DESFILADERO
Jaime Avilés
John Ross se va a la guerra
Si no frenamos a Baby Hitler y a Fox, pronto
recordaremos con nostalgia estos días aciagos
A PRINCIPIOS DEL pasado diciembre recibí
por correo electrónico una carta que apelaba a mi solidaridad. El
reportero estadunidense John Ross, autor de una obra que abarca no pocos
libros y miles de artículos sobre México, me escribió
para quejarse de una injusticia. Tras la remodelación de las principales
calles del Centro Histórico, los administradores del bellísimo
Hotel Isabel, un edificio que data de 1850, ubicado en la esquina de Isabel
la Católica y República de El Salvador, decidieron aumentar
abusivamente la renta diaria de sus habitaciones, tomando como pretexto
el rescate arquitectónico de la zona.
John Ross estaba furioso porque desde hace 18 años
ocupa la misma pieza en el segundo piso del Isabel, con una fidelidad ejemplar
que sus anfitriones soslayaron al tratarlo como a cualquier otro cliente,
olvidando que es el decano de los huéspedes. Un inquilino discreto,
silencioso y puntual en el pago de sus cuentas, que no se retrasó
jamás, ni siquiera cuando permanecía fuera del Distrito Federal,
bien por causa de sus frecuentes viajes a Chiapas, bien por sus largas
visitas a San Francisco, California, la ciudad donde nació y en
la cual ha publicado todos los títulos de su trabajo periodístico.
Confieso que no supe qué responderle. Entendí
que deseaba ponerme al tanto del asunto porque en 1999 fuimos vecinos en
el mismo establecimiento, cuando vivía, quiero decir yo, en el cuarto
411 del último piso, el de la azotea sembrada de tomates y chiles
para el diario consumo de las recamareras, y disfrutaba de la espléndida
ventana que daba a la calle de El Salvador. El martes de esta semana, olvidado
por completo de aquel asunto, John Ross me volvió a escribir: "Me
voy a Bagdad como escudo humano. Voy a defender al pueblo iraquí,
no a Saddam Hussein, un dictador estilo priísta. Le doy a Bush dos
semanas para aplastarme".
Tal como Jim Cason y David Brooks adelantaron ayer en
una amplia nota desde Nueva York, John partirá hoy, con muchos otros
pacifistas europeos y estadunidenses, en una breve caravana formada por
dos autobuses de dos pisos. Al frente de la comitiva estará Ken
Nichols, un ex militar del ejército de George Bush padre, que en
1991 participó en la Guerra del Golfo Pérsico y que en la
actualidad se encuentra seriamente enfermo, contaminado con uranio, debido
a las armas químicas de destrucción masiva empleadas por
el Pentágono en aquella operación. El convoy, agrega Ross
en su carta, "llegará el 4 de febrero a Estambul. Ahí voy
a dar charlas sobre el zapatismo, un tema que interesa mucho a los estudiantes
de la universidad". Lo más conmovedor del asunto es que John Ross
tiene 72 años, pero es más joven que todos los jóvenes
que yo conozco.
Cortando amarras
"Deje
usted eso", me decía una persona el otro día, en un coloquio
sobre el delirio de los halcones de Washington. "El mejor indicio
de que va a estallar la guerra no es el número de soldados gringos
y británicos que hay cerca de Irak, sino el ejército de corresponsales
de CNN que están listos para cubrir el conflicto". Camarógrafos,
sonidistas, reporteros y técnicos expertos en realizar transmisiones
en vivo desde el lugar de los hechos han sido entrenados y equipados en
labores de supervivencia para actuar ahí donde se produzcan ataques
con armas químicas.
Estamos en vísperas de un acontecimiento cuyas
consecuencias han dejado de ser previsibles. El guión de esta película
originalmente señalaba que Rusia, China y los gigantes de la OTAN,
es decir, Francia y Alemania, tarde o temprano alcanzarían acuerdos
de fondo para repartirse la inmensa riqueza petrolera de Oriente Medio
y colaborar, con dinero, hombres y armas, en la conquista de Irak. Pero
los avatares registrados en el planeta financiero durante las últimas
semanas han cancelado la viabilidad de ese libreto a partir de una paradoja:
Estados Unidos, la mayor potencia militar del globo, posee a la vez la
economía más frágil de Occidente. La deuda de la Casa
Blanca, de casi 31 billones de dólares, equivale a toda la riqueza
que produjo el mundo en 2002. Las tensiones prebélicas y la prolongada
crisis política en Venezuela han elevado al máximo los precios
del petróleo pero, al mismo tiempo, han deteriorado la hegemonía
del dólar como patrón de cambio a escala universal. Si Washington
y Londres se lanzan sobre Bagdad, el crudo se irá a las nubes y
esto ocasionará gravísimos daños a la economía
de las naciones que están obligadas a adquirirlo para sobrevivir,
empezando por la de Estados Unidos que, agobiada por la recesión,
se irá a pique. Si ello sucede, cada dólar valdrá
menos que el papel en que esté impreso. Por lo tanto, como se vio
ayer, los mercados están vendiendo apresuradamente sus acciones
para obtener dólares baratos y canjearlos por oro, un fenómeno,
desde luego, que también está afectando a México.
De allí la súbita devaluación de nuestro peso.
El pequeño imbécil de la Casa Blanca está
desesperado y mantiene los ojos cerrados ante esta realidad. Los inspectores
de la ONU siguen sin encontrar una sola prueba que valide sus fanáticas
acusaciones contra el régimen sanguinario de Hussein. El movimiento
contra la guerra crece y crece en todas las ciudades importantes del orbe.
Pero ante la clara evidencia del caos económico que Estados Unidos
podría desatar con su irresponsable aventura, China (respaldada
por las bravatas nucleares de Corea del Norte), Rusia (que tiene a su alcance
el petróleo de los países árabes del sur de sus fronteras),
y Alemania y Francia (que determinan el destino económico de la
Unión Europea) lo han dejado patéticamente solo, anunciando
el principio de una ruptura tal vez más profunda de lo que alcanzamos
a vislumbrar, esbozando quizá el surgimiento de un nuevo mundo que
ya no estará regido sino por la sola fuerza bruta de las armas.
¿Quiénes permanecen codo a codo junto a
mister George WC Bush (en adelante, Baby Hitler)? Naturalmente,
su perro faldero, el primer ministro británico Benitony Mussolini
Blair; el principal terrorista de Oriente Medio, Ariel Sharon; los enanos
de Italia y España, Berlusconi y Aznar; los nuevos miembros de la
OTAN, encabezados por Hungría, y de este lado del Atlántico,
nuestro pobre México, un país sin gobierno, representado
por un secretario de Relaciones Exteriores que a duras penas distingue
entre una embajada y un consulado, y que guarda silencio en el Consejo
de Seguridad de la ONU ante la palpable insensatez de su amo. En lugar
de proclamar su oposición frente a los despropósitos criminales
de Baby Hitler, la administración de Vicente Fox calla y, por debajo
de la mesa, cruza los dedos. La guerra, supone, le dará muchos millones
de dólares adicionales por la vía del petróleo, como
ya está ocurriendo, pero el agravamiento de la crisis económica
en Estados Unidos reducirá aún más "nuestro" intercambio
comercial con ese país y nos hará más pobres, toda
vez que tampoco podremos venderle a Europa aquello que no puedan comprarnos
nuestros vecinos.
Búscale...
Con tal de llegar a la cumbre de Davos, en Suiza, donde
nada tiene que hacer salvo tomarse la foto, Fox minimizó los destrozos
causados por el terremoto del martes en Colima y, sobre los cadáveres
de la gente aplastada, afirmó que los daños no eran importantes.
Pero antes de vestirse de frac y tomar el avión para irse a alternar
con los ricos del mundo, cometió una insolencia que nos ofende a
todos. A una anciana que le pedía un refugio para pasar la noche,
dada la insólita falta de albergues para los damnificados, le respondió,
tuteándola sin respeto a sus canas: "Pues búscale...".
¡Oigame, no!, señor Presidente, así
no se le habla a nadie. De regreso en la ciudad de México asistió
a una reunión con su gabinete en Los Pinos y dio instrucciones precisas:
negocien, pero ya, con los campesinos que exigen la suspensión provisional
y la consecuente revisión del capítulo agropecuario del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte. Eso sí, les habrá
reiterado con énfasis, de lo único que no estamos dispuestos
a dialogar es, precisamente, de la suspensión y revisión
de ese pacto. ¿Sobre qué bases pretende entonces que se negocie?
Más que satisfecho con esa genial medida que nada habrá de
resolver y sólo proveerá más miseria y más
violencia, Fox emprendió su enésima gira europea sin haber
contenido la peligrosísima pugna que enfrenta a los miembros de
su equipo financiero, donde Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México,
observa regocijado la caída del peso ante el dólar sin meter
las manos, mientras Francisco Gil Díaz, titular de Hacienda, hace
como que hace pero no sabe qué hacer.
Según la prensa estadunidense, en junio el dólar
estará a 12 pesos con 50 centavos y esto -calculan Ortiz, Gurría,
Labastida, Bartlett, Roque y los líderes del sindicato petrolero
perseguidos por Fox- se traducirá en una votación arrolladora
para el PRI en las elecciones del 6 de julio. Mientras, pese a sus dimes
y diretes en público, Fox trabaja en su alianza con Roberto Madrazo
para sacar una Cámara de Diputados a su gusto, con una mayoría
de panistas y priístas afines a ambos, que "ganarán" por
medio del fraude. Eso, al menos, cree el Presidente, y tan confiado está
en su necio proyecto que sigue actuando, ciego y sordo, con arrogancia
tiránica en lo que respecta a Canal 40. El sábado pasado,
como bien reportó La Jornada, Ricardo Salinas Pliego, dueño
de Tv Azteca, asistió como invitado de honor a un banquete en la
casa del obispo ortodoxo Antonio Chedraoui y departió con Pedro
Cerisola, secretario de Comunicaciones y Transportes, y la señora
Marta Sahagún de Fox. Cinco días después, en una emisión
de Canal 13, Tv Azteca entregó un cheque de 15 millones de pesos
a la fundación Vamos México de la señora Marta Sahagún
de Fox. Y pese al voto unánime del Congreso de la Unión,
que el miércoles demandó al "gobierno" la devolución
de la antena de Canal 40 a su legítimo concesionario, ayer viernes
los representantes de ese "gobierno" se dieron el lujo de no acudir a la
audiencia judicial donde tenía que dirimirse el asunto.
Qué mal estamos, ¿no es cierto? Pero si
John Ross y sus amigos no logran parar a Baby Hitler y nosotros no podemos
con la soberbia de Fox, pronto, desde el horrible futuro que nos aguarda,
contemplaremos con nostalgia estos días aciagos.