DESFILADERO
Jaime Avilés
La hora de las bestias
El Guernica de Picasso, símbolo de todo
aquello que, más de medio siglo atrás, prometimos que no
habríamos de repetir nunca
SE ACABO EL JUEGO. Tal como estaba previsto, el
martes 4 de febrero llegó a Estambul la caravana de autobuses que
partió de Londres el sábado 25 de enero, en la que viaja
el reportero estadunidense John Ross junto con un grupo de pacifistas americanos
y europeos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que han renunciado
a todo en nombre de las más altas aspiraciones de la humanidad,
y a su propia vida, para oponerse a la guerra de Baby Hitler contra
el mundo.
Por despachos de prensa ahora sabemos que, después
de una grata escala en la antigua Constantinopla, donde armó un
gran revuelo mediático, la comitiva transita ya por los malos caminos
del norte de la Mesopotamia rumbo a Bagdad. En ese lugar, sus integrantes
se convertirán en escudos humanos ''para defender al pueblo de Irak,
no a Saddam Hussein'', de la más inclemente lluvia de bombas convencionales
que haya conocido jamás la historia de nuestro planeta, y que, según
filtraciones del Pentágono, tendrá por sus efectos destructivos
la misma potencia de una bomba nuclear.
Los
pronósticos para John Ross, y por lo tanto, para sus amigos, y por
lo tanto para millones de civiles iraquíes, desgraciadamente son
terribles. Maniatado por la oposición activa de Francia, Alemania,
Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU, Baby Hitler envió
el miércoles a su secretario de Estado, el general Colin Powell,
a ofrecer a la opinión pública del planeta las supuestas
pruebas "irresistibles" que posee la Casa Blanca acerca de los "peligrosísimos"
arsenales secretos de Hussein.
¿Qué mostró el veterano asesino de
la guerra del Golfo? Mierda pura: unas grabaciones telefónicas que
nada revelan, unas fotografías satelitales que en absoluto avalan
sus acusaciones sobre los depósitos de armas químicas de
Irak y un tubito de cristal que podría guardar, según dijo,
suficiente ántrax como para aniquilar a millones de estadunidenses
en una sola jornada.
De acuerdo con la aplastante maquinaria propagandística
de Baby Hitler, después del show de Colin Powell,
"61 por ciento de los estadunidenses" -o sea, apenas 610 personas entre
mil que fueron encuestadas por teléfono en una población
de 270 millones de habitantes- "respalda ya una ofensiva" contra la dictadura
de Hussein. Así que, menos de 24 horas después, montado en
esta nueva ola de "fervor patriótico", Baby Hitler irrumpió
inesperadamente en todos los canales de televisión de su país
y le dijo al tirano de Irak: "Se acabó el juego".
Al mismo tiempo, el secretario de Defensa de Baby Hitler,
Donald Rumsfeld, comparó a Alemania con Cuba y Libia por su
negativa a sumarse a los planes de guerra, desatando sobre el gobierno
de Berlín una presión diplomática alarmante que puede
sumergir al mundo en una espiral de consecuencias políticas y militares
incontrolables. Estados Unidos -escribió el célebre novelista
inglés John Le Carré, el jueves en La Jornada- ''ha
entrado en uno más de sus periodos de locura histórica'',
pero en esta ocasión, agregó, las perspectivas son más
sombrías que nunca.
La conquista de Irak puede, en primer lugar, extender
la guerra a todo el mundo árabe, pero sobre todo colocaría
una bota sobre el cuello de China, cuyo futuro desarrollo en materia de
energéticos y suministro de agua estaría condicionado por
Washington. Para ninguna potencia de la Tierra la sangrienta jugada de
ajedrez que planea Baby Hitler será más nociva que
para China. Y China, que lo sabe y no oculta su preocupación, cuenta
sin embargo con los alfiles nucleares de la pequeña Corea del Norte,
que no ha dado ninguna señal de respeto a Estados Unidos.
Meses atrás, Corea del Norte disparó un
poderoso misil, capaz de transportar una ojiva nuclear en su estructura,
y lo hizo caer en medio del océano Pacífico. Cuando los expertos
midieron la distancia que había recorrido el obús reconocieron,
no sin caras largas, que si el proyectil hubiera sido lanzado hacia Oriente
Medio habría podido impactar sobre Israel. Pese a este mensaje inequívoco,
Estados Unidos respondió con suma cautela, pero intensificó
sus preparativos para invadir a Corea del Norte, creando otro foco de tensión
que debe preocuparnos a todos.
Nada de lo que ha leído usted hasta aquí
es nuevo ni pretende serlo, pero la noticia más desalentadora que
registró la bitácora de esta semana se produjo en el seno
mismo de Naciones Unidas, donde alguien -¿por instrucciones de quién,
con el permiso de quién, a título de qué?- ordenó
el martes 28 de enero que fuera cubierta con sábanas y banderas
la gran réplica del Guernica de Pablo Picasso que presidía
el salón de sesiones del Consejo de Seguridad como un recordatorio
de lo más aborrecible que hemos hecho.
Muy malos deben ser los tiempos que vivimos y muy negro
el futuro que nos aguarda cuando el organismo que nació como expresión
del acuerdo supremo de todos los pueblos de la Tierra, después de
la Segunda Guerra Mundial, oculta con vergüenza, con hipocresía,
calladamente, con repugnante disimulo, una obra de arte que es también
el símbolo de todo aquello que, más de medio siglo atrás,
juramos que no habríamos de repetir nunca.
Hoy, con el Guernica cegado para que no vea lo
que viene, sólo nos queda preguntarnos, temblando, precisamente
eso: ¿qué viene?
No que no, sí que sí
Confieso que leo este periódico y visito muchos
otros diarios de México y del mundo por la Internet, y no entiendo
nada. En Inglaterra, los sindicatos que son la base del Partido Laborista
británico se han cansado de advertirle a Tony Blair que si acompaña
a Baby Hitler en la carnicería de Irak renunciarán
a esa organización política sin pensarlo, dejándola
vacía, reducida a un simple cascarón, a fin de provocar una
crisis en el Parlamento que a la postre suscitaría la caída
del gobierno de Blair. Pero el primer ministro responde, sabiendo que se
está jugando el pescuezo: ''tendré que ser más persuasivo".
En México, después de la gran manifestación
campesina del viernes de la semana pasada, cuyo dato más estremecedor
fue la cara de tristeza, de soledad, de desesperanza de sus participantes,
el presidente Vicente Fox sube al estrado y afirma que en este país
"no hay crisis en el campo". Al día siguiente, no una semana, tampoco
un mes o un año más tarde, se desmiente y afirma, tan quitado
de la pena, lo contrario: que sí hay crisis en el campo, pero que
no la provocó su ''gobierno'', sino que fue consecuencia del programa
revolucionario de la Constitución de 1917.
Por fortuna, a pesar de estos disparates, la movilización
agraria parece avanzar con cierto éxito rumbo a la mesa de negociación
auspiciada por la oficina de Bucareli; sin embargo, poco pueden esperar
de ese diálogo las organizaciones que tendrán como interlocutor
a los representantes de un Poder Ejecutivo sin pies ni cabeza ni memoria
inmediata, que no recuerda lo que dijo la víspera y que no calcula
tampoco lo que dirá mañana, porque carece de proyecto, de
táctica y de estrategia, porque no sabe dónde está
parado ni adónde pretende ir.
Fox ha elegido el peor momento para ausentarse de sí,
un hecho que sería muy grave en cualquier circunstancia, pero que
en las actuales condiciones del mundo, con un demente que conspira contra
la humanidad al otro lado de nuestras fronteras, nos coloca a merced de
la tempestad, como una lancha sin timón o remos, ante la furia de
un mar enloquecido.
Pero gobernar es también el arte de prevenir. ¿Qué
posición adoptará México si cualquiera de los miembros
permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU ejerce su derecho de veto
contra Estados Unidos y Baby Hitler, no obstante, ataca a Irak?
¿Cómo reaccionaremos en el campo de la diplomacia si la tozudez
estadunidense y británica destruye las reglas internas de la Organización
del Tratado del Atlántico Norte, y Alemania y Francia se mantienen
al margen de sus aliados europeos?
Rota la ONU, rota la OTAN, ¿obedeceremos como peones
de rancho las reglas que nos dicte la Casa Blanca? ¿Qué mensaje
transmitirá México al mundo si queda disuelta la legalidad
internacional? No nos refocilemos con estas preguntas cuyas respuestas
conocemos de antemano. Dado el alto vacío que impera en la cúpula
del "gobierno" de Fox, no deja de asombrar el silencio que al respecto
guardan los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad
civil.
Estamos ante la inminencia de una guerra que va a trastocar
por completo el orden mundial que conocemos, pero esto no parece inquietar
al PAN, mucho menos al PRI y no se diga al PRD, ni a las cámaras
de Diputados y Senadores, ni a las ONG, ni a la izquierda extraparlamentaria
ni a nadie. En las montañas del sureste mexicano, por ejemplo, Marcos
dedica toda su energía a impulsar un debate sobre la pureza
de la dirección perredista, como si no hubiera en la agenda del
país y del mundo un asunto más urgente -y táctica
y estratégicamente más provechoso- que tratar. Lo repito:
confieso que no entiendo nada.