ASTILLERO
Julio Hernández López
Rocío Beltrán
Una historia de austeridad contrastante
Ni privilegios ni servicios a cargo del poder público
DIAS ANTES DE decidirse a buscar la candidatura a jefe del gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador llegó con su esposa, Rocío Beltrán, a preguntarle con cuánto dinero podrían vivir al mes en la capital del país. Ella, la responsable de mantener los pies en la tierra, de calcular las exigencias materiales de la vida cotidiana, de administrar los pesos y centavos de la casa, dijo alguna cantidad que razonablemente cubriría las necesidades familiares. El ex presidente nacional del PRD sonrió y le anunció que, de ser candidato y ganar las elecciones, le entregaría como sueldo más de lo que ella había calculado como mínimo necesario, a pesar de que de entrada él mismo se bajaría sus emolumentos oficiales. El propio Andrés Manuel solía, en aquellos días previos a su postulación, platicar la historia, para demostrar que su preocupación personal más importante, la del ingreso familiar, estaba cubierta, incluso de más: "Dice Rocío que con lo que le voy a dar hasta va a ahorrar", explicaba.
EN AQUELLOS TIEMPOS, y hasta hace poco menos de un año, la familia López Beltrán vivió, con sus tres hijos varones, en un departamento de poco más de cien metros cuadrados ubicado en Copilco 300, a unos pasos de una estación del Metro. Nada cambió ni siquiera cuando se supo el resultado de la elección capitalina de julio de 2000: la familia López Beltrán siguió viviendo donde mismo y de la misma manera, sin siquiera alterar rutinas del servicio privado que cuida el lugar, mucho menos llevando vigilancia oficial o servicios, ayudantías o recursos especiales (ha de confesar quien esto teclea que lo antes dicho le consta personalísimamente, pues en esa misma unidad habitacional duerme desde muchos años atrás cuando en la capital del país está, y en diversas ocasiones, muchas de ellas en las madrugadas, con espíritu periodístico afilado verificó que no había policías encubiertos, patrullas disfrazadas o ayudantes embozados). Pero los males físicos de Rocío se fueron agudizando en el par de años reciente, y fueron exigiendo mayores atenciones. De hecho, en búsqueda de un poco más de espacio la familia se fue a vivir a otro lugar de la misma zona, cruzando el Eje Vial 10. La salud quebrantada de Rocío requirió de una enfermera de tiempo completo y las frecuentes consultas o tratamientos médicos hacían que la vida doméstica sufriera alteraciones importantes.
PERO ROCIO NUNCA exigió ni aceptó que los recursos del gobierno a cargo de su esposo fueran puestos a su servicio, ni buscó que las relaciones políticas de su compañero se convirtieran en influencia o privilegio concertado aparentemente en la confidencia de lo privado. Rocío, que siempre luchó a brazo partido junto a su esposo en tiempos difíciles, como por ejemplo aquellos en que la tiranía de Roberto Madrazo Pintado trataba de aplastar a Andrés Manuel en Villahermosa, y ella por teléfono, abiertamente, sin miedo a las grabaciones, buscando justamente que se tomara nota de lo que decía se desahogaba enumerando las verdades sabidas del priísta. Rocío, que supo siempre mantenerse con decoro y prudencia en el ejercicio pleno de sus derechos y obligaciones familiares, pero nunca en la utilización del poder como mecanismo de lucimiento, de frivolidades, de enriquecimiento o de satisfacción pervertida de ambiciones políticas personales.
HOY, A LA vista del ejemplo extremo de Rocío, recordando la manera difícil con que a veces sobrellevaba las precariedades propias de un presupuesto familiar ajustado al sueldo del esposo austero, resulta terriblemente contrastante ver los casos de las muchas esposas de políticos -de los priístas tradicionales y de los advenedizos del cambio- que se especializan en convertir el erario en botín personal -recuérdese el caso de las llamadas "casas de gobierno" o "residencias oficiales". Todos los gobernadores, y no se diga el Presidente de la República, viven en mansiones con amplia servidumbre y vigilancia, cuyo alto gasto diario (bebidas y comidas incluidas) es pagado con dinero público. También resulta ofensivo ver a muchas de esas llamadas primeras damas utilizando los recursos gubernamentales para fabricarse imágenes de servicio social, atendiendo a miserables con migajas asistenciales cuyas entregas son costosamente difundidas. Es más, muchísimo más, lo que algunas de esas damas gastan en sus lujosísimas vestimentas, en sus joyas lucidas sin pudor, y en sus giras a las que asisten séquitos también pagados por el erario, que lo que realmente acaban entregando a los pobres así usados como mero pretexto.
POR TODO ELLO hoy se recuerda aquí con respeto a Rocío Beltrán, y se dice abiertamente que poco habrá de cambiar de verdad y para bien en México mientras no se entienda que los cargos públicos son para servir y no para allegarse recursos y privilegios en lo personal, en lo conyugal o genéricamente en lo familiar. šDescanse en paz Rocío, y reciba Andrés Manuel un pésame sincero!
ASTILLAS: LE FUE IMPOSIBLE al presidente Fox cumplir una más de sus promesas (pequeña ésta y relativamente insustancial), la de esperar este lunes para anunciar a la nación si había conseguido convencer al canciller Castañeda de retirar su renuncia y, en caso de que no hubiese sido así, quién le sustituiría y qué otros movimientos en el gabinete se darían en función del primer acomodo. El viernes, antes que persistiera la extendida percepción de que mostraba debilidad y jugaba al suspenso con cartas que todo mundo conocía, el Presidente de México admitió lo que ya había dado por hecho el de Estados Unidos, que la salida del secretario de Relaciones Exteriores del primer país era irreversible. Para relevar a ese funcionario fue nombrado -como todo mundo sabía, pero Los Pinos temía confirmar- Luis Ernesto Derbez. También reiteró Fox en ese momento que la estrategia electoral panista de Nuevo León sacaría a Fernando Canales Clariond del gobierno para que Mauricio Fernández Garza tomara posesión del aparato estatal y redujera distancias respecto al priísta Natividad González Parás... Chido: en Tijuana, los militares confiscaron 4.8 toneladas de mariguana que cumplidos pero olvidadizos agentes de la fiscalía federal antidrogas de esa plaza habían arrebatado a narcotraficantes sin charola pero no habían consignado ante agencia alguna del Ministerio Público, de tal manera que la tenían guardadita en las instalaciones oficiales.
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