SALON PALACIO
Carlos Martínez Rentería
Ferlinghetti y Toledo
FALTABA UNA HORA para que el poeta Lawrence Ferlinghetti se presentara en el aeropuerto de Oaxaca y así empezar su retorno a San Francisco, California. Antes de partir llegamos al Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), donde el fundador de la librería City Lights fue recibido por un jovial y fraterno Francisco Toledo, quien lo invitó a integrarse a la comida de fin de año que celebraba con sus colaboradores. Toledo lo invitó a publicar un libro en la colección poética del IAGO y Ferlinghetti aceptó entusiasmado. Así, el primer editor beat culminó un alucinante viaje de dos semanas por México.
La venganza de Moctezuma
DESPUES DE SU exitosa presentación en la Sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes, Ferlinghetti viajó a Zihuatanejo para disfrutar de unos días de sol en compañía de su musa, la Malinche beat, Laura Kelly. De acuerdo con lo planeado, el martes pasado llegó a Oaxaca y se fue solo a escudriñar el centro oaxaqueño, dice que comió una tlayuda, un mezcal y una cerveza, pero sospechamos que se excedió un poco, pues al día siguiente le había caído la llamada venganza de Moctezuma: su estómago era un caos, estaba mareado y se consideró la posibilidad de suspender la presentación de esa noche. Fernando Gálvez, director del IAGO, había mandado pegar carteles por toda la ciudad y la expectativa era grande. Lawrence se tomó dos tragos de Pepto Bismol, pidió mucha agua, frutas y que lo dejáramos solo hasta el atardecer. Una hora antes de la presentación regresamos al hotel y el poeta nos recibió sonriente, pidió que lo lleváramos a comer, se había recuperado. Cuando llegamos al IAGO el lleno era total, recibieron a Lawrence con una ovación. Leyó una decena de poemas con ese impulso intenso que se burla del tiempo. Llegó también Benjamín Anaya, quien hizo dúo con el legendario saxo de Melvin Brown; finalmente una joven tehuana cantó en zapoteco. Ferlinghetti sonrió satisfecho y se fue a dormir.
Un grabado de Ferlinghetti en Oaxaca
EL PINTOR ESTADUNIDENSE, radicado en Oaxaca, Jonathan Barbieri, autor de la espléndida serie de pinturas sobre cantinas La pierde almas, llegó al mediodía prometiendo llevar a Ferlinghetti a una cantina excepcional. Estaban convocados el escritor Ulises Torrentera, el fotógrafo Antonio Turok, Fernando Gálvez, y otros alucinados. Llegamos a un terreno delimitado por láminas, trozos de madera vieja y alambres de púas. Preguntamos por don Enrique (nombre con el que se conoce el lugar), adentro, decenas de gallinas perseguidas por ganosos gallos, algunos pollitos, perros callejeros y plantas. Al fondo, tres mesas viejas y un destartalado refrigerador repleto de cervezas. La evocación de los años de la juventud beat se hizo presente. Turok no dejó de tomar fotos. Lawrence estuvo feliz. Después llevamos al poeta al taller del grabador Fernando Alvarez, pues quería hacer un grabado. De nuevo con una intensidad inusitada se dedicó a dibujar una pieza llamada Por la liberación de las mujeres, sólo hizo 11 copias. Dejó cuatro en Oaxaca. A mí me regaló la placa, cancelada desde luego. Habría que reconocer finalmente la complicidad del periodista y también poeta Miguel Angel Pineda para lograr esta aventura neo-beat.