Recientes encuestas revelan que 54% de los estadunidenses apoya una agresión contra Irak
Bush empieza a ganar la batalla por la opinión pública de su país
Indicios de que el gobierno de Vicente Fox podría cambiar su posición por el respaldo a la guerra
El discurso de Colin Powell en Naciones Unidas hoy, dirigido más a sus compatriotas que al mundo
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington, 4 de febrero. Este miércoles el secretario de Estado, Colin Powell, presentará el caso estadunidense en favor de un conflicto bélico contra Irak al Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), pero tal vez su discurso estará dirigido más a la opinión pública estadunidense que a la mundial, con el propósito de generar un mayor consenso nacional en torno a la guerra, lo que ya empezó a suceder después del informe a la nación rendido por el presidente George W. Bush.
El impacto deseado del informe presidencial del martes anterior se logró como se esperaba: las primeras encuestas de opinión revelaron un incremento del apoyo de los estadunidenses a una guerra contra Irak.
De acuerdo con el sondeo del diario The Washington Post y la cadena ABC, 66 por ciento de los estadunidenses favorece la acción militar, comparado con 57 de hace dos semanas, para registrar así el mayor nivel de apoyo para la guerra desde mediados de septiembre del año pasado.
A pesar de las diversas expresiones de disidencia y oposición a la política belicista de Bush de di-versos sectores y figuras de alto perfil aquí, la opinión publica sigue dividida, y algo confusa, en torno a Irak.
Durante las anteriores semanas se realizaron las manifestaciones de protesta más grandes en Estados Unidos -con más de 250 mil personas- contra la guerra; han expresado su oposición figuras como los ex presidentes Jimmy Carter y Nelson Mandela, líderes religiosos de varias iglesias, reconocidos artistas e intelectuales, veteranos de guerra, etcétera.
Personajes de la cúpula política cercana a Bush también han ex-presado sus inquietudes y dudas, entre ellos el ex comandante de las fuerzas estadunidenses en la guerra del golfo Pérsico, general Norman Schwarzkopf, y el ex asesor de seguridad nacional del ex presidente George Bush (pa-dre), Brent Scowcroft, entre otros.
Moldear la conciencia
Pero, por ahora, la campaña de propaganda lanzada por el gobierno estadunidense durante la semana pasada parece haber logrado revertir el impacto de todo esto en la opinión publica.
Por primera vez desde que co-menzaron los sondeos de ABC News-Washington Post, cerca de 50 por ciento de los estadunidenses dice ahora que Estados Unidos debería de iniciar una acción militar aun sin la aprobación de la ONU, y 54 por ciento cree que el gobierno ya ha dado suficientes pruebas para sustentar la necesidad del uso de la fuerza militar, comparado con 48 por ciento de hace dos semanas.
Además, dos tercios de los estadunidenses esperan bajas estadunidenses "significativas" en una guerra, y 45 por ciento estima que el conflicto bélico podría alargarse un año o más.
Las constantes declaraciones de que Bagdad representa una amenaza inminente para Estados Unidos, la vinculación aunque con pruebas circunstanciales del lazo entre Al Qaeda y Saddam Hussein -o sea, ligando los atentados del 11 de septiembre con Irak-, y las grandilocuentes expresiones de que se trata de una gran batalla moral, "en nombre de la paz", por la defensa de la "civilización", han tenido el efecto deseado por la Casa Blanca entre la población.
Con el apoyo de ocho países europeos en favor de Estados Unidos, también se logró deshacerse de la imagen de un gobierno aislado con ambiciones unilaterales y desprecio a la opinión de la comunidad mundial.
Asimismo, las expresiones de algunos de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, en el sentido de que están dispuestos a cambiar de opinión y sumarse a la línea estadunidense, también ha ayudado a reducir las dudas de algunos sectores por la falta de apoyo internacional.
Por ejemplo, el presidente Vi-cente Fox declaró recientemente que la posición de México en el Consejo de Seguridad "puede ser en favor de la paz, o puede ser en otro sentido", dependiendo de las "pruebas" en torno a Irak, y esto ofrece indicios al gobierno de Bush de que éste y otros miembros del mecanismo están dispuestos a optar por la política de guerra promovida por Washington, y con eso retan a sus críticos dentro de Estados Unidos.
El gobierno de Bush también sabe utilizar las mismas armas de debate que la oposición, ofreciendo y destacando el apoyo de intelectuales, artistas, las principales organizaciones de veteranos de guerra y figuras religiosas (en particular, los líderes del movimiento cristiano ultraderechista que ve al Islam como enemigo).
Aunque no hay precedente, dicen algunos veteranos del movimiento por la paz, de la amplia, diversa y enorme oposición ex-presada en este país contra una guerra antes del inicio formal de la acción militar, sí hay el precedente histórico de la enorme capacidad gubernamental para mol-dear la opinión pública en favor de una guerra, con argumentos de seguridad nacional, de la responsabilidad global de este país, por ser una nación elegida por Dios, y con el patriotismo.
Particularmente en las primeras etapas de una guerra es muy difícil cuestionar al gobierno cuando "nuestros hijos" están arriesgando sus vidas en defensa del país.
Sin embargo, esta crucial batalla por la opinión pública aún no está del todo ganada. La mayoría, 57 por ciento, desea que Bush presente más pruebas antes de em-plear la fuerza militar, y dos tercios cree que Washington debería dar pruebas más contundentes a la ONU para apoyar un ataque.
Mientras, 52 por ciento de los consultados estima que, por sí sola, la evidencia circunstancial no es suficiente como para justificar un ataque militar.
O sea, aún no hay consenso na-cional. Ambos lados estarán compitiendo para consolidar sus posiciones. Ese será el principal objetivo de la presentación de pruebas contra Irak de Powell al Consejo de Seguridad de la ONU.
Para los opositores a la guerra, se ha programado un día nacional e internacional de protesta, con una concentración masiva en Nueva York, el 15 de febrero.