Robert Fisk*
Dobles raseros en la guerra contra el terror
Creo que ya estoy viendo claro. Corea del Norte rompe
todos sus acuerdos nucleares con Estados Unidos, expulsa a todos los inspectores
de la ONU y se prepara para construir una bomba al año, y el presidente
George W. Bush considera que se trata de "una crisis diplomática".
Por otra parte, Irak entrega una declaración de 12 mil páginas
sobre su producción de armas, permite que expertos de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) recorran todo el país a su antojo y,
aunque estos expertos no han encontrado ni un frasco de mermelada con químicos
peligrosos en 230 inspecciones, Bush anuncia que Irak es una amenaza para
Estados Unidos, no se ha desarmado y, por tanto, podría ser invadido.
Así están las cosas.
En cartas por demás elocuentes, me preguntan constantemente:
¿cómo hace Bush para salirse con la suya? Y también,
¿cómo hace Tony Blair para salirse con la suya? No hace mucho
nuestro querido primer ministro estaba anunciando, en el tono que suelen
emplear los maestros con los alumnos menos atentos o más tontos,
que las fábricas de destrucción masiva de Saddam "están
instaladas... y funcionando... ahora mismo". Y Tony Blair está callado
en este momento.
¿Por qué toleramos esto? ¿Y por qué
lo toleran los estadunidenses? En los últimos días ha habido
tan sólo muy pequeños indicios de que los medios estadunidenses
-los mayores y más culpables promotores de la campaña de
mentiras de la Casa Blanca- se han atrevido, con gran timidez, a hacer
preguntas. Meses después de que The Independent empezó
a llamar la atención de sus lectores hacia las amistosas visitas
que Donald Rumsfeld hizo a Saddam en Bagdad en 1983, justo cuando Irak
usaba gas venenoso contra Irán, el Washington Post decidió,
al fin, decir a sus lectores un poco de lo que está ocurriendo.
El reportero Michael Dobbs usó las fórmulas conocidas para
evitar tomar posición o responsabilidad ("hay opiniones divergentes
entre expertos sobre Medio Oriente, en cuanto a si Washington pudo haber
hecho más para impedir que fluyera hacia Irak la tecnología
para construir armas de destrucción masiva"), pero de cualquier
forma el énfasis está en lo siguiente: nosotros creamos el
monstruo y el señor Rumsfeld participó en dicha creación.
Pero ni un solo periódico estadunidense -o británico-
se ha atrevido a investigar la actual relación, igualmente peligrosa,
que se está forjando a nuestras espaldas con el régimen de
Argelia, apoyado militarmente. Durante 10 años una de las guerras
más sucias del mundo se ha librado en este país, supuestamente
entre los "islamitas" y las "fuerzas de seguridad", y en ella han muerto
casi 200 mil personas, en su mayoría civiles. Pero en los últimos
cinco años han surgido evidencias de que elementos de esas fuerzas
de seguridad estuvieron involucrados en algunas de las más sangrientas
masacres, en las que hubo, por ejemplo, bebés degollados.
The Independent ha publicado los más detallados
reportes sobre las torturas y las ejecuciones extrajudiciales infligidas
por la policía a hombres y mujeres. No obstante, Estados Unidos
ha tenido un cálido acercamiento con el régimen de Argelia;
en el marco de su obscena "guerra contra el terror" está ayudando
a rearmar el ejército argelino y le ha prometido ayuda. William
Burns, secretario de Estado estadunidense adjunto para asuntos de Medio
Oriente, afirmó que Washington "tiene mucho que aprender de Argelia
en cuanto a formas de combatir el terrorismo".
Y por supuesto que tiene razón. Las fuerzas de
seguridad de Argelia pueden instruir a los estadunidenses en cómo
hacer para que un prisionero o prisionera crean que están a punto
de asfixiarse, y el personal estadunidense puede encontrar a los expertos
en esta práctica en los sótanos de la comisaría central
argelina de Chateau Neuf. El método consiste en tapar con un trapo
la boca de la víctima amarrada y después empapando la mordaza
con líquido de limpieza. El prisionero se asfixia lentamente. También
existe, desde luego, el usual arrancamiento de uñas, los acostumbrados
cables atados a penes y vaginas. Siempre recordaré el testimonio
de alguien que presenció la violación de una anciana en la
estación de policía. La mujer salió de la comisaría
bañada en sangre y exhortando a los demás prisioneros a resistir.
Algunos testigos de estas aberraciones son agentes de
la policía argelina que han buscado refugio en Londres. Pero Burns
tiene razón: Estados Unidos tiene mucho que aprender de los argelinos.
Esto es obvio desde el momento en que ni siquiera se pregunta uno por qué
jamás se informó de estas atrocidades en los periódicos.
Por el contrario, el jefe del estado mayor argelino ha tenido una calurosa
bienvenida en la comandancia del sur de la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN), en Nápoles.
Y vaya que los estadunidenses están aprendiendo.
Un funcionario de seguridad vinculado con la Agencia Central de Inteligencia
(CIA) admitió el mes pasado que cuando de prisioneros se trata "puede
ser que nuestros muchachos los pateen un poco, cuando tienen alta la adrenalina
después de un ataque (sic)". Otro funcionario estadunidense de "seguridad
nacional" anunció que "el control del dolor en prisioneros heridos
es algo muy subjetivo". Pero seamos justos: puede ser que los estadunidenses
hayan aprendido perversidad de los argelinos, pero bien pudieron aprenderla
del talibán.
Mientras tanto, en Estados Unidos se avanza en la detección
de musulmanes. El 17 de noviembre pasado, miles de iraníes, iraquíes,
sirios, libios, afganos, bahreníes, eritreos, libaneses, marroquíes,
omaníes, qataríes, somalíes, tunecinos, yemenitas
y súbditos de los Emiratos fueron a las oficinas federales para
que se les tomaran huellas digitales. El New York Times -el más
cobarde de todos los periódicos estadunidenses en su cobertura posterior
al 11 de septiembre- reveló (hasta el quinto párrafo de su
nota, desde luego) que "la semana pasada funcionarios de agencias de seguridad
han esposado y detenido a cientos de hombres que llegaron ante las autoridades
para que se les tomaran las huellas. En algunos casos los hombres tenían
visas vencidas de estudiante o de trabajo; en otros casos, no pudieron
proporcionar la documentación adecuada para su estatus migratorio".
En Los Angeles a los policías se les terminaron
las esposas de plástico cuando se encontraban a la mitad de la labor
de arrear a cientos de hombres a la cárcel. De los mil arrestados
sin juicio y sin cargos después del 11 de septiembre, muchos eran
nacidos en Estados Unidos.
De hecho, muchos estadunidenses ni siquiera saben lo que
significa el espeluznante nombre de la ley Patriot. Patriot no es
una referencia al patriotismo, sino las siglas en inglés de "la
unificación y el fortalecimiento de Estados Unidos por medio de
Proveer Herramientas Adecuadas Requeridas para Interceptar y Obstruir al
Terrorismo (Provinding Appropriate Tools Required to Intercept and Obstruct
Terrorism)".
Asimismo, el programa Total Awareness, con un costo
de 200 millones de dólares, permitirá al gobierno estadunidense
monitorear las actividades por correo electrónico e Internet de
sus ciudadanos y crear bases de datos con informes sobre los movimientos
de todos los estadunidenses. Y aunque nuestros periodistas no nos han informado
de esto, la administración estadunidense ya atosiga a los gobiernos
europeos para que les cedan archivos sobre sus ciudadanos. La más
reciente -y absurda- petición en este sentido ocurrió cuando
Estados Unidos exigió que se le diera acceso a los archivos computarizados
de la aerolínea nacional francesa Air France porque quería
tener el "perfil" de sus miles de pasajeros. Todo esto sobrepasa por mucho
los más delirantes sueños de Saddam y del querido líder
norcoreano Kim.
Estas nuevas reglas han logrado incluso arrastrarse hasta
el ambiente académico. Tomemos como ejemplo la pequeña y
amistosa universidad de Purdue, en Indiana, donde di una plática
hace unos meses. Con financiamiento de fondos federales, la universidad
está creando un instituto de seguridad interna con la participación
de 18 "expertos", entre los que figuran ejecutivos de Boeing y Hewlett
Packard, así como funcionarios del Departamento de Defensa y el
Departamento de Estado, quienes organizarán "programas de investigación"
en torno a "áreas críticas de misión".
Me pregunto cuáles serán esas áreas.
Seguramente ninguna tiene que ver con la injusticia en Medio Oriente, con
el conflicto árabe-israelí o con la presencia de miles de
soldados estadunidenses en tierras árabes. Después de todo,
fue Richard Perle, el más siniestro de los asesores pro israelíes
de George W. Bush, quien el año pasado aseguró que "el terrorismo
debe descontextualizarse".
Mientras tanto, y con esa misma base, estamos avanzando
hacia una guerra en Irak, donde hay petróleo, pero evitando, al
mismo tiempo una guerra en Corea del Norte, donde no hay petróleo.
Nuestros líderes se están saliendo con la suya, y en el proceso
estamos amenazando a inocentes, torturando a nuestros prisioneros y "aprendiendo"
de hombres que deberían ser juzgados por crímenes de guerra.
Este es, por tanto, nuestro verdadero homenaje a los hombres y mujeres
que fueron tan cruelmente asesinados en los crímenes contra la humanidad
del 11 de septiembre de 2001.
* Periodista irlandés especialista en Medio Oriente,
corresponsal de The Independent
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca