativo (o productivo) al desentrañar un misterio del que no habré de ocuparme porque dada la posterior publicación de las ponencias, quizá resulte inadecuado ''adelantar trama", aunque todos los que le pusimos atención ya sabemos ahora que una supuesta verdad proclamada por el gran historiador Manuel Toussaint ha venido repitiéndose a lo largo de décadas sin sostén suficiente. La ponencia de Escalante, acompañada igualmente de muy buen material visual, versó sobre los murales (están realizados en papel de amate, cosa que antes señaló Constantino Reyes) del siglo XVI en el convento de Tecamachalco, en el estado de Puebla. De los mismos, lo que antes sabíamos era que su autor fue Juan Gerzon, pintor indígena. Ahora, entre otros puntos fundamentales, lo que conocemos con certeza es que llegó a ser sacristán de ese convento dominico.
Escalante mostró las fuentes visuales (grabados bíblicos) que sirvieron de punto de partida a los murales. Correspondió décadas atrás a Jorge Alberto Manrique, la localización de dichas fuentes iconográficas en la Biblioteca Nacional de París, pesquisa que realizó por sugerencia de Xavier Moyssén.