Manuel Vázquez Montalbán
Teología de la seguridad española
De todos los movimientos migratorios contemporáneos no provocados por las guerras, España padece el más salvaje y desconsiderado, a juzgar por la lógica que está aplicando el gobierno del PP a la construcción de una Teología de la Seguridad. Alemania, el Belenes, Francia basaron en los años 50 y 60 el salto cualitativo de su prosperidad gracias a la mano de obra inmigrante que desde Portugal, España, Italia o Turquía llegaba organizadamente al mercado de trabajo y provocaba problemas factuales difíciles, pero no esta sensación de amenaza, de resistencia ante una invasión de marcianos delincuentes, que se está fomentando entre nosotros.
Regresaba hace unos 20 años de Grecia a España en coche por Yugoslavia y ante la imposibilidad de pasar por Kosovo, donde ya había líos postitoístas, me adentré por Macedonia y en una alquería coincidí con parte de una caravana de turcos de regreso a Alemania después de haber pasado unas vacaciones en su pueblo y de haber enseñado el Mercedes de cuarta mano. Cuando nos oyeron hablar, los turcos adivinaron una extranjería que les sonaba y quisieron enseñarnos el mayor tesoro del que disponían: un niño. Un niño de diseño. Rubio y fuerte que se agitaba entre las manazas de su padre, quien para presentarlo dijo:
-Este ya es alemán.
En diferentes conferencias en los años 70 por centros de emigración española en Alemania y Suiza pude apreciar las dificultades comunes para la integración o para la supervivencia de la latencia de retorno, pero allí no había mafias, ni ilegales, ni mercado negro de trabajo, salvo en las parcelas habituales de los mercados negros de trabajo que en el mundo han sido. ƑPor qué entonces ahora en España es tan difícil disponer de una política de acogida de la inmigración que frustre las expectativas de las mafias y la mayor parte de tráficos ilegales?
La política del PP ante las corrientes migratorias de nuevo tipo se ha mostrado tan eficaz como la política utilizada para frenar la marea negra del Prestige. Cuando el PP corrigió la ley de extranjería en un esfuerzo por racionalizar los desmanes de una situación de hecho, prometió que lo hacía precisamente para impedir la hegemonía mafiosa sobre un mercado de trabajo subterráneo, pero un año después se comprueba el total fracaso de aquella operación y la necesidad de endurecer las leyes para que repriman más y no para rediseñar una nueva situación de convivencia.
Recuerden aquella medida sicodélica de repatriar a todos los ecuatorianos trabajadores ilegales en España y luego asumirlos como inmigración legalizada. Se frenó aquel puente aéreo desquiciado y el problema está donde estuvo.
Cierto es que los movimientos migratorios actuales no son exactamente iguales a los condicionados por las escaseces de la segunda postguerra mundial.
Sobre el mercado de trabajo europeo más estable se ejerce un triple asedio no controlado por parte de inmigrantes que vienen de los antiguos países socialistas, de Africa y de América Latina. No son movimientos nuevos, y desde hace unos 20 años, pero muy especialmente desde el ingreso de España en el Mercado Común, se ha dispuesto de tiempo para oponer al fenómeno algo más que desidia o intolerancia. ƑPor qué ahora este rebrote de integrismo hispánico a través de la Teología de la Seguridad del PP?
No ha faltado analista suspicaz que haya establecido una relación entre la Teología de la Seguridad lanzada por el PP y la sensación de inseguridad con que contempla su futuro político y ante todo el final de la mayoría absoluta que le ha permitido hacer una política tan prepotente como inepta.
Más cerca de la isla Perejil, de la marea negra y de la inflación que de aquella consigna verbenera de šEspaña va bien!, el intelectual orgánico más o menos colectivo del PP se revuelve como gato panza arriba y acentúa el peligro hipotético de un enemigo interior fundamentado en la inmigración incontrolada y en el terrorismo etarra. Peligros reales ante los que el partido en el gobierno no tiene otra receta que represión, represión y represión. Esta es la fórmula escogida, desde la seguridad de que será bien aceptada por la mayoría de votantes, convencida de que la letra con sangre entra y que la amenaza de la expulsión drástica contra los inmigrantes ilegales o de la no reinserción civil de los etarras encarcelados a no ser que se conviertan en arrepentidos, va a solucionar los dos problemas.
Ni siquiera el empeño de estas estrategias absolutamente maximalistas es solucionar los dos problemas específicos, sino el más inmediato de lograr credibilidad electoral ante un año y medio de constante comprobación de urnas: municipales, autonómicas, europeas, legislativas generales...
El festín está servido y ante los naufragios presentes o profetizados, el PP trata de controlar su propio naufragio recurriendo a la complicidad de una mayoría natural dispuesta al retorno al esencialismo superviviente y a la consigna de que es preferible la injusticia que el desorden.