CATALEJO
Jaime Avilés
Máquinas para la paz
AUN CUANDO CASI no ha salido del país, Andrés Manuel López Obrador es un gobernante de estilo europeo. Vive en un discreto departamento, se desplaza en un auto compacto y cree en la austeridad como fuente de inspiración. La noche del sábado cenó con sus hijos y un pequeño grupo de amigos en un restaurante de la colonia Roma, pidió una limonada y un cebiche, y cuando el mesero levantó los platos propuso un recorrido por las obras del distribuidor vial de San Antonio.
ERA CERCA DE de la media noche, pero había vecinos del rumbo de Mixcoac paseando y tomando fotos tras las vallas que delimitan el espacio de la edificación. Grandes reflectores iluminaban los enjambres de constructores encaramados con casco y martillo en lo alto de los puentes, que en todo momento del día y de la noche van extendiendo las rampas de los dos pisos que, a finales de mayo, unirán el Viaducto Río Becerra con el Periférico sur.
LOPEZ OBRADOR MOSTRO las cinco grúas alemanas que el Gobierno del Distrito Federal compró para cargar y poner en su sitio las placas de concreto prefabricado sobre las cuales, en breve, circularán millones de automovilistas. Cada plancha, dijo, tiene 200 toneladas de cemento. Como en total serán 356 piezas, estamos hablando, agregó, de 71 mil 200 toneladas, sin contar unas 30 mil toneladas más, correspondientes a las columnas que las soportan, la más chaparra de las cuales mide 80 centímetros y la más alta 27 metros.
ESTA ULTIMA, LLAMADA "la madre de todas las columnas", sostendrá una plancha de 47 metros de longitud que pasará "volando" sobre el Periférico, pero no será tan espectacular como la que irá de San Antonio al Viaducto y describirá una amplia curva. Para que la obra sea concluida en tiempo, el GDF adjudicó cada tramo del distribuidor a una constructora distinta. Estas dan empleo, en conjunto, a mil 500 obreros en tres turnos y para acelerar la fragua del concreto que se cuela in situ -en columnas y arcos- se utilizan máquinas de vapor que secan la mezcla en cosa de horas.
UNO DE LOS detalles más admirables de este esfuerzo es el trabajo de los alambreros, los artesanos expertos en tejer a mano la urdimbre de varillas de acero que constituyen el esqueleto de las columnas. A instancias de una de sus invitadas, López Obrador se acercó a saludar a una pareja de abuelos que lo iban siguiendo tras las vallas y les preguntó qué estaban haciendo en sábado y tan tarde por ahí. El hombre se limitó a felicitarlo: "Cuente con nuestro apoyo, licenciado. Da gusto tener a gente como a usted", dijo.
PERO LA SEÑORA fue más explícita: "Nos encanta venir a ver esto. Es que ya no podemos estar mirando la guerra en televisión; cómo es posible que haya tantos aparatos tan modernos que sólo sirvan para matar. En cambio, aquí se nos sube el ánimo, licenciado, porque estas máquinas son para la paz".
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