José Antonio Rojas Nieto
Economía y petróleo
El primer trimestre de este año el consumo mundial de petróleo fue de casi 79 millones de barriles al día. En la primavera este consumo disminuye. En el segundo trimestre alcanzará un volumen cercano a 76 millones de barriles. Normalmente este descenso se acompaña de una ligera baja en el precio, que resulta mayor o menor dependiendo de la fortaleza del componente estructural de esa demanda, es decir, del que no está sujeto al clima o la estación del año, sino del nivel de la actividad económica.
Ese componente se identifica como el corazón de la demanda. Por el decaimiento económico actual, ese corazón está debilitado. Y se debaten las condiciones económicas que resultarán de la invasión de Irak y del eventual triunfo británico-estadunidense.
Cinismo aparte, múltiples analistas internacionales -indica Le Monde este viernes (Le six faiblesses de l'économie mundial)- prevén un impacto positivo. Permitirá eliminar -aseguran- la incertidumbre (ansiedad geopolítica, la llamó Alan Greenspan) que acompaña a la economía mundial. Dará un nuevo entorno de confianza en el dólar y, con ello, una nueva fase de estabilidad monetaria. Además -lo obvio- permitirá un precio de petróleo más bajo, que facilitará la recuperación económica.
Una visión alternativa asegura que la incertidumbre podría continuar y profundizarse, y no sólo dada la inquietud que ha surgido por la epidemia de neumonía atípica en el Lejano Oriente que, por cierto, ya afecta de manera significativa la circulación de personas y productos. No. Para algunos analistas la invasión no resultará lo exitosa que se dice y podría prolongarse más tiempo. El mismo Horst Köehler, director del Fondo Monetario Internacional, advirtió este miércoles que una invasión más prolongada y poco exitosa podría extender y profundizar la recesión que ya se da en países como Japón y Alemania, o el lento crecimiento, como sucede en Estados Unidos. En ellos y en muchos más prevalecen los bajos índices de utilización de la capacidad instalada, la baja producción industrial, el alto desempleo y, por todo ello, los severos problemas de déficit fiscal (3.6 por ciento en Alemania, 3.0 por ciento en Francia y 8.0 por ciento en Japón).
Es indudable que luego de 17 días de invasión hay más prudencia respecto de las estimaciones anteriores de la evolución mensual de la economía en general y del precio del petróleo en particular. Ya no se considera ni la elevación violenta de precios -desmentida una y otra vez- ni un derrumbe posterior a la invasión. Para el caso del marcador West Texas Intermediate (WTI) se estiman 30 dólares por barril, y 24 dólares, aproximadamente, para nuestro crudo.
Por lo pronto este polémico contexto ha implicado que el primer trimestre del año se registre un precio promedio de 27.30 dólares por barril de crudo mexicano exportado, 49 por ciento superior a los 18.35 dólares presupuestados. Pero, además, se ha exportado un volumen 15 por ciento mayor al del mismo trimestre de 2002 aunque -ese sí- similar al del presupuesto: un millón 850 mil barriles diarios. Por ello el ingreso por exportaciones de petróleo de enero a marzo alcanzó los 4 mil 540 millones de dólares. Pero, además, por el alto tipo de cambio del trimestre (10.80 pesos por dólar), estos ingresos resultaron ser 58 por ciento mayores a los presupuestados.
Se trata de mucho dinero. Pero -nunca falta un pero- a nadie debe poner contento esto. Hay al menos dos razones para no hacerlo: 1) el mayor volumen exportado implica una sobrexplotación de la región marina (6 por ciento respecto del mismo trimestre del año anterior), hecho que bajo ninguna circunstancia se justifica, porque deteriora sus condiciones y acelera la pauperización de los pozos más fértiles y abundantes del país; 2) el éxito exportador se acompaña de un fracaso importador, pues seguimos importando -hoy a precios mucho más elevados- gas licuado (100 mil barriles al día), gasolinas (130 mil barriles diarios), otros petrolíferos (al menos 70 mil barriles más) y muchísimo gas natural (750 mil millones de pies cúbicos diarios), por lo que hemos pagado cerca de mil 400 millones de dólares. Y esto, de verdad, no es para alegrar a nadie.
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