Jorge Turner
La incertidumbre de AL ante el futuro. De Irak a Puerto
Rico
Vivimos una nueva época, ¡qué duda
cabe! El gobernante actual de Estados Unidos quiere ser el domador de un
circo que mantenga al público paralizado por el terror ante sus
desmanes patológicos. La finalidad es cambiar el mapa político
del orbe y colocar más abiertamente a su país en la hegemonía
del sistema mundial.
En otras palabras, las guerras actuales involucran el
propósito estadunidense de obtener el control mundial del petróleo
y otros recursos naturales, y el fogueo de su descomunal industria militar
para predominar sobre la Tierra.
El
clima político internacional en que estamos metidos no puede arrastrar
peores presagios. Nos va a ir muy mal si la fuerza de las protestas y la
rebeldía no logran frenarlo. Pero inclusive obteniendo algún
éxito también tendríamos por delante retos y grandes
dilemas por resolver.
Las circunstancias de la invasión militar estadunidense
a Irak, sin autorización de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU), nos recuerda el retiro de la vieja Liga de las Naciones por
parte de Alemania, en octubre de 1933, para como miembro no tener que someter
sus querellas al control del Consejo de Seguridad del organismo. La diferencia
estriba en que Adolfo Hitler renunció a la Liga de las Naciones
para no tener trabas jurídicas directas que le dificultaran su marcha
bélica, que finalmente concluyó con el inicio de la Segunda
Guerra Mundial, mientras Estados Unidos ha actuado en este caso desestimando
a la ONU, sin dejar de pertenecer a ella y sin recibir sanción alguna
por su arbitrariedad.
Los acontecimientos internacionales, desde la destrucción
de las torres neoyorquinas, el 11 de septiembre, han resultado escalofriantes.
Primero, la destrucción terrorista de las Torres Gemelas en sí,
después el bombardeo estadunidense a la población civil en
Afganistán, como respuesta, buscando inútilmente a Osama
Bin Laden, y ahora la invasión a Irak con la acusación de
que Saddam Hussein es poseedor de armas de destrucción masiva. Sin
embargo, el que fue acusador ha asolado al mundo desde siempre con su terrorismo
de Estado y hoy es propietario exclusivo de un poder militar de destrucción
masiva sin precedente en la historia de la humanidad.
No podemos calcular los costos combinados de las acciones
desatadas y por desatarse, pues no se sabe aún en qué momento
podrá ser detenido el régimen estadunidense, ni qué
otros países ocupará, aunque los acontecimientos ocurridos
ya han enseñado algunas consecuencias de primer orden.
Entre ellas podemos señalar que el mínimo
del respeto al orden jurídico mundial, condensado en la ONU, que
de algo servirá a pesar de sus insuficiencias, ha sido roto; que
representantes de otras grandes potencias, con sus propios intereses materiales
están en competencia y desacuerdo con el unilateralismo yanqui;
que un sector de la clase política estadunidense rechaza las mal
llamadas guerras preventivas, y que grandes masas de los pueblos
del mundo entero, incluyendo al de Estados Unidos, han ido adquiriendo
mayor conciencia del valor de la paz en las relaciones entre las naciones
y de la importancia del respecto a la autodeterminación nacional.
La movilización popular en el orbe, aunque sólo
sea un factor a tomar en cuenta, nos hace creer que otro mundo es posible
y mantener la esperanza redentora, sin la cual no tiene sentido la vida.
En la actualidad los latinoamericanos debemos apoyar con
entusiasmo los recientes intentos organizadores para dotar al mundo de
una declaración universal de los derechos humanos para el siglo
XXI, con mayor énfasis en las reivindicaciones populares, sin dejar
de advertir los alcances que puede tener la tendencia contraria de hundir
al mundo en una guerra internacional permanente que significaría
el endurecimiento liberticida de los regímenes oligárquicos.
En el mundo de hoy las reivindicaciones con las que se
está enfrentando a la insania reaccionaria cada vez son más
amplias y no partirán sólo de una región y de una
clase explotada, sino que serán múltiples y abarcativas,
según las coyunturas y las condiciones imperantes en los distintos
lugares. A pesar del estrépito de las grandes protestas, en América
Latina aún nos debatimos en la incertidumbre y todavía no
tenemos cuajada una agenda con los objetivos a realizar.
Pero
es claro que en el horizonte se dibujan las nubes negras de la profundización
de la pobreza general (de acuerdo con un informe reciente de la Organización
Internacional del Trabajo, sólo el conflicto inicial en Irak dejará
sin empleo a otros 24 millones de personas), y que la premisa de nuestra
acción debe estar motivada por la defensa de nuestras soberanías
y el respeto a la autodeterminación nacional. Las grandes lastimaduras
históricas que nos dejaron los estadunidenses tras sus intervenciones
en nuestros países, instalando en su retirada dictadorzuelos peleles,
nos hacen comprender el curso que se persigue en Irak.
En nuestras luchas latinoamericanas no debemos olvidar
Vieques y Puerto Rico. En un artículo anterior ("Las dos opresiones
que sufre Vieques") me refería a la situación de esta isla
puertorriqueña. Como parte del archipiélago borincano los
viequenses viven bajo la misma techumbre colonizada por Estados Unidos,
pero simultáneamente padecen al ser el centro de entrenamiento y
de bombardeos experimentales diarios de la marina de guerra de Estados
Unidos, lo que los somete a una tortura sicológica permanente, parecida
a la de una silla eléctrica constante.
Sesenta años tiene esta práctica, en cuatro
quintas partes de Vieques, y finalmente se concibió una estrategia
para contrarrestarla, pacífica pero efectiva: viequenses y puertorriqueños
sin detenerse ante la represión se dedicaron a formar campamentos
clandestinos en el área ocupada por la marina para entorpecer las
maniobras estadunidenses.
Este tipo de incursiones hicieron resurgir el esplendor
de los anhelos de independencia y lograron que el gobierno estadunidense
anunciara que a partir de mayo de 2003 concluirá sus prácticas
en Vieques por tener ofrecimientos alternos. ¡Que esto se cumpla
y que Puerto Rico obtenga su independencia son dos prioridades que deben
figurar en una agenda latinoamericana reivindicativa!