Amenaza Hugo Chávez con retirar la concesión
a televisoras en Venezuela
Opositores estudian fórmulas de lucha "menos
costosas" que el paro
"¿Quién costea la huelga en Venezuela?;
al final, los asalariados somos los que pagamos"
ARTURO CANO ENVIADO
Caracas, 12 de enero. Tras 42 días, la variopinta
oposición venezolana debate el levantamiento parcial del llamado
paro cívico nacional. La paralización de labores se mantendría
en Petróleos de Venezuela (PDVSA), donde el gobierno ha despedido
a 2 mil ejecutivos y técnicos paristas, y podría extenderse
a otros servicios básicos.
El debate sucede desde hace varios días y, según
miembros de la oposición, la idea "mayoritaria y creciente" es que
deben ensayar "nuevas formas de lucha". El debate coincide con la amenaza
del presidente Hugo Chávez de retirar las concesiones a las televisoras
privadas, que se han convertido en eje de la lucha contra su gobierno y
con nuevos enfrentamientos en las calles de esta ciudad. Además,
Chávez anunció la designación del actual ministro
del Interior, el militar retirado Diosdado Cabello, como ministro de Infraestructura,
que se encarga justamente de otorgar las concesiones de telecomunicaciones.
Jesús Torrealba, miembro de la secretaría
ejecutiva de la alianza opositora, sostiene que entre la oposición
hay consenso sobre la necesidad de "radicalizar" las acciones contra el
gobierno. "Pero en este momento hay una conciencia mayoritaria y creciente
de que 'radicalizar' la lucha contra el gobierno no significa hacer lo
mismo que estamos haciendo, sino buscar estrategias más inteligentes
y elásticas.
"Hay un debate interno sobre cómo conducir la lucha
contra Chávez", explica Felipe Mujica, presidente del Movimiento
al Socialismo (MAS), partido que ayudó a Chávez a llegar
a la presidencia y rompió con él en diciembre de 2001.
Un paro suicida
"Estoy en favor del paro, pero lamentablemente no lo puedo
ejercer", dice Sergio Defreytus, socio de una tienda y un restaurante de
pollos rostizados. Cerró sus negocios el primer día del paro,
pero desde entonces los ha
mantenido abiertos porque, de lo contrario, "tendría que cerrar
para siempre".
El caso de Defreytus ilustra cómo, desde la perspectiva
de los dirigentes de la Coordinadora Democrática, buena parte de
su base social ya no puede más. Aunque rechaza la figura de "paro
suicida", Jesús Torrealba admite que la estrategia ha afectado principalmente
a la base social de la oposición, pues son las empresas privadas
y la clase media "las que han cargado mucho del peso de este paro". En
tanto, las "bases económicas del gobierno, la burocracia y la economía
informal, no han sido tocadas".
Mantener el paro se ha convertido, para el sector duro
de la oposición, en un asunto de principios, especialmente por la
presión del sector petrolero, que ha hecho repetidos llamados a
que no los dejen solos.
Pero según Torrealba, en las filas opositoras gana
terreno la idea de mantener el movimiento con "nuevas vías de presión,
al tiempo que flexibilizamos en otras áreas, para que sectores como
las franquicias y el pequeño comercio puedan oxigenarse".
Carlos Fernández, dirigente de la patronal Fedecámaras,
dice que la decisión no se tomará hasta el próximo
día 20 y que no sería factible terminar con el paro si los
petroleros sostienen la medida. Según el empresario sería
imposible reanudar normalmente las labores en las industrias y los comercios
sin contar con el abasto de combustible.
Quién decide
Las "nuevas vías de presión", dice Torrealba,
serían la posible paralización de labores en servicios básicos
-agua y electricidad- y el sector de telecomunicaciones. O bien, la adopción
de medidas similares a las ejercidas por los bancos, que desde diciembre
sólo abren tres horas al día.
El paro petrolero se cocina aparte, admite Torrealba.
"Ese sector petrolero se maneja con autonomía, ellos prácticamente
no tienen regreso."
En el fondo de la discusión están las estrategias
definidas por el ala dominante de la oposición, que han fracasado
una tras otra.
Presa del "síndrome del 11 de abril", un sector
de la oposición pensó que "con el paro petrolero el ejército
iba a entrar al conflicto", dice una fuente.
"Al principio pensaron que lo sacarían con las
marchas, luego hubo sectores que pensaron en un golpe... Y ahora saben
que tampoco el paro fue suficiente", admite Felipe Mujica.
Para el líder del MAS, en la oposición se
ha fortalecido la idea de la "salida electoral" como única vía
para la solución de la crisis política. Ahora, explica, se
está planteando vincular el paro al referéndum y realizar
acciones "menos costosas" que el paro.
Torrealba admite que en sectores de la oposición
se pensó que el paro era la "fase terminal" de la lucha contra Chávez.
"Ahora saben que no lo era. La salida va a ser la que contruyamos los ciudadanos,
no va a venir por un golpe de suerte ni de la mano de los militares."
¿Quién tomará la decisión
sobre las "formas de lucha alternativas"? Torrealba sostiene que serán
los ciudadanos de las marchas. Otra respuesta la tiene Carlos Hermoso,
dirigente de Bandera Roja, partido de ex guerrilleros que hasta 1994 estuvieron
en las montañas, que acompañaron a Chávez en el fracasado
golpe de 1991 y que hoy son sus oponentes desde el flanco "marxista-leninista".
Dirigente de la única organización que no
ha estado de acuerdo con el paro, "ni al principio ni al final", Hermoso
dice que las decisiones importantes del bloque antichavista "no se toman
en la Coordinadora. Las toman Carlos Fernández (líder empresarial),
Carlos Ortega (presidente de la Confederación de Trabajadores de
Venezuela), Juan Fernández (cabeza de la asociación Gente
del Petróleo), los dueños de los medios y algunos otros oligarcas".
Otra fuente de la oposición sostiene que los enlistados
constituyen el ala dura de la oposición, pues "son los que
tienen el pellejo en juego". El sector moderado, agrega la fuente, está
conformado "por la casi totalidad" de los partidos políticos y las
organizaciones de la "sociedad civil".
En todo caso, el debate sobre la utilidad real del paro
se ha dado prácticamente desde que se inició y cada vez más
líderes de la oposición señalan, en privado, que ellos
advirtieron que diciembre no era el momento adecuado. "Debió ser
después del referéndum", dice uno de ellos.
A estas alturas del debate, sin embargo, para los sectores
duros de la oposición debe sonar a pecado la conclusión
de Jesús Torrealba: "El paro no es una religión".
La decisión opositora de "radicalizar" o no sus
medidas de fuerza está finalmente sujeta al resolutivo que en estos
días emita el Tribunal Superior de Justicia, que debe decidir sobre
la legalidad del "referéndum consultivo". Si el tribunal decide
en favor del gobierno, insisten los opositores, la violencia vista hasta
ahora será una anécdota menor.
Apenas se cruza la avenida Bellavista aparece la otra
Caracas. Antes del cruce, en la zona El Marqués, siete de cada diez
negocios están cerrados. Petare, unos metros más allá,
hace su vida normal. Todos los negocios están abiertos, las calles
repletas de vendedores ambulantes y los estaciones de autobuses son un
trajín permanente. Como el centro de Acapulco, por poner un ejemplo.
Caracas es una ciudad partida. En el este, donde se concentran
las zonas ricas y de clase media, el paro es acatado por un 70 por ciento.
En el centro y el oeste, prácticamente no hay paro, si uno lo mide
únicamente por las puertas abiertas de los negocios. Porque la falta
o escasez de algunos productos alcanza a todos por igual.
Soledad Ortiz, enfermera, es la guía en Petare.
Hoy recibió una mala noticia en el hospital privado donde trabaja:
como los médicos se sumaron al paro y sólo atienden las emergencias,
el resto del personal, unas 220 personas, no recibirá su pago esta
quincena. Hace unos días, Soledad decidió cambiar a su hijo
de escuela porque el colegio privado donde estudiaba ha decidido no abrir
sus puertas hasta el 15 de febrero. "¿Quién está costeando
este paro? Al final los que pagamos somos los asalariados."
Nicolasa Veitia, también en el recorrido, habla
de sus primos, trabajadores de una fábrica, que no ven un bolívar
desde diciembre. La asociación de dueños de franquicias -sector
que es el tercer empleador del país y que va de McDonald's a Subway-
estudia desde la semana pasada "alternativas" para sobrevivir al paro que
hoy llegó a su día 42. Algunos quieren despedir a sus trabajadores
y otros están urgidos de reabrir ante el riesgo de quebrar.
"Ellos están parados pero vienen a los barrios
pobres a comprar", dice Soledad. Los únicos comercios cerrados en
Petare son los que, de plano, ya no tienen que vender.
¿Cómo se vive el "paro cívico nacional"?
Las colas en las gasolineras siguen siendo larguísimas.
Según el día y la suerte, cargar gasolina puede llevar de
media a cinco horas. Los colas son vividas con resignación y algunos
taxistas cobran de más con el argumento de que gastan parte de su
día esperando cargar gasolina. En el este de Caracas, los clasemedieros
se quejan de que, como revancha, el gobierno no surte combustible a las
estaciones de la zona.
En un restaurante chino de Petare los parroquianos beben
-¡oh, sorpresa!- cerveza Polar, la marca de mayor consumo y una de
las cosas que más extrañan los venezolanos en estos días.
En los restaurantes y bares, la Polar ha comenzado a ser sustituida por
cervezas europeas y la mexicana Corona.
Pero quizá lo que más duele es la escasez
de gas y de harina de maíz, indispensable para las arepas (las tortillas
venezolanas). El paro ha dado lugar, naturalmente, a la especulación
con algunos productos básicos. La harina suele conseguirse en mil
500 bolívares cuando su precio normal es de 800 (lo mismo que cuesta
un hot dog en un puesto callejero).
Los estantes y los refrigeradores de Sergio Defreytus
ilustran bien la situación general: escasean las carnes frías,
los lácteos, la harina de trigo ("ayer no teníamos pan")
y hace mucho que desaparecieron los refrescos y las cervezas.
Conocedor del comercio en pequeño, Defreytus dice
que muchos de su colegas cerraron hasta por dos semanas, pero han tenido
que abrir porque de lo contrario quebrarían.
"Las ventas han caído 30 por ciento cada año
desde hace tres. Llevamos tres años de sacrificios, así que
no podemos estar en el paro", explica el comerciante.
"Uno no puede negar que las cosas andan mal, pero en verdad
lo único que nos falta es el gas", dice la enfermera Soledad, que
es de las optimistas.
Porque la verdad es que no hay cines. Ni beisbol. Ni servicios
de mensajería. Ni gimnasios. Ni teatros. Y que la mayor parte de
los grandes centros comerciales están cerrados. Es decir, la clase
media es la que más padece los efectos de un paro de la que es principal
protagonista.
Ni estaba muerto ni andaba de parranda
La guerra de la Gente del Petróleo contra Chávez
se centra en la denuncia de que la impericia de los nuevos gerentes y técnicos
ha provocado ya un incremento de 270 por ciento en los "incidentes" en
las refinerías, lo cual, aseguran ha aumentado grandemente las posibilidades
de que ocurra un accidente de gran magnitud.
Los diarios de este domingo recogen la declaración
de Juan Fernández, cabeza de Gente del Petróleo, quien denuncia
un hecho más grave: la muerte de un trabajador, Alirio Carrasquero,
como resultado de las quemaduras que sufrió en un incendio ocurrido
el martes en la refinería El Palito.
Fernández dijo el sábado, en su conferencia
habitual, que Alirio y otro trabajador resultaron heridos al ocurrir una
explosión, cuando se intentaba echar a andar la refinería.
Además, informó, Alirio se fracturó un brazo al intentar
escapar de las llamas.
Néstor Zerpa, ex gerente técnico de El Palito,
añadió a lo anterior que la refinería se maneja "como
un activo de guerra, donde no importa la pérdida de vidas humanas
con tal de lograr el objetivo".
La denuncia de sus enemigos del petróleo abre la
puerta de la revancha al presidente Hugo Chávez. En su dominical
Aló presidente, que se transmite por el canal gubernamental,
Chávez goza el desquite. Dice que los medios de comunicación
presentan toda declaración de sus oponentes como "la verdad" y todo
lo que dice el gobierno como mentira. Luego suelta: "Alirio, ¿aquí
estás, Alirio?" Y Alirio Carrasquero, vivito y coleando, dialoga
con Chávez. "Esta muerte que te dieron los embusteros del petróleo
significa que vas a tener una larga vida, vas a vivir 150 años".
Luego, por teléfono, la mamá de Alirio habla
largamente con Chávez y con su hijo. El presidente disfruta profundamente
la escena. Poco antes, en el mismo programa informa que su gobierno estudia
las vías jurídicas para quitar las concesiones a los dueños
de las televisoras -a quienes llama "los cuatro jinetes del Apocalipsis"-,
si las "siguen usando para tratar de quebrar al país o derribar
al gobierno".
Ya entrado en su guerra, Chávez aprovecha para
provocar la consigna entre los asistentes a su programa dominical: "(La
muerte de Alirio) no fue sino una mentira mediática, de ese empeño
irracional de sacar a Chávez, pero ¿cómo dicen ustedes?,
¿cómo va? Ua, ua..." Y los asistentes completan: "¡Ua,
ua, Chávez no se va!"
La "normalidad" de los gases
Mientras el presidente Chávez habla en su prograa
Aló Presidente, que puede durar horas, sobre los derechos
de los niños afectados por los "terroristas" que mantienen cerradas
las escuelas, la oposición toma nuevamente las calles de esta ciudad.
Millares de personas marchan hacia la avenida de Los Próceres, justo
el sitio donde el pasado 3 de enero hubo enfrentamientos que dejaron como
saldo dos chavistas muertos y decenas de heridos. La marcha de hoy tampoco
termina con saldo blanco.
Efectivos de la Guardia Nacional y de la Policía
Militar dispersan por un rato la marcha, a la que se impide otra vez llegar
a la puerta del Fuerte Tiuna. Las bombas lacrimógenas, parte ya
del escenario caraqueño, vuelan por los aires mientras un reducido
grupo de chavistas, como también es ya costumbre, se mantiene en
actitud retadora cerca de los opositores. El saldo es de una treintena
de afectados por los gases y un reportero gráfico lesionado en una
pierna.
Los marchistas opositores se reagrupan y vuelven al sitio
donde los esperan los guardias nacionales y los policías militares:
"¡Cobardes, cobardes!", gritan las señoras. Centenares de
opositores quitan una de las alambradas de púas colocadas por los
militares y en otra cuelgan calzones de mujer.
En La Campiña, un campamento de los chavistas frente
a la sede de Petróleos de Venezuela es baleado por dos individuos.
La "normalidad" caraqueña en pleno, al entrar a
la séptima semana del paro.