Con tinta de hojas se restrena en la
sala Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque
La belleza se impone a la muerte en el espectáculo
de Pilar Medina
Luis Miguel Costero, Joaquín López
Chas
y Víctor Zapatero participan en la producción de la bailarina
mexicana La obra se inscribe en la recién iniciada temporada Lunes
de Teatro Danza
MONICA MATEOS-VEGA
Sus piernas contienen los latidos de su corazón.
Por eso, al avanzar con paso firme y a la vez sereno, como galopando, deja
un caminito de luz que rasga el oscuro vacío del escenario. Es la
felicidad que Pilar Medina derrama cuando baila.
Las
luces se encienden y la bailarina pide se ajuste el sonido. Pero también
se da un tiempo para zapatear Las Mañanitas en honor a una
persona de su equipo técnico que cumple años. Se trata del
ensayo general de la pieza Con tinta de hojas, que Medina restrenará
en un par de horas en la sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del
Bosque.
La coreógrafa está de buen humor y trata
de que todos en el foro lo estén para que el espectáculo
cobre vida y el público disfrute cómo, a través de
la danza, Pilar reflexiona acerca de la ausencia y del terrible presentimiento
de la muerte.
La luz conduce el trazo escénico, por eso se transforma
en río, en lluvia, en rayo de luna, en amanecer, en refugio o en
diferentes caminos que hacen revolotear los pies de Medina, al tiempo que
el corazón de la bailarina intenta escapar.
Pero ella lo atrapa, lo devuelve al pecho, lo hilvana
al sentimiento, y sigue su andar, ahora con sus pasos convertidos en cascabeles.
Aunque tenue, siempre es la luz la que nunca perece sobre el foro, pues
es sinónimo de esperanza, aun cuando el cuerpo trémulo de
Pilar desfallece.
La bailarina ha sobrevivido la primera de las muchas agonías
que le producirá la soledad o la pérdida de una presencia
querida. Se yergue y vuelve a recorrer su caminito de luz, ahora hacia
el norte, ahora hacia el sur.
Coqueteando con el zapateado de la intérprete,
las percusiones de Luis Miguel Costero se mezclan con los murmullos y los
ecos que provienen de la banda sonora diseñada por Joaquín
López Chas: un jadeo y un contrapunto para las castañuelas
que resuenan en las manos de Pilar.
Un son acompaña ahora los latidos-pasos que transportan
a Medina hasta un nuevo abismo de soledad, en el cual intenta con dulzura
calmar su zapateado, para poder hallar el rumbo. Pero el ritmo de sus pies,
primero como de lluvia fina, se vuelve tormenta que la transporta hacia
la oscuridad.
El sol aparece como fresco aliento. Pilar con diferente
equipaje que la ubica en otra era: convertida en una joven rapera. La bailarina,
llena de juventud, brinca y baila, se multiplica y luego se cuadricula
en un alucinante juego de luces y video, creado por Víctor Zapatero,
hasta que es capturada de nuevo por la angustia del abandono.
El foro se convierte en un claustro. La danza es la compañera
que hace tolerable el encierro, pues el zapateado de Pilar, que pudiera
desbocarse para plasmar tan sólo el virtuosismo de la coreógrafa,
es plácido, marca el ritmo del corazón, sin prisa, pero apasionado.
Frágil
y vivo, el baile continúa tras la huella que se distingue entre
las sombras: una mirada lejana, que apenas parpadea sobre la espalda desnuda
de Pilar. Entonces sus brazos se vuelven alas, porque la luz acude con
textura de árbol a prestar su cobijo.
Como centro de vida, una hoja en movimiento arropa el
pecho de la bailarina. Es la señal que hace comprender al espectador
que no obstante las caídas y las pérdidas, algo consigue
latir tras la abrumadora persecusión de la muerte: la belleza convertida
aquí en danza.
La producción de Con tinta de hojas, inscrita
en la temporada Lunes de Teatro Danza, ha sido posible debido a la coinversión
entre el Fonca, Bancomer, el INBA y la propia intérprete. Se presentará
hoy, y todos los lunes de febrero, marzo y abril, en la sala Xavier Villaurrutia
del Centro Cultural del Bosque (atrás del Auditorio Nacional), a
las 20:30 horas.