Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 29 de enero de 2003
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Economía
Alejandro Nadal

Historia de dos foros

El Foro Económico Mundial (FEM) de Davos nunca se ha caracterizado por el rigor analítico. Pero este año los organizadores se excedieron. El tema central de la reunión fue el restablecimiento de la confianza. Pero, ¿confianza en qué? ¿En el modelo de la globalización neoliberal?

Hace cerca de 30 años la economía mundial dio un viraje radical al derrumbarse el sistema de Bretton Woods. El nuevo mundo de tasas de cambio flexibles abrió grandes espacios a la rentabilidad del capital financiero. Las fluctuaciones cambiarias y los diferenciales de tasas de interés ofrecieron desde 1973 amplias oportunidades para la especulación y las ganancias del capital financiero. Pero para poder lucrar con esta falta de coordinación entre tipos de cambio, se necesitaba eliminar las barreras a la libre movilidad del capital.

Se dijo que la libre movilidad de capital era fundamental para la economía mundial y para impulsar el desarrollo. De ese modo, el ahorro de los países ricos fluiría a los pobres, lo que provocaría una baja en las tasas de interés, así como un aumento en la inversión productiva. Caería el desempleo y la productividad se incrementaría.

Pero algo salió mal. Las tasas de crecimiento de la economía mundial han caído desde entonces. Las tasas de interés se incrementaron, la inversión y la productividad cayeron y el desempleo creció. En pocas palabras, el modelo de liberalización financiera, motor de la globalización neoliberal, arroja un saldo negativo. Y ese resultado se rencuentra tanto a escala global, como por regiones, en países ricos y pobres. Hay que agregar la amarga experiencia de un sinnúmero de crisis financieras de primera magnitud con su saldo de bancarrotas y quiebras de sistemas bancarios completos.

Hoy los indicadores no mejoran. En diciembre pasado la economía estadunidense perdió 101 mil empleos, caída que se concentró en los sectores de ventas al menudeo y las manufacturas. Este es el trigésimo mes con pérdidas de empleo en Estados Unidos, y el peor en 10 meses. Es una mala señal. Revela que los consumidores no pueden ser el factor de crecimiento de la economía y que la política de reducción de tasas de interés de la Reserva Federal no ha funcionado. Decididamente, la recuperación en Estados Unidos no parece estar a la vuelta de la esquina.

Hoy la economía mundial se encuentra al borde de una recesión y estamos en vísperas de una guerra en Irak. Pero en Davos, en lugar de un análisis serio, se propuso un ritual: "si nos tomamos todos de las manos y repetimos que todo va a salir bien, podremos recuperar la confianza". La experiencia es más estéril que un lago salado.

Simultáneamente al de Davos, desde hace tres años se lleva a cabo el Foro Social Mundial en Porto Alegre. Este se define como un espacio de discusión democrática, intercambio de experiencias y articulación de movimientos sociales que buscan un desarrollo socialmente responsable. Los temas tratados en Porto Alegre incluyen la recuperación de la soberanía económica, la igualdad, la gestión de los recursos naturales y los derechos humanos.

Si hay una confrontación entre los foros de Davos y Porto Alegre, ¿quién tiene la razón?

Los datos fríos le dan la razón al Foro Social Mundial (FSM). El modelo de globalización neoliberal está en bancarrota y es necesario aplicar alternativas que conjuguen la responsabilidad social con la sustentabilidad ambiental, el crecimiento con equidad y la estabilidad macroeconómica. No sólo la razón ética está del lado del foro de Porto Alegre; la racionalidad económica es la suya.

En el pasado, los enemigos del foro social difundieron la especie de que en Porto Alegre sólo hay buenos deseos sin un buen tratamiento de las cuestiones técnicas. Eso es falso. La discusión en Porto Alegre es rica y profunda, sólo que la búsqueda es por canales y métodos innovadores.

Lo que sí es cierto es que hay timidez para abordar los temas de la política macroeconómica. El tema brilla por su ausencia en los programas del foro, que apenas han alcanzado a delinear medidas en materia de deuda externa de los países pobres y en el terreno de los flujos de capital. El FSM debe enfrentar las cuestiones políticas más sustantivas, y muchas habitan en la macroeconomía y la esfera financiera.

Cuando se escriba la historia de los dos foros, la descripción del de Davos hará referencia a su atmósfera color gris solemne y la mediocridad de sus deliberaciones. El de Porto Alegre será reconocido como precursor y vanguardia de la lucha por un mundo mejor.

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