Auditorio Nacional y Palacio de los Deportes,
dos ejemplos de cesión a la IP
El recinto de Moneda 4 correrá suerte similar
a la de otros espacios públicos
Recurre el gobierno de Fox a la figura jurídica
del comodato para otorgar al clero el uso privado del antiguo palacio
OCESA, una de las empresas beneficiarias
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
El Auditorio Nacional y el Palacio de los Deportes son
dos variantes de administración y uso de recintos públicos
por la iniciativa privada. Se trata de dos inmuebles del Estado puestos
en manos de particulares, como ahora el gobierno de Fox está a punto
de hacer con el Palacio del Arzobispado, en la modalidad de comodato.
El
Auditorio funciona bajo la figura jurídica del ''fideicomiso" y
el Palacio de los Deportes en la modalidad de ''arrendamiento". Los cambios
en sus administraciones -realizados en 1991 y 1990, respectivamente- formaron
parte de la estrategia ''modernizadora" de Carlos Salinas.
Uno de los primeros efectos de esos cambios fue la apertura
de las autoridades para la realización de conciertos masivos de
rock en México, luego de casi 20 años de tácita proscripción
(a partir del festival de Avándaro, en 1971). Así, Salinas
mataba dos pájaros de una pedrada: por un lado, quedaba bien con
la población juvenil (decisiva a la hora de contar votos) e internacionalmente
daba a su gobierno una imagen presuntamente democrática, que favorecía
su propósito de atraer inversionistas extranjeros (habida cuenta
de que la industria musical es una de las que más dinero mueven
en el mundo).
La medida también colocó a México
en el selecto circuito de países dignos de ser considerados por
las luminarias del rock a la hora de programar sus giras internacionales.
Sin embargo, tuvo un efecto negativo: los prohibitivos precios de entrada
a esos conciertos excluyeron de facto al público con menos
recursos económicos.
OCESA, la beneficiaria
La empresa Operadora de Centros de Espectáculos,
SA de CV (OCESA) es la gran beneficiaria de las modificaciones administrativas
de ambos espacios.
El
Auditorio Nacional fue construido en 1952 para albergar actividades ecuestres.
En 1953 fue puesto en manos de la Secretaría de Educación
Pública y, administrado por el Instituto Nacional de Bellas Artes
(INBA), pasó a ser parte de la Unidad Artística y Cultural
del Bosque. Tras ser remodelado por el entonces Departamento del Distrito
Federal (DDF) en 1991, se le dio la figura jurídica del fideicomiso,
cuya administración se clasifica como entidad privada, autónoma,
pero supeditada a un ''Comité Técnico", su máximo
órgano de gobierno, integrado por altos funcionarios del Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes, el INBA, el Gobierno del DF y cinco
personas ''de reconocido prestigio en la sociedad mexicana", varias de
ellas vinculadas con la IP. De acuerdo con la página oficial del
auditorio en Internet, ''los remanente económicos" que genera al
año el recinto se dividen en partes iguales entre el INBA y el gobierno
del DF para la realización de ''actividades artísticas y
culturales".
Obra emblemática del arquitecto Félix Candela,
el Palacio de los Deportes fue construido para los Juegos Olímpicos
de 1968. Durante un tiempo fue administrado por la entonces dirección
de Promoción Deportiva del DDF y luego por Socicultur. Por considerársele
un ''elefante blanco" para el presupuesto capitalino, el primero de diciembre
de 1990 se arrendó y otorgó su operación a OCESA.
En medio de protestas de la comunidad deportiva, la empresa se encargó
de su reacondicionamiento y habilitación, sobre todo, para espectáculos
musicales. Los términos del arrendamiento se acordaron -según
palabras del entonces coordinador técnico del Palacio de los Deportes,
Juan Benjamín Luna (La Jornada, 10/01/91)- ''en los más
altos niveles", entre el regente Manuel Camacho Solís y los propietarios
de OCESA".