Francisco López Bárcenas
Indigenismo de derecha
La salida del indígena mixe Huberto Aldaz de la dirección del Instituto Nacional Indigenista (INI) no es un asunto aislado ni fortuito. Con ella concluye una etapa más de la política indigenista del actual gobierno. Junto con esto, también se cierra más el cerco político tendido por el actual gobierno contra los pueblos indígenas de México, que insisten en hacer valer su derecho a la autonomía. En esta estrategia el ex director del INI no es la pieza más importante, sino la más visible. Atrás están otros actores políticos que antes del zapatismo impulsaron la lucha por la autonomía indígena con su modelo de autonomía regional y después se unieron al foxismo en busca de cualquier puesto dentro del gobierno.
Para explicar la anterior aseveración es bueno recordar que desde que el hoy Presidente de la República andaba en campaña, la Asamblea Nacional Indígena Plural por la Autonomía (ANIPA), así como otras organizaciones afines, se acercaron al candidato blanquiazul para pactar un proyecto que incluía una amplia reforma constitucional e institucional que pasaba por el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés, suscritos entre el gobierno federal y el EZLN, como medio para alcanzar una paz justa y digna en el estado de Chiapas. Harto necesitado de votos, Vicente Fox aceptó, pero no cumplió. Incorporó a algunos indígenas al gobierno en puestos de segundo nivel, salvo la dirección del INI, que se entregó a un indígena nahua, pero subordinado a las decisiones de la jefa de la Oficina de Representación de la Presidencia de la República para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. A la falta de cumplimiento de los demás compromisos la organización calló. La lucha por la autonomía podía esperar mientras ellos tuvieran algunos puestos.
Cuando despidieron al primer director indígena del INI llegó Huberto Aldaz al cargo, con la promesa de luchar por la reconstitución de los pueblos indígenas. Nunca explicó cómo podía hacer eso, cuando la lucha de las comunidades y las organizaciones indígenas apuntaba hacia otro lado de las iniciativas del gobierno, pero durante el tiempo que ocupó ese puesto el gobierno federal anunció como su mayor logro en materia indígena la consulta para la transformación del INI en un consejo, proceso por demás cuestionado no sólo por sus intentos de legitimar un acto que públicamente era rechazado por muchas comunidades y organizaciones indígenas, sino también porque se realizó ignorando nuestro marco jurídico en esa materia.
Hoy se anuncia que Aldaz deja la dirección del instituto para ir a "la conformación de una plataforma que permita al blanquiazul ampliar su presencia y oferta políticas". Según la misma información periodística, en esa empresa no estará solo, ya que contará con el apoyo de la ANIPA, y hasta de las organizaciones más reaccionarias, de acuerdo con la misma fuente. Sólo para documentar la memoria, es bueno recordar que se trata de la organización que acusó a los zapatistas de traicionar al movimiento indígena por firmar unos acuerdos "de bajo perfil" que no incluían expresamente la autonomía regional; fue la que firmó con Vicente Fox unos acuerdos y no dijo nada cuando éste incumplió, la misma que acusó a Aldaz de no conocer el movimiento indígena cuando asumió la dirección del INI. Esa organización hoy hace alianza con el PAN, molesta porque el PRD le cerró los espacios que tenía con él "como aliada natural", según expresó uno de sus dirigentes.
La conformación de una plataforma que permita al blanquiazul ampliar su oferta y presencia políticas de cara a las próximas elecciones nos lleva a pensar que en los próximos años contaremos con un indigenismo de derecha, construido con los mismos argumentos del indigenismo revolucionario de los mejores años del priísmo, mezclado con un discurso del movimiento indígena actual, pero vaciado de contenido y en muchos casos construido por sus propios impulsores, aunque ya colocados del otro lado y con otra postura política. Todo esto mezclado con la doctrina social de la caridad, como acostumbra la derecha. En un sistema político cuyos actores gustan mucho de olvidar la ética, esto no tiene nada de extraño. Pero los que creemos en la lucha de los pueblos indígenas por sus derechos y caminamos con ellos, a su lado, no podemos verlo de la misma manera.