Casi agotados, las muñecas y trebejos
con mayor promoción por las televisoras
Deshumanizan a los niños juguetes de los últimos
20 años, dice experta
Advierte del creciente riesgo de que los infantes vivan
en un mundo virtual
KARINA AVILES
En las dos décadas recientes se ha desarrollado
un proceso "de entrenamiento para deshumanizar" a los niños mediante
juguetes que tienen implícitos mensajes de racismo, agresión,
desprecio a la vida humana, en los que el "bueno es el que mata más".
Lo anterior, corresponde a una visión del mundo de las fuerzas dominantes
del guerrerismo y del poder económico de los países industrializados
como Estados Unidos, alertó la especialista Patricia Ehrlich.
Doctora en pedagogía por la Universidad de Humboldt
de Berlín, Ehrlich advirtió que cada vez aumenta el riesgo
de que los niños vivan en un mundo virtual, debido a que muchos
de ellos están desconectados de su entorno, desconocen el campo,
carecen de espacios para saltar o correr y viven bajo un bombardeo de mensajes
mediante caricaturas, juguetes, revistas y programas televisivos, que lo
que favorecen es el desprecio por la vida.
Pero,
por otra parte, existe ya el fenómeno de que muchos de los niños
-al vivir en este mundo virtual, en el que, por ejemplo, desconocen los
animales de verdad o sólo los han visto en libros- piensan que un
elefante o una serpiente tienen igual tamaño o ni siquiera saben
que la leche proviene de una vaca. Más bien conocen este alimento
empacado, indicó.
En entrevista, la académica del posgrado de pedagogía
de la UNAM y profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana,
refirió que en un estudio de la revista estadunidense Science,
publicado hace algún tiempo, los menores de ese país
se habían vuelto más violentos, más gordos y más
tontos, por todas las implicaciones que tiene la recepción constante
de mensajes agresivos que, además de todo, promueven el sedentarismo,
ya que los niños pasan mucho tiempo sentados viendo este tipo de
programaciones.
Lo anterior -dijo- está comenzando a permear en
el país, donde los niños, sobre todo de las ciudades, "se
la pasan solos, se idiotizan con la televisión o los juegos y no
se mueven". Permitir que esto ocurra con los menores es dejar las puertas
abiertas para que se afecten sus posibilidades motrices, psicológicas
y sociales, pues la "vida es movimiento, es cuidado y es estar en contacto
con las cosas reales".
Ehrlich destacó que en todo este proceso negativo
"se ha dejado manga ancha a los medios de comunicación para manipular
las mentalidades de los niños" al grado de que muchos de ellos sólo
quieren lo que se anuncia.
Explicó que lo importante de un juego no es el
juguete sino el juego, que representa un ensayo de actividades para obtener
destrezas, habilidades y formas de relacionarse con los demás. Los
juguetes tienen que ver con la actitud que, se supone, tendrán los
niños cuando lleguen a su etapa adulta.
El problema de las dos décadas pasadas es que se
ha llegado a un grado de avance tecnológico en el que todo es posible
destruir. Los juguetes bélicos no son algo nuevo sino de tiempo
atrás. La diferencia radica en que se ha fortalecido el mensaje
de que "la vida es matar". Hoy día, algunos niños reaccionan
con frases como "te voy a matar", indicó.
Por lo anterior, es necesario que en los medios de comunicación
-por lo menos en los espacios oficiales- se proporcione orientación
a los padres para que conozcan los riesgos a los que están sometidos
sus hijos. Expresó que los jefes de familia tienen que conocer que
hay otra clase de juguetes con precios muy bajos, que son importantes para
desarrollar las habilidades de los menores.
Una bolita de masa, un trompo, un balero, una pelota o
una caja de cartón son instrumentos que fomentan la destreza de
los niños. Por otro parte, señaló, es importante rescatar
los juguetes tradicionales, apoyar a la industria nacional que produce
juguetes didácticos, "sacar" a los niños de la televisión
y fomentar que tengan contacto con la naturaleza.
Externó que se debe tomar conciencia de "que no
queremos un mundo con adultos que destruyan el mundo, pues esto es suicida".
Los Santas y Reyes previsores adquirieron
los objetos más deseados Una cara feliz, la meta
ROSA ELVIRA VARGAS
Malas noticias para Santas o Reyes morosos:
difícilmente encontrarán en los almacenes, jugueterías
o tiendas departamentales, el guante del Hombre Araña, la versión
menor de la muñeca Rapunzel o algunas de las variantes de Buzz Ligthyear.
Ya no hay y es difícil que se resurtan antes del 6 de enero. Lástima.
Deben saber que les ganaron los padres de familia que
estuvieron atentos y aprovecharon la oportunidad de apartar con antelación
y por módicos 100 pesos, el contenido de la carta del vástago.
A estas alturas -es más, desde el fin de semana- ya liquidaron su
cargamento y en muchos casos hasta se dieron el lujo de hacerlo con vales
de despensa.
Desde que arrancó el segundo semestre, la mayoría
de niños entre dos y ocho años, empezaron a sufrir el bombardeo
publicitario que desde la televisión les creó, como cada
año, el interés por ciertos juguetes. Casi todos, asociados
a las películas, series o personajes de moda.
Sucumbieron a la mercadotecnia y en las cartas abundan
peticiones por las muñecas Diva Star, Mil caritas, la Barbie toque
mágico, la Mindi maquillaje o el Bebé pipí. En el
caso de los niños, están emocionados por encontrar al pie
del árbol navideño juguetes con nombres no menos sicalípticos
como el Hotwheels pulpo o el Mandíbulas extremas, el taller automotriz
o todas las variantes de los Action men, los monstruosos Zoid.
Ello sin contar a los sofisticados y carísimos
video juegos, en sus más recientes versiones, como los Game Cube
(versión casera), el portátil Game Boy Advance, o el Play
Station I y II.
La demanda por estas versiones domésticas de las
maquinitas es impresionante, pese a las advertencias a los padres
de familia formuladas por la Procuraduría Federal del Consumidor
(Profeco).
La dependencia señala en un estudio de diciembre
de 2001: "Nada más alejado del juego que los llamados juegos de
video, mediante los cuales el niño, si bien se entretiene, tiene
que desarrollar destrezas muy específicas para ganar al programa,
con la consiguiente frustración en caso de no conseguirlo... más
aún, la mayoría de los juegos de video se basan en un esquema
muy simple de que el jugador debe afrontar mil peligros en los que se juega
la "vida'', de modo que para seguir "vivo'' es necesario que "mate'' a
sus contrincantes; matar o morir, no hay otra posibilidad''.
Pero nada los disuade y muchos padres, ante el riesgo
de dejar que sus niños se mezclen en el viciado ambiente de los
locales de maquinitas, prefieren gastar en los cartuchos o discos de la
versión casera, para los cuales existe amplia gama de programas
-a cual más de moda-, por lo que un infante fanático de los
video juegos aceptará algo distinto a la nueva aventura de Mickey
Mouse, Harry Potter, Pokemón, Shrek, el Hombre Araña u otros.
Los mejores consumidores
Los niños son, y lo sabe el comercio, los mejores
consumidores. Aquellos por los que ningún padre escatimará
parte importante de su presupuesto con tal de lograr una cara feliz el
25 de diciembre o el 6 de enero -incluso en ambas fechas- no obstante que
a los pocos días el vástago ya ni se acuerde de los patines,
la autopista o el complicado juego de magia de Harry Potter, y para entonces
haya vuelto a su vieja pelota de futbol.
No importa. Un recorrido por almacenes y jugueterías
revela la fascinación de los infantes por ese universo que colma
sus fantasías: carritos, muñecos, armables, cubos, juegos
de mesa, casitas... no cesan de pedir, de repetir "este es el que quiero'',
mientras los padres siguen nerviosos la enumeración, mientras sacan
cuentas mentales del desembolso, porque, eso sí, como los conocen
bien, casi ninguno de los objetos más codiciados cuesta menos de
200 pesos.
Y es que aquí, un padre ducho o experimentado también
sabe, a estas alturas, dónde comprar para ahorrarse algunos pesos
si es que realiza a tiempo el ejercicio y está incluso dispuesto
a sumergirse en el caos del comercio callejero del centro histórico
o de algunas delegaciones. De lo contrario, si es novato o no tuvo tiempo
para prever, tendrá que recurrir a donde sea para encontrar esa
y solo esa muñeca que pidió su hija, y la pagará al
precio que, sabedora de la ley de la oferta y la demanda, fija a su antojo
la juguetería.
En el reporte más reciente de la Profeco sobre
los precios de los juguetes de mayor demanda (semana del 9 al 13 de diciembre)
es posible advertir diferencias hasta de 500 pesos por el mismo juguete
entre los establecimientos del ramo. Un ejemplo: el VW New Beetle
eléctrico cuesta en Bodega Aurrerá mil 910 pesos con 90 centavos.
En Tony, el mismo carrito cuesta 2 mil 399 pesos.
Casi en todos los casos las tiendas departamentales como
Liverpool, Palacio de Hierro, Sears, Juguetibici Bodega, Woolworth, Mercería
del Refugio, Comercial Mexicana, Juguetrón y Auchán tienen
los precios más altos, mientras que en el caso contrario estarían,
sobre todo, las bodegas de Aurrerá y de Comercial Mexicana, así
como las tiendas de la UNAM, el ISSSTE y las de trabajadores del sector
eléctrico.
Así, el piano con luces y sonido de Fisher Price
en la tienda de la UNAM cuesta 351 pesos, y 459 en Tony; el Adivina quién,
de Milton Bradley, cuesta en Chedrahui 145.62 pesos, y en Liverpool, 169;
el Monopoly, que en Bodega Aurrerá se consigue por 199 pesos, en
Sears cuesta 255; el equipo de actividades de juguetes Periquín
en almacenes Mónica Marisela cuesta 135 pesos y en Palacio de Hierro,
185. Si se trata de las Barbies, la piscina tropical cuesta en la tienda
de la UNAM 138.30 pesos y en Sears, 199.
Hay más: el Action Man Patinador Turbo que
en Bodega Comercial Mexicana cuesta 205 pesos, en Juguetibici Bodega piden
274 pesos, y un objeto al parecer sólo para peques enterados,
que en la relación se presenta como The Power Puff Girls Trend
Masters, Burbuja Hora D., cuesta en Chedrahui 289 pesos y en Sears,
469. Tampoco hay que perder de vista los precios de los muñecos
eléctricos de Fisher Price, donde los Disneys Baby y Pluto
Amigos pueden conseguirse en las tiendas de la UNAM por 249 pesos,
mientras que en Liverpool el mismo cuesta 329 pesos.
¡Ah!, si quiere ofender a su hijo regálele
ropa.