REPORTAJE /ARTE
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Tlalpujahua: vidrio, viento y fuego adquieren forma
de esfera
En Navidad todo el tiempo
El proceso pareciera un conjuro alquimista en el que intervienen
diamantina, barnices y esmaltes. Con soplos, giros y pinceladas, artesanos
michoacanos crean 900 adornos cada día. Son piezas de cristal que
atrapan noches, estrellas y ángeles, en un acto de regocijo estético.
Esta actividad prodigiosa se inició en este municipio en 1965. Y
ni la competencia de China desanima a estos creadores a ''llevar un pedacito
de su corazón'' a los hogares
ROSARIO JAUREGUI NIETO ENVIADA
Tlalpujahua, Mich., 19 de diciembre. Rodeado por
los cerros Lacolot, Fuerte del Gallo y Somera, al oriente de Michoacán
se erige -mágico y acogedor- el pueblo de Tlalpujahua. Minero desde
el siglo XIII y hasta finales de la década de los cincuenta, hoy
su nombre está relacionado con la sensibilidad de transformar el
vidrio en arte. Desde 1965 el calor de su gente alimenta literalmente con
su aliento materias primas frágiles que, una vez sopladas y luego
de pasar entre las llamas, se convertirán en una burbuja transparente
que las manos de otros artesanos revestirán de plata y color, acto
creativo multiplicado en millones de esferas navideñas realizadas
cada año.
Tlalpujahua:
en nahua Tlalli, tierra, y Poxohuac, cosa esponjada o bofa.
Este lugar de encantamiento está construido sobre
una loma. Si uno camina cuesta arriba puede disfrutar de la hospitalidad
y sencillez de su gente. Al final del ascenso se llega a uno de los principales
lugares donde se produce la magia de las esferas: la fábrica Fimave,
del señor Francisco Mora Huitrón y doña Isi, su
esposa, para quien esta actividad es de grata satisfacción, porque
"parece que estamos en Navidad todo el tiempo y hacemos felices a muchos
cuando adornan sus árboles; también llega un pedacito de
cada uno de nosotros a los hogares de miles de personas".
A este gusto por convidar no le hace mella el descalabro
de este año, pues Estados Unidos, país al que venden casi
85 por ciento de la producción, en este 2002 prefirió encargar
el trabajo a China, afectando en consecuencia a los pequeños talleres
que usualmente laboran para esta empresa.
Si uno camina en esta fábrica puede gozar de una
experiencia lúdica: la gente y el ambiente son cálidos, sonrientes.
Como en los cuentos de hadas, su trabajo cobra sentido y significado: una
razón de vida. A la manera de la fábula del mundo contenido
en un grano de arena, en una gota de agua, estos artesanos concentran la
fuerza del planeta en una esfera navideña, breve obra de arte anónima
que, multiplicada a la manera en que un artista de renombre ve reproducirse
sus litografías en un taller de impresión, no irá
a parar a los museos, sino que hará reflejo de sentimientos y emociones
en los árboles de Navidad de a saber cuántos hogares.
La Navidad está relacionada con las fiestas agrícolas
que se iniciaban con el solsticio de invierno, explica Cristina Barros,
autora, junto con Marco Buenrostro, de la columna Itacate, que se publica
en La Jornada. "Los germanos celtas adoraban a su dios Odín
en diciembre con una fiesta que tenía lugar en el bosque, alrededor
de un roble al que le colgaban sus escudos; después lo hicieron
con velas y posteriormente con esferas brillantes y luminosas lo cual habla
de la luz. El solsticio de invierno es como el nacimiento de la luz. En
México el primer arbolito adornado se registra durante el porfiriato,
a principios del siglo XX.''
La magia de hacer esferas comienza en el primer salón
de Fimave; allí los artesanos sentados al frente de un gran soplete
dan principio al juego: sus manos, fuertes como la suerte, hacen girar
rapidísimo el tubo de vidrio entre las llamas, pasados unos segundos
lo desprenden delicadamente y de un soplo forjan la figura, redonda, transparente
y con una larga cola que servirá de soporte para continuar el proceso.
Los diseños más complicados, como una campana o una especie
de espada, requieren un poco más del aliento de su creador. Así
nacen unas 900 esferas al día, según explican Eleno, Carlos
y Guillermo, que llevan más de treinta años de soplar, hacer
girar, pintar y hacer rodar por el mundo las esferas.
El siguiente movimiento de esta sinfonía redonda
consiste en bañarlas en plata y lo hacen mujeres que se calzan tres
pares de guantes, dos de hule y uno de tela, para tomar entre dedos las
esferas desnudas y bañarlas en nitrato de plata. El enjuague se
sucede a 300 grados centígrados en un caso con agua hirviente, para
hilvanar otro baño, esta vez con agua y jabón y luego una
inmersión más en agua y finalmente el cuerpo redondo escurre
para finalmente ser secado con un paño.
Tal es el proceso casi mágico por el que nacen
estas obras de arte. Como si Sandro Boticcelli hubiese elegido ser artesano
creador de esferas navideñas e hiciera entonces su versión
de El nacimiento de Venus, emergiendo aún semidesnuda de
un baño de mar, pero esta vez en forma de esfera de Navidad.
El hechizo del vidrio soplado, técnica cuyo descubrimiento
se desarrolló en las costas fenicias en el siglo I a.C. y fue traída
a México por los españoles en el siglo XVI, continúa
en el salón de pintura de Fimave, en el que las esferas, después
de ser pasadas por botes con lacas de diversos colores, son colocadas entre
aserrín, donde bajo el calor de unos focos permanecen durante unos
15 minutos hasta secar; entonces están listas para reposar un rato
sobre las manos de los expertos, que atrapan el profundo azul de la noche,
estrellas, ángeles y los intensos rayos del sol para plasmarlos
en ellas.
Los
ojos del profano se pasman y brillan de emoción ante la rapidez
y sensibilidad estética de estos artesanos. ''Es una actividad que
relaja, además me gusta mucho pintar'', dice, pincel en mano, Antonia
entre las esferas y sus compañeros de labor.
En algunos casos, con un pincel y pegamento se dibuja
la figura, los puntos y líneas muy finos se trazan con una jeringa,
hecha también de vidrio de distintos grosores, la cual se carga
de pintura succionando con la boca. Después se les espolvorea diamantina
blanca, que da la apariencia de azúcar, coco, nieve, o dorado y
plata. Otros dibujos se realizan con barnices y esmaltes. Algunas esferas
que se saltan el paso por el nitrato de plata son vestidas de colores mates,
quizá más modernos o novedosos, o transparentes, o lo que
surja de la imaginación del artesano.
Llega el momento del toque final: los ojos del profano
captan, en big close up amplificado aún más por delicadeza
del movimiento de las manos artesanas que cortan la cola a las esferas
con pequeñas piedras. Dijérase parteros de fantasías
esféricas. Enseguida otras manos igualmente delicadas las colocan
los casquillos y otras más las pondrán en sus cajas a manera
de juguetes. Ya están listas para salir al mundo.
La tradición de hacer esferas nació en el
poblado gracias al señor Joaquín Muñoz, propietario
de la fábrica más grande del lugar, Adornos Navideños,
que hoy es la principal fuente de empleos en Tlalpujahua, cuna de otros
artistas como Cenobio Paniagua, creador de la primera ópera romántica
mexicana.
La calidad y confección artesanal de las esferas
de Tlalpujahua las hace atractivas al mercado internacional, explica don
Pancho Mora. La materia prima es importada, el tubo de vidrio se
compra en Brasil y Estados Unidos, de este último país también
se importan las anilinas, las diamantinas y los casquillos. "Además
cada una está hecha con calor humano. Las esferas no son para guardarse
toda la vida, pero una de aquí le dura intacta, con sus colores
vivos, hasta tres años."
Pero las esferas no son el único encanto de esa
población michoacana, que ha crecido al amparo de la Virgen del
Carmen, obra de arte pintada sobre un muro de adobe en 1625 y venerada
en su parroquia, construida en la primera mitad del siglo XVIII. Las calles
empedradas conducen a diferentes puntos de encuentro con la historia del
lugar, habitado en sus inicios por indígenas mazahuas, con sus artesanos
en orfebrería, cerámica, alfarería, con la fantasía
del arte plumario, con sus museos, como el de la Mina Dos Estrellas, y
con la belleza natural de su bosque y de su presa.
Si uno camina cuesta arriba en Tlapujahua topará
con el mundo -esa obra de arte tantas veces repetida, mágica y acogedora-
condensado en una esfera navideña.