CAMPO: TORPEDEAR EL DIALOGO
El
pasado 4 de febrero el gobierno que preside Vicente Fox pareció
dar muestras de sensibilidad y voluntad política ante la justificada
exasperación campesina por falta de recursos, el olvido y la desatención
que padece el agro, así como por la reciente entrada en vigor del
capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN), que tendrá consecuencias necesariamente desastrosas
para la agricultura nacional.
Después de movilizaciones, marchas y una perceptible
tensión política y social, el Ejecutivo federal alcanzó
un acuerdo con las principales organizaciones de productores para iniciar
un diálogo incluyente orientado a la conformación de una
política agraria de Estado. Se saludó entonces el acuerdo
como un avance en la defensa de millones de ejidatarios, jornaleros, comuneros
y pequeños propietarios, a quienes la demagogia de la Secretaría
de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación
(Sagarpa) y la insensibilidad tecnocrática de la Secretaría
de Economía (SE) colocan en una situación desesperada.
Pero ayer, en lo que debió ser el arranque formal
del diálogo, el presidente Vicente Fox y su secretario de Agricultura,
Javier Usabiaga, practicaron más bien el monólogo, toda vez
que el segundo se empecinó en designar, unilateral y arbitrariamente,
la sede de la mesa Por una política de Estado para el campo,
ante lo cual las principales organizaciones de campesinos optaron por no
asistir.
Como si no fuera suficientemente grave ese gesto de arrogancia
y autoritarismo, personeros de la Sagarpa se dedicaron, como ha quedado
constatado en múltiples testimonios, a rellenar el local -el auditorio
José López Portillo de la propia Sagarpa- con acarreados.
El titular de Agricultura realizó, de esa forma, la deplorable hazaña
de combinar los viejos vicios del sistema priísta con la preocupante
torpeza política del PAN hecho gobierno.
Por si no bastara, en el desairado encuentro el presidente
Fox pidió a las organizaciones campesinas que "no se aíslen",
sin percibir que fue su propio secretario de Agricultura quien, con su
frivolidad y prepotencia, el que las dejó al margen de la reunión.
El episodio deja traslucir una pugna entre Usabiaga y
el secretario de Gobernación, Santiago Creel, artífice del
acuerdo del pasado día 4, cuyos entretelones no son materia de este
comentario.
Ciertamente, el diálogo orientado a establecer
un Acuerdo Nacional para el Campo no ha sido cancelado por el hecho referido,
pero sí quedó en evidencia el deseo de Usabiaga de torpedear
la negociación entre el gobierno federal y los grupos campesinos
que cuestionan las políticas agrarias vigentes o, mejor dicho, la
ausencia de ellas.
El incidente da pie también para ratificar la impresión
generalizada de que el actual grupo gobernante concibe al conjunto de los
campesinos mexicanos con base en el estereotipo de empresario agroexportador
exitoso, el cual encarnan el propio Usabiaga y el mismo presidente de la
República.
Si los actuales funcionarios no logran superar esa impresión
equivocada, parcial y facciosa del agro nacional, no habrá negociación
exitosa, ni Acuerdo Nacional para el Campo, ni política agraria
de Estado, sino un estallido social obligadamente catastrófico.