Concluyó la temporada de Niño
de arena, coreografía de Jesús Laredo y Athos
De evocación de los sueños a crítica
de la guerra
MONICA MATEOS-VEGA
Como un niño de arena, la obra que presentó
el grupo de danza contemporánea Athos en el Centro Nacional de las
Artes nació de los sueños y la idea de soledad que acompañan
a la muerte. También de la sensación de vulnerabilidad que
causó en Jesús Laredo, coreógrafo de la compañía,
la lectura de El principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
Con
la llegada de ''los vientos de guerra'', la puesta en escena se ha transformado
en una crítica a las situaciones de incomprensión y violencia
que bombardean a la sociedad a través de los medios. Con la ayuda
de video y títeres, de la danza emergen recuerdos que se ubican
ya sea en un desierto o en lugares sin tiempo ni forma que develan la fragilidad
humana ante la guerra.
Niño de arena es el nombre del espectáculo
que Athos preparó para participar en el Concurso Intercontinental
de Coreografía INBA-UAM 2001, y con la cual obtuvo el primer lugar.
Su creación se realizó durante la residencia de Laredo en
el Banff Centre for Arts de Canadá.
La obra ''no busca ilustrar escénicamente el texto
de Saint-Exupéry, sino crear de forma propia una puesta en escena
basada en las imágenes y sensaciones que se trabajaron durante un
laboratorio de danza, video y títeres con base en el estudio y análisis
del cuento", explicó el autor de la coreografía, la cual
ha tenido oportunidad de evolucionar debido a la temporada de 16 funciones
que obtuvieron al ser seleccionados en la Convocatoria 2003 del Foro de
las Artes.
''Otra de las ventajas de presentar espectáculos
dancísticos durante periodos largos es que podemos formar un público,
algo que es muy necesario para nuestro gremio. Además, como ejecutantes
tenemos un mejor desempeño de la obra porque nos permite enfocarnos
en un personaje para hacerlo más nítido", señaló
Jesús.
Este montaje pretende hacer reflexionar al espectador
acerca de la naturaleza de El Principito, el cual, según
Laredo, representa esa voz permanente y misteriosa que habita en cada persona
y que le dice: "hay pequeños momentos en que somos tiranos o violentos
o ambiciosos. El Principito es, para mí, producto de un viaje
interno del autor".
El coreógrafo considera que la utilización
de videos y títeres le permitió ofrecer una narración
más clara y actual. La idea de vulnerabilidad se fue trabajando
de acuerdo con las recientes noticias del conflicto Estados Unidos-Irak,
hasta convertirla en uno de los momentos más duros e impresionantes
de la obra.
Laredo considera que la danza le hace experimentar sensaciones
que no encuentra en otras actividades, por ejemplo, agrega, "minutos antes
de entrar al escenario, aun cuando llevo varios años en esto, siento
nervios. Mis músculos están tensos, duros como la madera,
pero empiezo a bailar y después de un par de minutos me siento ligero,
cualquier preocupación se borra de mi mente, y es cuando empiezo
a volar".