TOROS
Estuvo ausente tres años
El esperado retorno de César Rincón
LUMBRERA CHICO
Hay una muy buena noticia, procedente de un país del Cono Sur del que, por lo regular, sólo nos llegan datos alusivos a calamidades y escándalos. Se trata del inminente regreso a los ruedos del gran torero César Rincón, por muchos y con mucho considerado la máxima figura que ha parido la fiesta brava de Colombia.
Hace tres años, en el mejor momento de su carrera, consentido que estaba por el público y la prensa del reino de Juan Carlos I, comenzó a sentirse mal, torpe, débil -como los toretes que ayer nos trajo el doctor R desde la ganadería zacatecana de Santa Bárbara- y no tuvo más remedio que someterse al microscopio de los clínicos. El diagnóstico fue devastador: había contraído el virus de la hepatitis C, enfermedad controlable pero incurable, con la que es posible convivir de 20 a 30 años, pero que a la postre mata al paciente ora por cáncer de hígado, ora por cirrosis, que no es lo mismo pero es igual.
De la noche a la mañana, cobijado por el silencio, César Rincón desapareció de los ruedos, de los carteles, de las ciudades y pueblos ibéricos donde solía dejarse ver y su lugar fue ocupado por los rumores al principio y rápidamente por la compasión y el olvido después. Las malas lenguas, dándose de muy enteradas, afirmaban que le había brotado un cáncer en los testículos, que estaba en terapia, que lo habían desahuciado.
Pero no había nada de eso. Refugiado en su ganadería brava, llamada Las Ventas del Espíritu Santo, ubicada en la provincia colombiana de Cundinamarca, se dedicó a descansar, a medicarse para fortalecer el hígado y frenar la enfermedad, pero no dejó un solo día de vigilar a sus toros, de planear los encastes, herrar a los neonatos, presidir las tientas, armar los encierros que irían a las ferias de Cartagena, Manizales, Medellín...
Con Manuel Caballero y Víctor Puerto
Esa vacada la forjó con tres sementales que adquirió hace una década en España y que responden a los nombres de Ramito, Jungla y Ladrón. Con los hijos de esas fieras bestias se ha labrado un sólido prestigio como ganadero, y esta actividad, tan apasionante como la otra, le permitió olvidarse de los aviones, los hoteles, las vísperas angustiosas y las tardes de sangre, sudor y entrega, porque pocos toreros han sido tan pundonorosos como él.
Así, para evitar que lo matara el virus de la hepatitis C -que puede ser fulminante si no se le respeta-, Rincón dejó de jugarse la vida en el ruedo hasta que, hace ocho meses, volvió a sentirse fuerte y se puso a entrenar. Primero con becerras, después con vacas, por último con toros de verdad. Y ahora está listo. La semana pasada ofreció un ágape a sus amigos en el cortijo de su dehesa, donde 15 o 20 personas atestiguaron, llenas de contento, que está listo para vestirse de luces otra vez.
"Todavía me falta mucho para actuar en plazas tan exigentes como Las Ventas de Madrid o la Maestranza de Sevilla", declaró a una revista colombiana al final de la jornada, antes de anunciar que el 4 de enero reaparecerá en Colombia, con toros de su propio hierro, en compañía de Manuel Caballero y Víctor Puerto.