''Improvisar es como coger: se aprende haciendo''
Jesusa Rodríguez ha dedicado buena parte de su trabajo teatral a hacer crítica política y social. Para ello ha recurrido a dos tradiciones: la de la carpa mexicana de principios del siglo XX y al teatro-cabaret europeo. Ambos géneros poseen un elemento común, característico: la improvisación. Habilidad que es al mismo tiempo un arte, un don y una técnica, la improvisación teatral -sostiene Jesusa con pleno conocimiento de causa-- tiene dos claves: "Ser un sinvergüenza y relajarse. Lo que haces al improvisar es mostrar todo tu ridículo, todo tu analfabetismo y toda tu ignorancia. Nadie puede suponer que uno lee todo y se sube al escenario sabiéndolo todo. Sabes la nada que sabes y con eso. Pero también tiene sus métodos, que van desde la comedia del arte, que es toda una técnica estructurada, muy rígida, pero que logra hacer un sistema de improvisación extraordinario, hasta la improvisación aprendida de manera autodidacta como la aprendí yo, a chingadazos en el escenario.
"La improvisación se usa mucho en la preparación de obras de teatro. El director dice: 'este es el tema o esta es la escena, improvisen'. Julio Castillo nos ponía a improvisar y de ahí sacaba material para la puesta en escena. Si el teatro está vivo se tiene que permitir y exigir esa vitalidad inmediata de lo que pasa entre el espectador y el actor, y las ideas que se le están ocurriendo al actor en ese momento. Yo empecé a improvisar hace 25 años. Para mí ha sido más un proceso de aprendizaje en el escenario, porque improvisar en teatro es como coger: se aprende haciéndolo; es muy difícil aprender improvisación sin hacerla. Es como un albañil: después de 25 años, pues ya pones más derechitos los ladrillos. Mucha gente dice que la improvisación es un don, algo que tienes y que nadie más te puede dar, igual que la actuación o la música. Pero creo que también es una disciplina muy fuerte. Se necesita, por supuesto, leer mucho, captar lo que dice la gente en la calle, estar informado de lo que tú no eres, de lo que es el mundo exterior, porque si no, improvisas puras idioteces.
"Lo que a mí más me ha costado aprender es dejar que el cerebro asocie libremente, relajarse y que vaya saliendo. Es como coger: no puedes estar tenso y tener un orgasmo. Tienes que relajarte. Sí, se te caen los calzones cuando dices: me voy a trepar al escenario, que es el símbolo de la elevación metafísica, es un ritual, estás contra del tiempo cotidiano, no te puedes tomar el tiempo que te tomas para improvisar, por ejemplo, tus actos de la vida cotidiana. Porque además tiene que ser un producto estético, artístico. Esta esa presión cuando dices: 'me voy a trepar hora y media y no sé de qué voy a hablar, no sé que va a pasar'. Y se vuelve una especie de vicio o de adicción, terminas por querer ir cada vez más lejos. Aunque tengas muchos recursos, me siguen dando nervios, pero llega un momento en que la improvisación te obliga a decir: 'señoras y señores, en este momento van a ver lo que han esperado toda su vida'. No sabes qué, pero lo dices y el hecho de ponerte ante el abismo lo vuelve mucho más interesante. Una cosa que todavía no logro controlar es el timing, no colgarse, no autorregodearse. Yo soy muy verbosa, entonces Liliana Felipe me regaña desde fuera, me hace señas y me dice: 'ya cállate, ya nos aburriste'. Es difícil estando dentro, pero tienes que poner un ojo fuera de ti misma para controlar tus tiempos y no autorregodearte. Eso aún no lo sé hacer." ARTURO GARCIA HERNANDEZ