VENEZUELA: LA OPCION INSTITUCIONAL
A
casi un mes de comenzado el paro opositor en Venezuela, la crisis política
por la que atraviesa ese país no tiene visos de solución,
pues la polarización de los bandos en disputa y la intransigencia
de las huestes antichavistas -determinadas a echar del poder al presidente
Hugo Chávez- han frenado cualquier posibilidad de alcanzar un acuerdo
mediante el diálogo. La severa paralización de la industria
petrolera venezolana, una de las mayores del mundo y la principal fuente
de divisas de ese país, ha introducido, por añadidura, una
arista internacional a este conflicto, pues Washington, concentrado en
la preparación de su descabellada guerra contra Irak, mira con preocupación
el brote de un nuevo factor de desequilibrio en los mercados mundiales
de hidrocarburos y no ha resistido la tentación de lanzar declaraciones
incendiarias sobre la situación que experimenta Venezuela.
Con todo, es claro que la crisis venezolana -al margen
de los odios entre las partes enfrentadas y de los alegatos sobre el carácter
dictatorial de Chávez, lanzados desde la oposición, y las
acusaciones de golpismo emitidas desde el gobierno contra los grupos antichavistas-
debe ser resuelta de forma institucional, mediante el diálogo y
con estricto apego a la Constitución. En este sentido, si bien Chávez
ha tenido actitudes autoritarias y desplantes populistas que han agraviado
a ciertos grupos sociales de Venezuela, no por ello deja de ser el legítimo
presidente venezolano, investidura de la que sólo puede ser despojado
mediante la vía electoral en el marco de la legalidad vigente. Por
ello, es reprochable que la oposición -integrada por la desgastada
clase política tradicional, los grupos empresariales, las oligarquías
y parte de las clases medias- se resista a aceptar las disposiciones de
la Constitución venezolana, avalada en su momento por la mayoría
de los ciudadanos, en el entendido que, resentimientos o ideologías
aparte, todo movimiento o proyecto de cambio social que se diga democrático
debe, antes que nada, respetar y asumir la ley.
La oposición al presidente Chávez ha jugado
con fuego y, en su desprecio tajante hacia la institucionalidad bolivariana,
ha frenado cualquier arreglo negociado a esta crisis. Por su parte, el
chavismo se encuentra igualmente determinado a no ceder, rechaza cualquier
posibilidad de convocar referendos o comicios antes de agosto próximo,
cuando la celebración de tales ejercicios electorales está
prevista en la Constitución y, desde luego, se niega a propiciar
cualquier cambio normativo que pudiera suavizar las tensiones y acercar
a los bandos en disputa. En medio de tal empantanamiento, la economía
de Venezuela se deteriora día con día y la paralización
de su industria petrolera amenaza, de proseguir, con incidir negativamente
en el desarrollo futuro del país y en la estabilidad de los mercados
internacionales de crudo. La opción por forzar la salida de Chávez
y minar su innegable respaldo entre las clases populares mediante el encallamiento
de la economía venezolana es en sí misma reprobable, máxime
cuando esta pretensión se inscribe en un rechazo frontal a la legalidad
constitucional y enardece los odios y los enfrentamientos sociales.
Si el futuro de Venezuela pasa necesariamente por la permanencia
o la salida de Chávez del poder, ésta es una decisión
que corresponde a todos los venezolanos, y no sólo a un ala de la
sociedad, por más respaldo y legitimidad que ésta se atribuya
ante sus seguidores. Por ello, sólo mediante el respeto a la Constitución
y el diálogo bajo su marco de referencia será posible encontrar
una salida al conflicto venezolano que, más allá de reacomodos
o revanchas políticas, abra las puertas a la paz y la reconciliación
nacional.