Juan Arturo Brennan
ƑEl mejor de los mundos posibles?
La tarde del pasado domingo se efectuó en Bellas Artes el estreno en México de Candide, ópera cómica de Leonard Bernstein, de la que por estos rumbos se conocía sólo su obertura como pieza de concierto. Este estreno se dio en circunstancias realmente singulares: se anunciaba como ''ópera en concierto", pero en realidad incluyó varios elementos teatrales, sin llegar a una puesta en escena cabalmente operística. Lo primero que hay que preguntarse es por qué una versión de semiconcierto y no plenamente operística.
ƑA quién creerle? ƑA las altas autoridades de la Opera de Bellas Artes, que afirman que esta es la mejor forma de poner Candide, según el propio Bernstein? ƑAl narrador de esta puesta, quien afirma lo mismo... después de soltar una virulenta y muy justificada diatriba contra los continuos y sucesivos recortes a los presupuestos culturales, instrumentados por nuestras rupestres y obcecadas autoridades? Es un hecho que, ante tales recortes, quedan pocas alternativas en el campo de la ópera: cancelar del todo la programación operística o intentar este tipo de presentaciones a medio camino entre el concierto y el teatro. El conflicto que ello plantea es, no coincidentalmente, igual al meollo narrativo y dramático del Candide, de Bernstein, basado en la obra homónima de Voltaire: Ƒes este, acaso, el mejor de los mundos posibles?
Para una primera aproximación a Candide, no está de más preguntarse retóricamente a qué género pertenece la obra. Se le denomina ópera, sí, pero tiene muchos elementos de opereta y de comedia musical que, de hecho, enriquecen su potencial dramático y musical. Y respecto de esta representación, en particular, habría que cuestionar cuánta música de la versión original se quedó en el tintero para ser sustituida por los textos del narrador.
El caso es que, con perdón de Voltaire, Lillian Hellman y las muchas manos que dieron forma final al texto, el de Candide no es uno de los libretos más afortunados en el ámbito de la ópera cómica. No faltan los momentos genuinamente brillantes, pero el texto no es homogéneo en su calidad; en la representación del domingo, se hizo evidente que el primer acto fluye mejor que el segundo, y que a lo largo de la pieza hay algunos baches en la continuidad dramática. Es importante entender, también, que en el mundo de la comedia es fundamental el sentido del timing, que aquí estuvo manejado con altibajos por Hernán del Riego en su papel múltiple de narrador, Pangloss, etcétera.
Pareciera, por otro lado, que la tradición italiana que ha dominado la preparación y la carrera de nuestros cantantes les hace difícil el correcto trato del idioma inglés; sólo Carlo Scibelli, en el papel titular de Candide, fue plenamente verosímil en este sentido. (Y que no se haga referencia a aquel adagio que dice que la ópera en inglés es tan ridícula como el beisbol en italiano. Ahí están las obras maestras de Benjamin Britten para demostrar lo contrario).
Ante los evidentes obstáculos músico-dramáticos planteados por una representación como esta, la mejor respuesta fue quizá la de Carla López Speziale quien, como la Vieja Dama, se animó a una línea de conducta de mayor desparpajo y soltura que el resto de sus colegas. También es cierto, en este sentido, que la soprano Olivia Gorra logró algunos momentos vocales muy estimables. La dirección musical estuvo a cargo de Eduardo Diazmuñoz, y tuvo como cualidades principales la preparación de la partitura, la disciplina rítmica y la atención al fraseo que son usuales siempre que se para en un podio.
A su vez la Orquesta del Teatro de Bellas Artes reflejó el contraste dramático del libreto y estuvo mejor en el primer acto que en el segundo. Lo que verdaderamente importa, finalmente, es que Candide es una ópera cómica y que, en términos generales, esta representación resultó divertida, además de que permitió confirmar las cualidades evidentes de Leonard Bernstein como compositor.
Si siguen los recortes a los presupuestos culturales mientras se pagan alegremente los ''rescates" de los bancos y las carreteras, y los latrocinios electorales de los partidos políticos y las empresas paraestatales, en 2003 veremos un par de óperas de cámara, con tres personajes y sin coro, representadas en concierto con acompañamiento de piano en la sala Ponce. Ciertamente, no es el mejor de los mundos posibles.