Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de febrero de 2003
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Editorial
 

¿PENA DE MUERTE A LAS NACIONES UNIDAS?

El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Kofi Annan, ha declarado que sólo la ONU puede decidir una guerra contra un país miembro, pero George Bush dice en cambio que Estados Unidos actuará unilateralmente si el Consejo de Seguridad no decidiese la guerra contra Irak o si alguno de los miembros del mismo vetase una resolución que diese luz verde al conflicto.

El New York Times escribe a su vez que sólo un imbécil o quizás un francés puede no haber quedado convencido con los argumentos del general Colin Powell en favor de un ataque inmediato. Y el secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, no sólo pone en igual plano a Alemania con dos países que para Washington son parte del eje del mal, Cuba y Libia, sino que además dice que no hay que prestar atención a Francia pues ésta se opone siempre.

Washington, por tanto, se ha erigido en juez y gendarme mundial, siendo una parte esencial del conflicto, y ha decidido ya hacer la guerra a Irak pasando incluso sobre el cadáver de la ONU, del multilateralismo y de sus alianzas y cerrando, siempre unilateralmente, una relación entre las potencias surgida de la Segunda Guerra Mundial.

La diplomacia, el consenso internacional, la noción misma de la legalidad a escala mundial, los principios éticos y morales sobre los cuales se basa la ONU son eliminados de un plumazo, junto con la soberanía de los países que no se someten a Estados Unidos y sustituidos por el arbitrio de un puñado de grandes empresas -como las armamentistas y las petroleras- y de sus arrogantes e ignorantes representantes en la Casa Blanca. Porque enterrar la ONU, como Hitler y Mussolini enterraron con la guerra en Etiopía y la guerra en España la Sociedad de las Naciones, antecesora de aquélla, equivale a instaurar la ley de la selva entre los países y autorizar a las grandes potencias a ocupar militarmente el país que deseen para imponer en él un gobierno servil, colonizado.

Bagdad es la gran ciudad del mundo árabe y para éste es lo que París o Londres son para los europeos, el símbolo histórico de la cultura. Atacarla, arrasarla y ocuparla equivale, en peor, a la ocupación nazi de París, ciudad que por lo menos no fue destruida, pues ni Hitler se atrevió a tanto. Es seguro que, incluso en el caso de una guerra relámpago que permita a los agresores ocupar un país orgulloso y de 23 millones de habitantes, la ocupación será larga y sangrienta y la resistencia fuerte y cotidiana, sin hablar de las repercusiones de ésta en el mundo árabe y musulmán. El colonialismo de Estados Unidos está, por consiguiente, condenado de antemano, como lo estuvieron los colonialismos inglés, francés, italiano, portugués.

No se puede hacer volver atrás la historia en más de un siglo y creer que el imperialismo estadunidense será eterno, porque Jehová estaría con sus guerreros. El entierro de la legalidad internacional -Washington, por ejemplo, no reconoce las resoluciones en defensa del ambiente, ni el Tribunal Penal Internacional, ni los fallos del Tribunal de La Haya- pone a Estados Unidos fuera de la ley y, por tanto, amenaza a todos los que Washington ve como potenciales enemigos, comenzando por China. Los inspectores de la ONU y los servicios de inteligencia británicos ya desmintieron las supuestas pruebas de Powell. El gobierno inglés tuvo además que reconocer que los supuestos datos irrefutables que citó Powell los había copiado de trabajos con más de 12 años de antigüedad, para colmo redactados por mediocres académicos y que éstos reconocen ahora que ya entonces eran erróneos. Por tanto, no hay que ser "imbécil o francés" para desechar los argumentos de Powell: basta tener un poco de sentido común. Por eso el mundo todo debe decir no al intento de acabar con la independencia y la función de la ONU y hacer una guerra contra Irak. Y, si Washington desafiase a todos, se debería respaldar un eventual veto francés o chino y votar sanciones contra Estados Unidos, antes de que éste precipite al mundo en el caos.
 

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