Las parodias políticas de Pastorela
extraterrestre permanecerán en El Hábito hasta enero
Jesusa Rodríguez continúa fiel a la tradición
del cabaret borlotero
RENATO RAVELO
Hoy no vivimos ni en el cristianismo ni en el catolicismo,
sino en el autismo, es decir, en el culto al auto, que es la exaltación
de la individualidad, asegura Jesusa Rodríguez en su Pastorela
extraterrestre, que este año se aventuró a presentar,
además del cabaret borlotero y ajusticiador de personajes políticos
del momento, una farsa en el sentido ambicioso de una revisión que
trastoca.
Dos
mujeres venusinas conciben la idea de tener una hija y echarle la mano
a la Tierra. De eso da cuenta un video, en el que se muestra su llegada
a Metepec, su embriaguez de excesos y la dormida de la mona, que
es aprovechada por tres reyes del momento, El Jefe, Roberto y Elba
Esther, para llevarse a Omega, que es la que tiene en su vientre al bebé.
La textura de esta parte visual sola cabe en una evocadora frase: "Santo
llamando a Lunave".
Hasta ahí el planteamiento tradicional de la propuesta
de Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe (este es el decimoquinto año
que hacen pastorela). Actúan también en esta versión,
que continuará en enero, Nora Huerta, Cecilia Sotres, Marisol Gasé
y Tizoc Arroyo. Aparecen en escena los reyes que golpean a Omega, intentan
entenderse con ella, ofrecen el producto de su vientre a una evocación
del padre Maciel y llaman al Santo niño de anoche. Fiel a
la tradición, el público de El Hábito celebra con
risas.
No falta el sello de la casa: ''ahora no ores, te enseñaré
a orar a otra hora... ¿Y el niño?... Vamos a dorarlo",
y escénicamente el muñeco que hace las veces de bebé
es rociado de pintura. Pero algo ya sugiere que en ese símbolo de
lo que es el niño, además de las constantes alusiones a la
tendencia conservadora del gobierno del presidente Vicente Fox, se esconde
una exploración de lo otro.
La directora de un museo para niños y la presidenta
de un consejo cultural platican con dulzura. Son ovejitas literalmente:
balan y expelen ternura cuando hablan sobre la esposa de un Presidente,
de sus posibilidades políticas, de la necesidad de editar a "Sor
Juana Inglés de la Cruz, Tostoievsky" y de cómo "lo bueno
tiene que ser bello y lo bello verdadero".
Omega ha sido convencida de la necesidad de renunciar
a su nacionalidad venusina. Convence a Alfa de que se asuma varón.
La niña ya es niño, o al menos así parece, porque
Jesusa Rodríguez tiene barba larga y vive en un departamento de
interés social con sus padres, a quienes por motivos navideños
les lleva un nacimiento que termina por ser una de esas prestidigitaciones
escénicas que acostumbra la directora. El público ríe
y la alusión a Estados Unidos aparece en forma de dos predicadoras.
Ahí es el momento. Cuando Liliana Felipe emprende
los fuertes del piano y canta. La parodia de la publicidad que se acaba
de hacer con el anuncio de Coca Cola, que muestra un tipo de envase para
"los altos, para los que ríen" o algo así, adquiere un sentido
nuevo cuando en su canto Felipe atina al grito extremo que define al vecino
del norte como "asustados unidos".
No
tarda en aparecer uno de los clientes consentidos de El Hábito,
a pesar de los años, y otro salto trastocador: Jesusa ya no lo es,
ahora es El Buki que le canta a Salinas de Gortari. Nuevamente la
dulzura se destila, se fermenta y termina en contracciones estomacales.
Dos tipos de humor. Uno que libera los sentidos para que
tengan otros significados, que es del mensaje, por decirlo de alguna manera,
que en momentos de caos sugiere asumir el desorden y no aferrarse a cualquier
orden por temor a lo otro. El segundo directo, burlón, alegre, al
fin y al cabo cabaretero, como al final terminan por presumirlo con ese
salto en cuclillas hacia delante que hace el clown, cuando termina
sus payasadas y exige el alimento del alma de los artistas, en el mejor
de los lugares comunes: la diversión.