Se gesta provocación externa en Chiapas
Dos estadunidenses ''echan mentira'' de que invadimos su rancho, responden indígenas
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
Nuevo Jerusalen, Chiapas, 4 de febrero. Al parecer, una zarzuela intervencionista se desarrolla a las puertas de la ciudad muerta de Toniná: a 100 metros del acceso principal de la sede de la 39 Región Militar, y a un poco más del cuartel general del 31 Batallón de Infantería; en el acceso a una comunidad en resistencia, perteneciente al muni- cipio autónomo Primero de enero; en las proximidades de un rancho turístico, La Esmeralda, propiedad de ciudadanos estadunidenses.
Un escenario único en la región: tiene todos los ingredientes necesarios para montar una pequeña provocación y difundir el asunto (éste sí) en el mundo. Lo intentaron en vísperas del primero de enero, pero falló. Los señores Wersch aseguraron a la prensa, entonces, que su rancho ''había sido invadido por los zapatistas'', cosa que nunca ocurrió, pero la versión se divulgó ampliamente. Las semanas posteriores, los propietarios de La Esmeralda aseguraron a su gobierno, a las agencias internacionales, a la prensa nacional y estatal, que los zapatistas los tienen amenazados. Estos lo niegan firmemente.
Lo que sí ocurrió, hace un año, fue que la asamblea de los poblados Nuevo Jerusalén y San Juanito decidió impedir el paso de la seguridad pública y el Ejército federal por sus tierras. La operación ''de vigilancia'' cubría constantemente la breve ruta entre el Predio Toniná (el cuartel militar) y el rancho La Esmeralda. Allí las patrullas permanecían un rato, y luego atravesaban de regreso las dos comunidades zapatistas.
A principios de 2002, los indígenas cerraron el acceso a los patrullajes, y a los turistas extranjeros que servían de pretexto para que policías y soldados usaran un camino en terrenos que no son públicos, pues pertenecen a la comunidad de Nuevo Jerusalén. Sólo siguieron permitiendo el paso a los dueños del rancho La Esmeralda, Glenn Wersch y Ellen Jones. A partir de entonces, los turistas ingresaron por la zona arqueológica.
''Todo este problema lo han hecho los dueños de ese rancho con sus mentiras. Ellos mismos hicieron esta situación como si fuera grave", dice un hombre, el de mayor edad en el grupo de seis personas que resguardan la reja de acceso a Nueva Jerusalén.
"Por andar diciendo la mentira de que ya habíamos invadido, lo que nosotros nunca dijimos que íbamos a hacer, le hablamos al señor Clen (como llaman a Glenn Wersch los indígenas) que a ver si cumplía su mentira y se iba. El luego se puso a decir que lo estábamos pidiendo su rancho. Ha de ser que no entendió".
Seguramente los indígenas ignoran que las versiones de los Wersch llegaron al New York Times, a la embajada de Estados Unidos y al Departamento de Estado en Washington. Los zapatistas lo escucharon en la radio local de Ocosingo, al regresar de la marcha en San Cristóbal, este año nuevo. Eso les bastó para saber que los dueños del rancho La Esmeralda "estaban echando mentira".
Ahora que las presuntas amenazas e invasiones han ganado espacio mediático, habría que comenzar por el principio. Sobre todo porque la situación creada ha servido para una actitud intervencionista por parte del gobierno estadunidense, que no ha recibido suficiente atención.
Al intentar minimizar el memorándum de alarma que el Departamento de Estado emitió en días pasados para los ciudadanos estadunidenses que quieran visitar esta zona, el gobernador Pablo Salazar Mendiguchía hizo una revelación extraordinaria.
Según la prensa nacional, el mandatario chiapaneco informó ayer que, debido a los ''hechos'' del rancho La Esmeralda, ''las autoridades del Departamento de Estado pidieron al gobierno de Chiapas que metiera al Ejército para garantizar la propiedad de Glenn Wersch'', a lo que el gobernador chiapaneco comentaría: "Ni es tarea del Ejército, ni el Ejército depende de mí, y como no obtuvieron (las autoridades estadunidenses) la respuesta que hubieran esperado, en un berrinche desproporcionado, viene ahora este comunicado".
Vecinos distantes
Nuevo Jerusalén se asienta desde hace ocho años en lo que antes fue el rancho ganadero Canelo. Después del levantamiento zapatista de 1994, los dueños se retiraron, indemnizados por el gobierno. Posteriormente, las bases de apoyo del EZLN ''recuperaron'' estas tierras y establecieron un nuevo centro poblacional, con las tierras en propiedad comunal.
Casi al mismo tiempo llegaron los nuevos vecinos de los zapatistas. Por el lado de la carretera, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) adquirió el predio Toniná para edificar un inmenso conjunto de instalaciones militares, administrativas y habitacionales. Por el lado de la zona arqueológica, los Wersch adquirieron el rancho La Esmeralda y se trasladó de Estados Unidos al valle de Ocosingo.
Este es el punto cero de la historia: en 1996 zapatistas, soldados y rancheros estadunidenses resultaron vecinos, con una contigüidad a tiro de piedra.
Desde toda esta parte del valle de Ocosingo se puede ver la ladera del sitio arqueológico, por donde suben y bajan las escaleras al inframundo y, en una estela, una deidad atroz sostiene con la mano una cabeza cercenada. La fortaleza militar donde el sangriento señor Murciélago-Tigre, Tzoj Choj, reinó al final del periodo clásico maya, y a través de los siglos heredó al Instituto Nacional de Antropología e Historia un sitio notable que, no obstante, sigue sin pegarla con los turistas. Es, a lo mucho, un lugar al paso en la ruta a Palenque.
Con esto tuvieron Glenn Wersh y Ellen Jones para poner un hotel campestre con una cuantas cabañas, servicio de cocina, huertos y una escenografía agradable. Un pequeño negocio turístico cerca de la zona arqueológica, en el camino del sur mexicano a las playas del Caribe, y en las puertas de las Cañadas de la Lacandona.
En tanto, Sedena estableció su inmenso conjunto arquitectónico, desde donde se ha organizado y aplicado la aplastante militarización de la Lacandona en los siete años recientes. Ernesto Zedillo inauguró los cuarteles personalmente y colocó una de esas banderotas que tanto le encantaba ir sembrando a su paso por Chiapas.
Una movilización de las bases de apoyo del EZLN, de la ARIC Independiente y otras organizaciones manifestó en ese tiempo su repudio a la base militar.
Y la vida siguió. Apenas enfrente, la resistencia indígena se establecía y aquí está. Nuevo Jersusalén y San Juanito reúnen alrededor de 150 familias tzeltales que se dedican a sobrevivir, como todos los campesinos del país, con las milpas que su tierra da.
Reiteradamente las fuentes militares han afirmado que en Nuevo Jerusalén existe "un retén zapatista", en lo que es, en rigor, un simple acceso a su comunidad. A pesar de su inconformidad, y de la actitud prepotente de Wersch, los zapatistas permitieron durante años el tránsito de turistas, en su mayoría estadunidenses.
"Nomás que nos cansamos de tener pasando los soldados y policías por nuestras casas, y cerramos la reja", dice el hombre. Un joven interviene: "Ese Clen nos maltrata como perros. No respeta". Un murmullo de aprobación. El hombre mayor agrega: "Ora mismo nos dijeron unos trabajadores del INAH que el señor Clen cortó un cerco de alambre de las ruinas, sin pedir permiso, para meter su carro donde ni siquiera hay camino. No, no respeta".
Mientras tanto, los Wersch han empacado sus pertenencias y sacan el mobiliario del rancho, asegurando a la prensa que piensan resistir todo lo posible. Y con la pequeña ayuda de la radio y cierta prensa estadunidense, y el gobierno de Washington, allende el Bravo parecen unos héroes de la libre empresa, a quienes el gobierno de Chiapas "no les hace caso", y el presidente municipal priísta de Ocosingo, Omar Burguete, les pica la cresta diciéndoles, según la señora Jones, que entiendan "que aquí no hay ley".
Otra versión de los hechos
La noche del 29 de enero, Glenn Wersch y otras personas salieron de La Esmeralda y llegaron hasta la reja de hierro del acceso, que los autónomos cierran con candado. El estadunidense ha declarado que él "cortó" la cadena para salir. Los zapatistas dicen que no fue él, sino su capataz, el también indígena Ernesto Cruz Kánter.
Al regresar de Ocosingo, después de las 22 horas del mismo día, Wersch y Cruz Kánter se encontraron en la reja con un grupo de habitantes de Nuevo Jerusalén, quienes les reclamaron su acción. Doña Elena, como llaman los indígenas a Ellen Jones, asegura que éstos agredieron a su marido. Los zapatistas aseguran que fue al revés. "Hasta le echó encima el carro a un compañero. Y no es verdad que les tiramos piedras", dice el hombre que ha llevado la conversación con este enviado.
Algo más que los autónomos rechazan es la versión de que "pidieron" a los Wersch las escrituras del rancho La Esmeralda. "Lo que sucedió es que ellos dicen que no podemos tapar el camino porque les pertenece, y nosotros le pedimos que nos enseñe las escrituras para probarlo. Luego ella anda diciendo que se las queremos quitar. Nosotros para qué las queremos", agrega el hombre.
Por último, en relación con el "secuestro de cinco horas" del capataz el día 30, cuando éste abandonaba el rancho a bordo de un taxi, los autónomos dicen: "Sí es cierto que al otro día lo detuvimos, porque tenía delito que nos rompió la cadena. Pero no es verdad que lo amenazamos y lo estuvimos golpeando, como dice el periódico. Sí salió lastimado, pero porque se resistió", admiten.
"Y sólo lo tuvimos dos horas, castigado aquí en la escuela. Las otras horas que dice en su declaración (ministerial) no las pasó con nosotros", relata el hombre, y agrega: "Se nos hace raro que doña Elena diga esas cosas, siempre había sido buena gente. Pero no el señor Clen. Todavía nos habla como si fuera nuestro patrón", concluye el vocero de los indígenas.