Edward W. Said
Desesperanza inaceptable
Uno abre a diario el New York Times para leer el más reciente artículo de cómo avanzan en Estados Unidos los preparativos de guerra. Otro batallón, más aerotransportadores y cruceros, siempre más y más aviones, nuevos contingentes de oficiales que son movilizados al área del golfo Pérsico. La semana pasada transfirieron a 62 mil soldados más a la región. Al otro lado del mar, Estados Unidos levanta una enorme y deliberadamente intimidatoria fuerza militar, mientras en casa las malas noticias en torno a lo económico y social se multiplican y conjugan su sino inexorable. La enorme maquinaria capitalista parece estar fallando mientras pulveriza a la mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, George W. Bush propone otra reducción fiscal que beneficiará al uno por ciento de la población comparativamente más rica. El sistema de educación pública atraviesa una crisis importante, el seguro de salud dirigido a 50 millones de estadunidenses simplemente ya no existe. Israel pide 15 mil millones de dólares en préstamos garantizados y ayuda militar. La tasa de desempleo aumenta sin freno: se pierden día a día más y más trabajos.
No obstante, siguen y siguen los preparativos para una guerra inimaginable por costosa sin que medie la aprobación pública, pero tampoco una desaprobación dramática y notoria. En cambio se recibe con indiferencia generalizada (una que tal vez esconda grandes temores, ignorancia y aprehensión) la bravata guerrerista del gobierno y su ineficaz respuesta ante el desafío que Corea del Norte le lanzó apenas hace unos días. En el caso de Irak, sin que pueda demostrarse la existencia de armas de destrucción masiva, Estados Unidos prepara una guerra; en el caso de Corea del Norte, le ofrece a dicho país asistencia económica y abasto de energía. Qué diferencia tan humillante: un desprecio para los árabes, respeto para Corea del Norte; en el fondo, la misma dictadura cruel y repulsiva que decide.
En los mundos árabe y musulmán, la situación se mira de modo muy peculiar. Durante casi un año, los políticos, los expertos regionales, los funcionarios del gobierno y los periodistas (todos estadunidenses) han reiterado cargos contra el Islam y los árabes, apegándose a la cuota consabida. Toda esta cantaleta antecede al 11 de septiembre, como lo he mostrado en Orientalismo y Cubriendo al Islam. Al coro prácticamente unánime de hoy se añade la autoridad del Informe sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas en torno al mundo árabe, que certifica que tales países están a la zaga respecto al resto del mundo en cuanto a democracia, conocimientos y derechos de las mujeres. Todo mundo afirma (con algo de justificación, por supuesto) que el Islam necesita reformas y que el sistema educativo árabe es un desastre, es más, un semillero de fanáticos religiosos y suicidas ponebombas financiados no sólo por imams enloquecidos y sus acaudalados seguidores (como Osama Bin Laden), sino también por los supuestos aliados de Estados Unidos. Los únicos árabes "buenos" son aquellos que aparecen en los medios denostando, sin recato alguno, la cultura y la sociedad árabes modernas. Recuerdo la cadencia inerte de sus frases pues, sin nada positivo que decir de sí mismos o de su pueblo y lengua, simplemente regurgitan las gastadas fórmulas estadunidenses que ya inundaban páginas impresas y ondas de radio y televisión.
Nos falta democracia, dicen, no hemos confrontado al Islam lo suficiente, requerimos hacer más para alejarnos del espectro del nacionalismo árabe y del credo de la unidad. Todo eso es pura basura ideológica sin credibilidad alguna. Sólo cuenta como verdad lo que nosotros mismos digamos siguiendo a nuestros instructores estadunidenses -vagos clichés de orientalismo reciclado que gente como Bernard Lewis repite con mediocridad incansable. Lo demás no es suficientemente pragmático ni realista. "Necesitamos" unirnos a la modernidad, y por ella entiéndase lo occidental, globalizado, librecambista y democrático, aunque nadie explique bien a bien qué significan tales términos. (Si tuviera tiempo, escribiría un ensayo en torno al estilo prosístico de gente como Ajami, Gerges, Makiya, Talhami, Fandy y otros, académicos todos, cuyo lenguaje rezuma el servilismo, la falsedad y el remedo sesgado que les fuera impuesto.)
El choque de civilizaciones que Bush y sus secuaces intentan fabricar como careta para emprender una guerra contra Irak por petróleo y hegemonía, tendrá por resultado, supuestamente, el triunfo de la forma democrática de construir naciones, cambiar regímenes y modernizar por la fuerza à l'americaine. Qué importan las bombas y la devastación provocada por las sanciones; eso ni se menciona. Esta será una guerra de purificación, cuyo objetivo es derrocar a Saddam Hussein y a sus hombres para remplazarlos por un nuevo trazo del mapa de la región entera. Todo en tipos new sykes picot, new balfour, new wilsonian de 14 puntos. Un mundo nuevo, de golpe. Los iraquíes, nos dicen los disidentes iraquíes, darán la bienvenida a su liberación, y tal vez olviden por completo sus sufrimientos anteriores. Tal vez.
Entretanto, la situación de Palestina, destructiva en cuerpo y alma, empeora todo el tiempo. No parece haber fuerza capaz de detener a Sharon y a Mofaz, que braman su desafío al mundo entero: nosotros prohibimos, castigamos, vetamos, rompemos, destruimos. El torrente de violencia interminable contra todo un pueblo, continúa. Mientras escribo estas líneas, me avisan que todo el poblado de Al-Daba', en el área de Qalqilya en la franja Occidental, está a punto de ser barrido por bulldozers israelíes de 60 toneladas, fabricación estadunidense: 250 palestinos perderán 42 casas, 700 dunums de tierra agrícola, una mezquita y una escuela primaria para 132 niños. Naciones Unidas se queda mirando, inamovible mientras sus resoluciones son violadas hora tras hora. Y lo típico, caray, es que Bush se identifica con Ariel Sharon, no con el palestino de 16 años que los soldados israelíes utilizan como escudo humano.
En tanto eso ocurre, la Autoridad Nacional Palestina ofrece retornar a las negociaciones de paz y, se supone, al formato de Oslo. Pese a que la primera vez se quemó durante 10 años, Arafat quiere, inexplicablemente, otra vuelta de lo mismo. Sus leales lugartenientes hacen declaraciones y escriben en la prensa opiniones sugiriendo su voluntad de aceptar cualquier cosa, más o menos. Lo sorprendente es que la gran mayoría de su pueblo heroico parece empeñada en resistir sin paz ni respiro, desangrada y hambrienta, muriendo día a día. Este pueblo tiene mucha dignidad y confianza en la justicia de su causa como para someterse a Israel en la forma vergonzante en que sus líderes lo hacen. Qué puede ser más desalentador para el habitante de Gaza promedio, aquel que se mantiene en resistencia contra la ocupación israelí, que ver cómo sus líderes se hincan, suplicantes, ante los estadunidenses.
Ante este desolador panorama, lo que salta a la vista es la pasividad y la desesperanza, evidentes, del mundo árabe en su conjunto. El gobierno estadunidense y sus sirvientes emiten declaración tras declaración de sus propósitos, movilizan tropa y materiales, transportan tanques y destructores; pero los árabes -en lo individual y colectivamente- pueden apenas balbucear una negativa blandengue (cuando mucho dicen, no, no pueden poner bases militares en nuestro territorio) y se desdicen a los pocos días.
ƑPor qué hay tanto silencio y tanta e inmovilizante desesperanza?
La potencia más grande de la historia está a punto de echarse a andar y reitera su intención irrenunciable de emprender una guerra contra un país árabe soberano, gobernado hoy por un régimen desastroso. Pero esa guerra no sólo intenta destruir el régimen Baathi, sino rediseñar la región entera. El Pentágono no ha mantenido en secreto sus planes: intenta redibujar todo el mapa del mundo árabe, alterando tal vez otros regímenes y muchas fronteras en el camino. No habrá quien tenga un escudo contra el cataclismo cuando éste llegue (si llega, porque tampoco esto es una total certeza). Y no obstante, en respuesta, sólo priva un largo silencio seguido de vagos lamentos de rechazo delicado. Después de todo, millones de personas saldrán afectadas. Con gran desprecio, Estados Unidos planea su futuro sin consultarlas. ƑMerecemos acaso tal escarnio racista?
Esto no es únicamente inaceptable: es imposible de creer. ƑCómo es que una región que cuenta con casi 300 millones de árabes espera pasivamente los golpes que le vendrán encima sin intentar un rugido colectivo de resistencia y una fuerte proclama en busca de visiones alternativas? ƑSe disolvió ya, por completo, la entereza árabe? Incluso un prisionero a punto de ser ejecutado tiene algunas últimas palabras que pronunciar. ƑPor qué no existe un último testimonio de una época de la historia, de una civilización que está a punto de ser aplastada y transformada flagrantemente, de una sociedad que pese a sus desventajas y debilidades sigue, no obstante, funcionando? Nacen bebés árabes cada hora, los niños van a la escuela, los hombres y las mujeres se casan, trabajan y tienen hijos, juegan, ríen, comen, se entristecen, sufren enfermedades y muertes. Hay amor y compañerismo, amistad y entusiasmo. Sí, los árabes son reprimidos y sufren malos gobiernos, un terrible mal gobierno, pero se las arreglan para continuar viviendo, pese a todo. Este es el hecho que ignoran los dirigentes árabes y Estados Unidos cuando lanzan tanta gesticulación vacía al llamado "corredor árabe" inventado por los mediocres orientalistas.
Pero quiénes son los que se preguntan las cuestiones existenciales acerca de nuestro futuro como pueblo. No debemos dejar esta tarea en manos de tal cacofonía de fanáticos religiosos y ovejas sumisas y fatalistas. Pero ese es justamente el caso. Los gobiernos árabes -no, casi todos los países árabes a todos los niveles- se reclinan en sus asientos y miran que Estados Unidos se posiciona, se apresta, amenaza y envía barcos, más soldados y F-16 para soltar el golpe. El silencio es ensordecedor.
Van años de sacrificio y lucha, de huesos rotos en cientos de prisiones y cámaras de tortura desde el Atlántico hasta el Golfo, de familias destruidas, de pobreza y sufrimientos interminables. De ejércitos enormes y muy costosos. ƑPara qué?
No se trata de partidos ni de ideología o de facciones: el punto está en lo que el gran teólogo Paul Tillich solía llamar seriedad elemental. Ni la tecnología ni la modernización, y ciertamente tampoco la globalización, son la respuesta a lo que ahora nos amenaza como pueblos. Contamos en nuestra tradición con un cuerpo extenso de discursos seculares y religiosos que abordan los principios y finales de la vida y la muerte, del amor y el coraje, de la sociedad y la historia. Pero no hay voces, ningún individuo -aun poseyendo una gran visión o autoridad moral- parece capaz de hacer visible todo esto. Estamos en la víspera de una catástrofe que nuestros líderes morales y religiosos denuncian muy poco -si acaso- mientras, entre murmullos y guiños tras puertas cerradas, traman su plan para nadar en la tormenta. Piensan tan sólo en sobrevivir, tal vez piensen en el cielo. ƑPero quién se hace cargo del presente, lo mundano, la tierra, el agua, el aire y las vidas que dependen unas de otras para existir? Nadie parece hacerse cargo. Existe una maravillosa expresión coloquial en inglés y en castellano que capta de forma irónica y muy precisa nuestra inaceptable desesperanza, nuestra pasividad y nuestra incapacidad para hacer algo por nosotros cuando requerimos de la mayor fuerza. La expresión es: Ƒquién apaga las luces? Estamos al borde de una especie de cataclismo que dejará muy muy poco en pie, tan poco, que apenas habrá materia para registrar algo, excepto quizá la última orden de extinción.
ƑAcaso no ha llegado el momento de que colectivamente exijamos e intentemos formular una alternativa árabe genuina al naufragio que está por hundir al mundo? Esto no se resolverá con un trivial cambio de régimen, aunque Dios sabe que también podríamos hacer algo al respecto. Ciertamente, la solución no estriba en regresar al formato de Oslo, ni de hacerle otra oferta a Israel para que por favor acepte nuestra existencia y nos deje vivir en paz, y mucho menos de murmurar un ruego arrastrado y zalamero para que se nos conceda misericordia. ƑNo habrá nadie que salga a la luz del día y exprese una visión de nuestro futuro que no se base en el guión escrito por Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, símbolos del poder vacío y la arrogancia histérica? Espero que haya alguien escuchando.
Traducción: Ramón Vera Herrera