Con dos noches privilegiadas se inició
ciclo internacional en la Sala Carlos Chávez
Magia y prodigio con el Cuarteto de Piano de la Filarmónica
de Berlín
Interpretó partituras de Mozart y Brahms, entre
otros Culmina gira por México
PABLO ESPINOSA
El Cuarteto de Piano de la Filarmónica de Berlín
culminó anteanoche en la Sala Carlos Chávez, del Centro Cultural
Universitario, una breve gira mexicana con un par de conciertos que dejan
constancia de por lo menos cuatro cosas: a) que en México existe
un foro ideal para música de cámara: la Sala Carlos Chávez;
b) que existe un público a la altura de ejecutantes que alcanzan
el máximo nivel técnico que el ser humano ha logrado en la
historia; c) que se trata, estas recientes veladas, de dos de los mejores
conciertos que han ocurrido en México en muchos años y, por
tanto, d) que el Paraíso existe.
Luego
de un programa inicial la noche del viernes anterior en el Palacio de Bellas
Artes, y después de ofrecer conciertos en Puebla y Cuernavaca, este
agrupamiento camerístico alemán nacido en la mejor orquesta
del planeta, la Filarmónica de Berlín, culminó su
ciclo mexicano en el Centro Cultural Universitario con dos programas complementarios
y perfectos en su planeación y puesta en vida, ambos cernidos en
partituras de Mozart y Brahms con partes intermedias sucesivamente tejidas
con los pensamientos musicales de Joaquín Turina, el miércoles,
y Paul Juon, el jueves.
La Sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario
fue construida, afinada e inaugurada enseguida (tres años después)
de su hermana mayor, la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl, que acaba
de cumplir 26 años. Ambas, ubicadas a unos metros una de otra, son
las mejores en América Latina y equiparables a los mejores instrumentos
acústicos -que es otra forma de llamarle a una sala de conciertos-
en el orbe.
Es tan fina, delicada y perfecta la acústica de
la Sala Carlos Chávez que en su interior el vuelo de un colibrí
sonaría como un estrépito de alas arcangélicas, un
estruendo de polen de alcatraces, un alud de magma hirviente calcinada
dulcemente en los receptáculos humanos de quien se siente en una
de sus butacas a vivir, por un par de horas, el Paraíso. Es, para
ese ritual laico que equivale a La Meca para un melómano, un templo
semejante al Taj Majal, una materialización de lo perfecto.
Público en éxtasis
John Milton rescribiría su Paraíso recobrado
de haber asistido este par de noches a la Sala Carlos Chávez. Entre
las muchas maneras de hallar un eco de estos conciertos de maravilla inenarrable,
busquemos ésta: hubo un milésimo de instante en el que el
violonchelista dejó caer, por accidente, el arco de su instrumento
sobre la cuerda sol, suelta, y en esa micra de millonésima de milímetro
de roce inexacto, uno en la butaca respiró tranquilo: ¡qué
alivio, son humanos!
Pero no se piense que se trató de perfecciones
robóticas, malabarismos cirqueriles, automatismos impolutos y toda
esa superchería a la que muchos se obstinan en reducir lo que es
un buen concierto. No, la Música, ese arte que enaltece, consiste
en una vivencia superior que requiere concentración, buenos sentimientos,
magia y prodigio, elementos todos ellos que se conjuntaron durante dos
noches en la Sala Carlos Chávez con el Cuarteto de Piano de la Filarmónica
de Berlín y un público en éxtasis. Al final del segundo
de los conciertos se percibía con claridad un aura colectiva de
tonalidades púrpura: una forma de la felicidad había ocurrido
merced al milagro de la música.
El trabuco visitante fue fundado en 1985 como grupo de
cámara de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Está
integrado por músicos completos: certezas técnicas, poderío
comunicativo, ethos y pathos en estado puro: Rainer Sonne,
nada menos que el concertino de la mejor orquesta del planeta, la filarmónica
berlinesa; Rainer Mehne, violista de cualidades expresivas estupefacientes;
Markus Nyikos, violonchelista que recuerda al músico de la película
Kolya y que en vivo produce sonidos de belleza escalofriante; Pavel
Gililov, pianista ruso que al igual que sus paisanos Arvo Part y Alfred
Schnittke desarrollaron sus carreras musicales en tierras alemanas. Un
cuarteto fantástico.
Esta historia tiene final feliz: no se trata de hacerle
saber al lector que se perdió de unos conciertos históricos.
Se trata de anunciar que esta serie de conciertos internacionales en la
Sala Carlos Chávez apenas inicia con las sesiones aquí glosadas
y continuará el jueves 6, a las 20 horas, con el violinista mexicano
Erasmo Capilla y el pianista estadunidense Daniel Blumenthal. El jueves
20 estará en ese foro, el dúo Capucon de violín y
violonchelo; el sábado 22 y domingo 23 se presentará el Quartet
Sine Nomine, de Suiza, y el mes concluirá con esplendor: el eminente
agrupamiento austriaco Vienna Piano Trio hará su magia en la Chávez,
las noches del 27 y 28 de febrero.
Porque el Paraíso existe.