DOBLE ROBO AL PUEBLO DE MEXICO
Desde
dos escenarios distintos, el Congreso de la Unión y las compañías
de transferencia de fondos de Estados Unidos a nuestro país, se
han perpetrado sendos atracos contra el pueblo de México.
En el primero de los casos, la autorización legislativa
para que el gobierno federal disponga de los 20 mil millones de pesos depositados
en el Sistema de Ahorro para el Retiro, antecedente de las actuales Afore,
constituye un hurto legalizado de los recursos pertenecientes a los trabajadores
mexicanos. Bajo el dudoso argumento de que esos fondos, acumulados en el
Banco de México, no han sido reclamados e individualizados y, por
tanto, carecen de dueño, los legisladores y el Ejecutivo federal
han aprobado despojar a miles de mexicanos del fruto legítimo de
su trabajo y, en el entendido de que tales sumas constituyen parte de sus
futuras pensiones y jubilaciones, los han condenado a una vejez más
pobre y más desesperanzada. Además, es cuestionable que tales
recursos hayan sido abandonados por sus propietarios: en numerosos casos,
aquellos trabajadores que han intentado transferirlos a sus actuales cuentas
en las Afore han sido desalentados, si no es que francamente obstruidos,
por complicados procedimientos y artimañas, contra los que no tienen
asesoría ni protección. La sustracción de los fondos
del SAR es un atropello legalizado que no debe ser tolerado y que debe
ser revertido de manera urgente. Si bien es cierto que el país requiere
incrementar el presupuesto disponible para el gasto público y la
atención de las necesidades sociales, resulta escandaloso e inmoral
que se pretenda cubrir tal circunstancia mediante el despojo abierto de
los recursos de los trabajadores.
Por otra parte, la decisión de las tres principales
empresas de traslado de fondos de Estados Unidos a México --Western
Union, su subsidiaria Orlandi Valuta y MoneyGram-- de compensar a sus clientes
con cupones de descuento y así evitar enfrentar juicios por no haber
informado suficientemente de las cuotas que cobran por el envío
de remesas, constituye una afrenta y una burla contra los millones de compatriotas
residentes en el vecino país. Estas compañías, que
operan en México en colaboración con Banamex y Elektra (en
el caso de Western Union), y Bancomer (en el de MoneyGram), imponían
a los migrantes altísimas comisiones por realizar transferencias
a sus familiares radicados en el país y, adicionalmente, las entidades
nacionales pagaban el dinero a sus destinatarios a tipos de cambio bajos,
con lo que se apoderaban de una parte considerable del patrimonio de millones
de mexicanos. Si se considera que los envíos a México realizados
por nuestros connacionales en Estados Unidos constituyen la segunda fuente
de divisas del país, la magnitud del atraco resulta escandalosa,
como lo es también la forma en que las compa- ñías
implicadas pretenden repararlo. Luego de haber ocultado dolosamente la
información de sus cuotas y tipos de cambio a sus clientes --generalmente
mexicanos humildes forzados a emigrar por no contar con opciones de vida
digna en sus lugares de origen-- y de aprovechar la ignorancia y el miedo
a ser expulsados del país vecino, estas empresas pretenden compensar
sus abusos con exiguos cupones de descuento. Que los tribunales estadunidenses
no hayan querido fincar responsabilidades penales por estos actos no elude
el hecho de que las empresas en cuestión y, eventualmente, sus socios
en México, sean responsables de engaños y de pillajes ocultos
tras una fachada de legalidad.
En los casos que nos ocupan, son evidentes la prepotencia
y el cinismo de quienes se han apoderado del fruto del trabajo esforzado
del pueblo de México. Frente a ambas circunstancias, por demás
vergonzosas y perturbadoras, cabe exigir, en el primer caso, una rectificación,
y en el segundo, una acción decidida de las autoridades para proteger
a la sociedad de tal depredación. Revertir la apropiación
oficial de los recursos del SAR y ejercer una defensa firme del patrimonio
de los mexicanos en Estados Unidos es lo menos que se puede esperar del
gobierno y de los legisladores. De lo contrario, a los ojos de la ciudadanía,
la justicia, la honestidad y la solidaridad seguirán figurando en
el saldo pendiente de las instituciones de la República.