REALMENTE EL CAMPO NO AGUANTA MAS
En
tiempos del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, que ahora parecen
pertenecer a otra era glacial, la inmensa mayoría de las organizaciones
campesinas y de los campesinos daba su consenso a un silogismo que resultó
serles particularmente funesto.
Según el salinismo, México no tenía
vocación agrícola y en vez de producir alimentos debía
concentrarse en utilizar su "ventaja comparativa'' -el petróleo-
para comprarlos con lo obtenido gracias a la exportación de crudo.
El zedillismo y el gobierno de Fox mantuvieron esa política de destrucción
de la capacidad productiva del campo mexicano y, por ende, del poder adquisitivo
nacional, y fomentaron la importación de granos básicos y
otros alimentos en cuotas muy superiores, incluso, a las estipuladas en
el Tratado de Libre Comercio Norteamericano (TLCAN), aumentando terriblemente
la dependencia alimentaria de las importaciones, sobre todo estadunidenses;
la miseria en las zonas rurales y la emigración como única
salida para los campesinos. Por si esa política oficial no bastase
para condenar a los pequeños productores nacionales de productos
básicos, Estados Unidos subvencionó fuertemente a sus agricultores
por razones políticas internas (asegurar el triunfo electoral del
partido del presidente George W. Bush, que se declara amigo de Vicente
Fox).
Al clásico proteccionismo estadunidense contra
importantes productos rurales mexicanos (aguacate y jitomate, por ejemplo),
que impedía ya la competencia entre los productos mexicanos y los
del país del norte, se sumaron de este modo los subsidios y hoy
hay ramas agroganaderas enteras al borde de la quiebra. No se trata sólo
de los campesinos marginales, de autoconsumo. También ha entrado
en crisis la gran producción capitalista de rendimientos a veces
superiores a los de Estados Unidos, como la producción de sorgo
o de trigo en Sinaloa o Sonora, e industrias rurales (la avícola,
la cría de porcinos, por ejemplo) están destrozadas a pesar
de las diferencias en los costos salariales con los del país norteño.
El TLCAN puede ser modificado, según establece
su artículo 2202 y, en particular, puede serlo de modo ulilateral
si una situación de emergencia amenazase una industria nacional
(artículo 801 del TLCAN). De modo que no se puede alegar que es
imposible modificar lo que para México es un tratado pero para Estados
Unidos es sólo un Acuerdo (agreement) o sea, algo mucho menos vinculante
(lo cual, dicho sea de paso, explica la facilidad con que constantemente
lo violan).
Tampoco se puede decir que la eventualidad de ganar algunas
posiciones en los ramos cerealero y cárnico se vería más
que compensada por la posibilidad de que represalias estadunidenses cerrasen
el mercado del norte a otras exportaciones. No es así. La recesión
en Estados Unidos hace necesaria para ese país la importación
de frutas y hortalizas mexicanas baratas so pena de un aumento importante
de la carestía de la vida; al fin y al cabo la dependencia es mutua
y el amo necesita del esclavo para subsistir en el lujo.
Pero el argumento decisivo a favor de la renegociación
del capítulo agroganadero del TLCAN es político-social, más
que económico. Todas las organizaciones campesinas antes ligadas
al Estado y confiadas en poder controlar el proceso productivo con el apoyo
de éste hoy están unidas en una oposición activa y
militante que crece de día en día.
Esa oposición social plantea un plan de acción
que es un proyecto político opuesto al del foxismo y que une la
defensa del mercado interno, la del ambiente, la de la mano de obra (migrantes
y jornaleros), con la defensa de la producción nacional. Une sus
reivindicaciones con la oposición a la liberticida nueva Ley Federal
del Trabajo, estrecha lazos con la movilización indígena
en el desconocimiento de la ley indígena aprobada por el Congreso,
reivindican la reforma de la Ley de Radio y Televisión.
Y en ese frente opositor figuran los que creyeron en el
salinismo, como el Congreso Agrario Permanente y la Organización
de los Pequeños Productores Rurales. Con el importante auxilio que
les prestan las torpezas y atentados de los señores Javier Usabiaga
y Carlos Abascal y la ceguera clasista del PAN y del gobierno, indígenas,
campesinos pobres y medios, ejidatarios, pequeños productores rurales,
pequeño comercio y pequeña y mediana industria nacionales
están estrechando así un frente de lucha que no será
sólo electoral pero que, sin duda, no actuará a favor del
PAN en las contiendas cívicas de este año. ¿No hay
nadie en el gobierno que sea algo metereólogo y pueda prevenir cómo
los vientos que se acumulan pueden dar origen a tempestades?