COREA DEL NORTE-EU: ESCALOFRIANTES AMENAZAS
Estados
Unidos ha declarado que después de Irak se lanzará contra
Corea del Norte, país que considera un conspicuo integrante del
eje del mal inventado por George W. Bush (dicho sea de paso, ese eje cambia
según el humor de los halcones de Washington: el secretario de Defensa,
Donald Rumsfeld, por ejemplo, acaba de poner juntos a Libia y Cuba con
Alemania). Rumsfeld agregó también, refiriéndose a
Irak y a Corea del Norte, que Estados Unidos estaba en condiciones de librar
dos guerras al mismo tiempo.
Por su parte, el mismo presidente Bush ha declarado, respecto
a Corea del Norte, que no se excluye ninguna carta. O sea, en palabras
llanas, que la Casa Blanca encara incluso un ataque nuclear contra un país
que tiene bombas atómicas y fronteras con otra gran potencia nuclear:
China, que está situada frente a Japón, que fue víctima
de una agresión atómica estadunidense que aún horroriza
al mundo.
El gobierno de Pyongyang, por su parte, replica que cualquier
ataque contra sus instalaciones atómicas llevaría a una guerra
total, y que no esperará de brazos cruzados una agresión
estadunidense, y podría precederla con un ataque nuclear preventivo,
y que, en caso de guerra, las dos Coreas podrían quedar arrasadas.
Washington respondió de inmediato fanfarroneando y diciendo que
está preparado para cualquier contingencia. De modo tal que el mundo
está amenazado no sólo por una agresión estadunidense
en Medio Oriente, que podría desatar una conflagración generalizada
en la región y la utilización de gases y virus letales, sino
que también está al borde de una guerra en el extremo Oriente,
dirigida en realidad contra China y ante la cual ésta no se quedaría
inmóvil.
Si el fin de la guerra fría -se decía- había
alejado para siempre el fantasma de una guerra nuclear, el mismo reaparece
ahora, incluso con mayor credibilidad, debido a la decadencia de la economía
estadunidense, a la pérdida de influencia de Washington a escala
mundial y a la decisión de la camarilla petrolero-armamentista que
gobierna Estados Unidos de apoderarse de los hidrocarburos mundiales y
de cerrar el paso a los competidores europeos y chinos.
Las voces que pregonan la cordura -desde Alemania y Francia
hasta el Papa- y la oposición a la guerra de la mitad de los estadunidenses
(a pesar de la campaña intensiva de desinformación que sufren
diariamente), así como la mayoría de los pueblos europeos,
africanos, latinoamericanos, asiáticos, no superan las puertas de
la Casa Blanca ni las del Pentágono.
Los belicistas contabilizan fríamente los posibles
muertos propios y los sopesan con los ajenos, conscientes de que los primeros
serán siempre menos que las decenas de millones de habitantes de
las dos Coreas (o de chinos) que podrían ser incinerados por las
armas atómicas. Son administradores y contadores del genocidio y
piensan todo como empresarios, basándose en la teoría del
costo-beneficio. Aunque su vocabulario es religioso, fundamentalista, son
amorales y desprecian la vida de sus conciudadanos, y mucho más
aún, de quienes son unamericans y, por tanto, serían subhumanos.
Son locos peligrosos, como lo fueron los nazis, y como aquéllos,
deben ser frenados por el propio pueblo de Estados Unidos y por todos los
que se oponen a caer en una barbarie generalizada en beneficio de unas
cuantas trasnacionales.