DERECHOS HUMANOS: SIN CAMBIO
Ayer,
el Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas contra la Detención Arbitraria
dio a conocer en Ginebra un documento en el que señala la persistencia
de los arrestos arbitrarios en nuestro país, denuncia el generalizado
irrespeto a la presunción de inocencia de los detenidos y destaca
que prevalece la impunidad. Asimismo, el documento refiere las condiciones
insatisfactorias que imperan en el sistema carcelario, y subraya que la
arbitrariedad policial y judicial afecta, principalmente, a los presuntos
delincuentes de bajo nivel cultural o económico.
El informe no es para nada novedoso. En diciembre pasado
la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en su balance anual
de supervisiones a las cárceles del país, formuló
un diagnóstico estremecedor sobre tales instituciones, a las que
calificó de "escuelas del crimen". El mes anterior, en Londres,
la secretaria general de Amnistía Internacional (AI), Irene Kahn,
le expresó al presidente Vicente Fox su preocupación por
la "persistencia de frecuentes violaciones de derechos humanos y la incapacidad
de las autoridades de proporcionar respuestas efectivas a las víctimas".
En mayo de 2002, la sección mexicana de AI denunció la persistencia
de la impunidad ante casos de tortura, detenciones ilegales, desapariciones
y ejecuciones extrajudiciales. En su informe anual, divulgado ese mes,
el organismo humanitario dijo, además, que la tortura, las detenciones
arbitrarias y los malos tratos seguían siendo "una práctica
habitual" del Ejército y de las corporaciones policiacas, federales,
estatales y municipales.
Los mencionados son sólo algunos ejemplos de los
señalamientos que regularmente formulan grupos y organismos nacionales
y extranjeros sobre la exasperante falta de avances en materia de derechos
humanos en el país y que, en conjunto, ponen de manifiesto que la
vigencia del estado de derecho sigue siendo, en buena medida, una meta
incumplida por parte del actual gobierno y, para la sociedad, una aspiración
pendiente.
Debiera ser claro, a estas alturas, que la plena observancia
de las garantías individuales en nuestro país no puede concebirse
como un resultado automático de la alternancia en el poder; que,
como lo señala el documento de la ONU divulgado ayer, la corrupción
imperante en las instancias de seguridad, procuración e impartición
de justicia, así como la debilidad de la cultura de derechos humanos,
se traducen en impunidad para los servidores públicos que cometen
toda suerte de atropellos, y que la erradicación de los abusos no
se conseguirá con promesas desde el poder público, por bien
intencionadas que éstas sean. Es preciso, por ello, que la sociedad
civil avance en la organización y la movilización para la
defensa de los derechos básicos de sus integrantes.