RUMBO A LA FRACTURA DE LA ONU
Ayer,
cuando el gobierno británico, en representación del de Estados
Unidos y de sí mismo, presentó ante el Consejo de Seguridad
de la ONU un proyecto de resolución para legitimar la guerra contra
Irak, dio también un paso decisivo hacia la formalización
de la fractura que ha generado en la comunidad internacional el empecinamiento
bélico de esos regímenes y de algunos aliados menores.
Si Washington y Londres se empeñan en hacer votar
su iniciativa es muy probable que se encuentren al final del proceso con
el veto de alguna de las potencias con las que comparten los asientos permanentes
del Consejo de Seguridad -Francia, Rusia y China- y que George W. Bush
y Tony Blair se vean obligados a escoger entre dar marcha atrás
en sus designios militaristas o porfiar en una aventura bélica al
margen de la ONU, respaldados sólo por algunos comparsas entusiastas,
pero poco eficaces y militarmente irrelevantes, como los gobiernos de España
e Italia.
De cualquier forma, el daño al Consejo de Seguridad
(el organismo internacional más poderoso y decisivo) y a la ONU
en su conjunto estará hecho y será difícilmente reparable.
La fractura pondrá en evidencia proyecciones geopolíticas
incompatibles y encontradas, alimentará desconfianzas y rencores
de largo plazo, se extenderá a la Unión Europea y paralizará,
para mal, buena parte del quehacer de los organismos internacionales.
Ciertamente, en lo inmediato sería preferible una
paz lograda al precio de la división y no una guerra injusta librada
por consenso. Pero, por desgracia, el empecinamiento del gobierno de Bush
puede colocar al mundo en el peor escenario: el de una ruptura entre las
cinco mayores potencias militares, que desemboque, de todos modos, en una
agresión unilateral contra Irak.
Tal ha sido la presión para hacer posible la guerra
que ésta, por desgracia, parece estar cercana. A la determinación
de Washington y Londres de presentar la referida propuesta de resolución,
pese al manifiesto rechazo mundial a su obsesión guerrerista -al
que se sumó ayer en bloque el Movimiento de los No Alineados, que
agrupa a 114 gobiernos-, deben sumarse signos inquietantes como la inopinada
declaración política del jefe de los inspectores internacionales,
Hans Blix, sobre la "falta de credibilidad" de Irak y como la imprudente
negativa de Saddam Hussein -según una entrevista difundida por la
cadena estadunidense CBS- a destruir un tipo de misiles de su arsenal que,
de acuerdo con Blix, podrían considerarse violatorios, en razón
de su radio de acción, de las órdenes de desarme que pesan
sobre Irak.
En estas circunstancias no queda sino esperar que los
gobiernos de Bush y Blair sean capaces de imaginar el enorme daño
que causarían a sus propios conciudadanos -habida cuenta de que
la paz, la estabilidad mundial y la integridad física de los civiles
iraquíes los tienen sin cuidado- si persisten en ir a la guerra
solos y con un Consejo de Seguridad paralizado por la fractura.