PGR: CORRUPCION INCESANTE
El
allanamiento realizado anteayer por elementos del Ejército en la
sede de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos
contra la Salud (FEADS) en Tijuana, Baja California; el descubrimiento
en ese local de más de 4 toneladas de mariguana que no habían
sido puestas a disposición del Ministerio Público, así
como la aprehensión de siete agentes de la corporación que
intentaban extorsionar a presuntos narcotraficantes, son hechos alarmantes
que ponen de manifiesto la persistencia de la corrupción en las
instituciones públicas encargadas de perseguir el narcotráfico.
La historia es simple: el comandante local de la FEADS
y seis de sus subordinados capturaron a dos individuos que transportaban
casi 2 mil paquetes de la yerba en dos vehículos; los policías,
en vez de dar fe de los hechos al Ministerio Público y presentar
a los detenidos, los transportaron, junto con su cargamento y los automóviles,
a la oficina de la dependencia, donde trataron de cobrarles 2 millones
de dólares a cambio de su libertad y de la devolución del
estupefaciente.
Al parecer, los agentes de la FEADS destacados en Tijuana
llevaban ya tiempo operando de ma-nera "autónoma" y sin rendir cuentas
a sus superiores, por lo que la Procuraduría General de la República
pidió la intervención del Ejército, cuyos efectivos
cercaron la sede local de la agencia antidrogas y procedieron al aseguramiento
de la mercancía ilegal y a los arrestos de los policías y
de sus extorsionados.
Por desgracia hay sobradas razones para suponer que los
hechos referidos no son excepcionales ni extraordinarios en el combate
a la producción, el trasiego y la compraventa de sustancias ilícitas.
Sería ingenuo asumir que la totalidad del inconmensurable abasto
de drogas a los consumidores estadunidenses que pasa por nuestro país
se realiza a espaldas de las corporaciones policiales, que los cárteles
operan sin cobertura de ciertas autoridades o que el narcotráfico
realiza sus actividades internacionales de lavado de dinero sin
el aval de funcionarios financieros, fiscales y judiciales de México
y de Estados Unidos.
El preocupante episodio de Tijuana pone de manifiesto
una vez más la inoperancia de la guerra contra las drogas desde
sus premisas básicas: la prohibición de sustancias sicotrópicas,
la criminalización del consumo y la penalización del trasiego
no hacen sino crear las condiciones para el negocio del narcotráfico.
En la lógica del mercado, mientras más se
persigue el contrabando de drogas y se disminuye su oferta, más
se incrementan los precios de éstas y mayores son, en consecuencia,
los márgenes de utilidad de las organizaciones delictivas, las cuales
aumentan, junto con su poder de fuego, su capacidad de cooptación
y soborno de funcionarios públicos.
En suma, los sucesos referidos deberían llevar
a las autoridades nacionales a reflexionar sobre la necesidad de emprender
un cambio radical en el enfoque del combate al narcotráfico, así
como estudiar y proponer a los vecinos del norte nuevas estrategias de
erradicación de las drogas y de su consumo.