Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 28 de enero de 2003
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Política

Instalan en la capital del estado centro de acopio para recibir apoyo de particulares

Colimenses afectados por los sismos desconfían de la ayuda de autoridades

AURELIO FERNANDEZ, ALEJANDRA LOPEZ Y JESUS MANUEL MACIAS

"En Colima sentimos un temblor por lo menos una vez al año", dice una señora de la colonia Lomas de Circunvalación, damnificada por el sismo del 21 de enero. Muchas otras personas lo dicen como la cosa más normal. Así es, la región sufre y ha sufrido siempre movimientos telúricos y volcánicos de gran magnitud, y entre ellos se encuentra el que quizá es el más fuerte registrado en la historia de México, el 3 de junio de 1932: 8.2 grados de magnitud, que por eso de las mediciones logarítmicas resulta 32 veces más fuerte que el que devastó la ciudad de México el 19 de septiembre de 1985.

Si hay tanta experiencia en materia sísmica, Ƒpor qué siguen ocurriendo desgracias asociadas a temblores de tierra en Colima, expresadas en más de dos decenas de muertos, casi 500 heridos y pérdidas materiales aún no calculadas del todo?

Este gobierno ha mantenido el modelo de atención de emergencias utilizado por Ernesto Zedillo, estableciendo la presencia inmediata de las distintas dependencias en los lugares siniestrados, ofrececiendo paquetes de solución a los diferentes problemas con base en los programas ya diseñados en cada sector, para nunca perder la iniciativa y evitar a toda costa la creación de organizaciones de damnificados. El fantasma del 85 flota aún en el ánimo de los políticos.

Un hecho destacable es la paulatina, pero constante cesión que las autoridades civiles han hecho en favor de las fuerzas armadas para llevar a cabo las tareas de ayuda. Ello se expresa en la casi total entrega a las fuerzas armadas del control de los albergues, en el retiro de escombros y, en este caso, incluso en la potestad para decidir qué casas deben ser derrumbadas y cuáles no, por encima de la opinión técnica de los peritos civiles.

En la conferencia de prensa del sábado 25 los funcionarios estatales y federales informaron que "...por instrucciones del secretario de la Defensa Nacional, Ricardo Clemente Vega, el Ejército se encargará de recibir y repartir las 20 mil despensas que comenzaron a llegar ayer" (La Jornada, domingo 26 de enero). Es cierto que la entidad se halla a la puerta de elecciones locales, y se intenta "no partidizar la ayuda", pero como resultado las fuerzas armadas van reteniendo gradualmente más responsabilidad de las operaciones y las decisiones; acumula cada vez más atribuciones en materia de manejo de desastres y con ello disminuye la importancia del Sistema Nacional de Protección Civil, menguado por la desatención de los gobernantes.

ƑDónde están los damnificados?

Si son cerca de 2 mil 500 las casas destruidas totalmente, de entre las 11 mil con algún daño que han sido cuantificadas hasta ahora, debería haber 12 o 15 mil personas sin hogar. En la capital del estado podría ubicarse, quizá, la mitad de ellos, aunque el desglose de los daños no ha sido cuantificado todavía por las autoridades. Pero no se sabe dónde están los damnificados, no se ven.

En los tableros de información de los albergues controlados por el Ejército en la ciudad de Colima y en Villa de Alvarez, la suma de personas instaladas allí no llega a 200. No se aprecian muchos refugios colectivos al aire libre ni que la gente esté a las puertas de su maltrecha casa.

Un colectivo de damnificados se encuentra en la cuchilla que forman las calles de España y Antonio Díaz. Las aproximadamente 100 personas comen y duermen allí, debajo de lonas y con cazos en los que se cocinan frijoles o tatemado de pollo o conejo. Una manta indica que allí es un centro de acopio y los que pasan dejan agua, víveres o dinero para ayudar a la manutención de estas familias que han decidido enfrentarse a las autoridades.

Doña Tere, la indiscutible dirigente del grupo, cuenta que el gobernador le dijo que "si no la hacíamos de tos nos iba a dar las casas gratis". Pero ella le contestó, dice, que no se tenían por qué callar y que iban a seguir demandando que se les ayudara en serio. "El me jaló, pero yo también lo jalé; no nos vamos a dejar".

No le creen al gobierno estatal con sus promesas de ayuda; no le creen al DIF, y por eso hicieron su centro de acopio para recibir donaciones de particulares; no le creen al Ejército y no quieren estar en sus albergues.

"Nosotros votamos por el cambio, pero ya estamos hasta la madre con Fox, porque no ha cambiado nada; estamos hasta la madre de sus mentiras. Si los partidos quieren nuestro voto, que cumplan lo que prometen, que den lo que hace falta a la gente". damnificados 7

Don Enrique, un damnificado del lugar saca de su cartera dos tarjetas, mientras los niños gritan correteando por entre las bancas y los montones de ayuda que están en la plaza. "Me la dieron dos gringos y me dijeron que les hable si el gobierno no nos cumple, y yo aquí las tengo guardadas".

No parece haber muchos lugares como el viejo barrio de La España. La gente está también en algunas de las casas que se destruyeron. En parte, porque en las construcciones de adobe el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) no les permitió cambiar los materiales ni el diseño, ya que muchas de ellas son o eran construcciones del siglo XIX. Algunas personas hicieron entonces obras de mampostería detrás de ellas, para lo que cortaron la construcción de adobe de manera disimulada y edificaron algunas piezas con cemento, varilla y tabique. La caída de los muros y techos y la remoción apresurada que hacen los trascavos y volteos del Ejército y la Marina han desnudado la operación. En esas partes que resistieron viven otros muchos damnificados, con cortinas de lona o cajas amontonadas como muros.

"Los soldados no están coordinados con los ingenieros del gobierno, que nos dicen que las casas no se deben tirar; ellos nomás dicen que tienen órdenes de limpiar todos los edificios que se vean peligrosos y que nos dan un ratito para sacar lo que podamos y ya. A nosotros la verdad nos convino que de una vez se cayera esta parte de la casa, porque tenemos una tienda y el INAH no nos dejó hacer de material fuerte la primera parte, por eso construimos atrás esa casa y allí estamos viviendo", narra una señora que cuidaba a sus siete nietos en el momento del sismo, los que por cierto se salvaron de morir a pesar de haber quedado sepultados entre cajas de refrescos y detergente.

ƑPor qué los daños?

El INAH es ahora el "villano favorito", el culpable de la desgracia por no haber permitido derrumbar o reforzar las casas de adobe, las que según el gobernador Fernando Moreno Peña representan 90 por ciento de las viviendas siniestradas. En una reunión celebrada el domingo pasado en palacio de gobierno para ofrecer alternativas a la reconstrucción de edificaciones, los empresarios inmobiliarios -quienes no tenían comportamiento de damnificados, sino todo lo contrario- repetían a quien se dejara sus críticas a la dependencia federal. "Ya ven, no se dañó ni una sola de las casas que se hicieron después que se aprobó el reglamento de construcción, en 1987, luego del sismo del 85; en cambio, las restricciones que impone el INAH produjeron esta calamidad".

Según el ingeniero Carlos Tovar, quien forma parte de una brigada de evaluación del Centro Universitario para la Prevención de Desastres de la Universidad Autónoma de Puebla, los daños en las casas de adobe se debieron a la falta de mantenimiento en sus componentes o a la alteración de una parte de la edificación, hecha generalmente para adosarle una serie de piezas de mampostería.

"Es bien sabido", dice Tovar, "que la combinación de estructuras de diferente rigidez, como el adobe y la mampostería, produce el debilitamiento de la más frágil; eso pasa con este tipo de modificaciones en casas o aun en iglesias y edificios antiguos. Si la construcción de adobe conserva la estructura completa que requiere, se mantiene muy bien, por eso estas casas se habían conservado más de 100 años".

Pero también hubo muchos daños en casas relativamente modernas y de mampostería, con 20, 30 o 40 años de antigüedad. Tovar analizó que esto se produjo por errores evidentes en el diseño y cálculo de las estructuras, en la deficiente calidad o lo inadecuado de los materiales (mezcla cementante con demasiada cal, varillas de espesor equivocado, piedra bola en los cimientos y otros) y en el asentamiento en suelos demasiado elásticos, como en Villa de Alvarez, donde lo hicieron sobre minas de arena volcánica. Por cierto, existe un permiso de construcción de cinco hectáreas en el mismo tipo de terrenos que no ha sido revocado aún por el ayuntamiento de ese municipio.

ƑQué han hecho los gobiernos por evitar que las edificaciones se derrumben por el impacto de los sismos? En 1989 se instaló en la entidad una red sismológica denominada Resco. Los expertos aplicaron pruebas para analizar el comportamiento del suelo ante la presencia de ondas sísmicas y han hecho levantamientos de detalle para conocer la naturaleza de las edificaciones de la ciudad con miras a la concreción de una "microzonificación sísmica". En Colima se ha puesto en marcha uno de los más viejos sistemas estatales de protección civil, y en el pasado sismo de 1995, que destruyó importantes sectores urbanos de Manzanillo, hubo la oportunidad de reflexionar acerca de la importancia de generar acciones para reducir los impactos adversos de los sismos.

ƑPor qué todo el conocimiento histórico y científico sobre la peligrosidad de los terremotos en Colima no ha servido para que los funcionarios de gobierno desarrollaran al menos una política clara para reducir la vulnerabilidad a los sismos que evitara tanto sufrimiento y destrucción? Se han invertido recursos en investigación sismológica y se reprodujo casi íntegramente el reglamento de construcción que la capital del país hizo con motivo del sismo del 85, lo que habría permitido hacer mejores construcciones. Pero el número de edificaciones dañadas es enorme y ello sólo establece que no se ha hecho lo adecuado. Usar de nuevo el argumento de la fuerza incontrolable de la naturaleza es inaceptable.

Las medidas que se aplican para enfrentar la desgracia son varias, pero no se percibe coherencia en la forma práctica que la gente podría aprovecharlas. Aún no está la evaluación completa de los daños. El Fondo Nacional de Desastres Naturales, la estrella del gobierno federal para enfrentar las calamidades, es un fantasma que recorre los desastres en México. Los retrasos en su aplicación llegan a ser de muchos meses y la confusión al aplicarlo es evidente.

Jorge Piza, secretario de Desarrollo Urbano del gobierno de Colima, dijo a la prensa (Diario de Colima, 23 de enero de 2003) que "el Fonden va dirigido a la infraestructura pública... y no para cuestiones particulares de los ciudadanos". En las reglas de operación del Fonden se establece, por el contrario, que esta dependencia "proporcionará recursos para atender a la población damnificada..."

Pero después de todo Piza tenía razón. La señora Carmen Segura, titular de la Coordinación de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, informó anteayer aquí que los recursos del Fonden serán de 17 millones de pesos, 6.5 para medicamentos y 11 millones para reparar las edificaciones del sector salud que se dañaron, no para beneficio directo de los afectados.

La prevención es para atender la desgracia, no para evitarla.

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