ECONOMIA MORAL
Julio Boltvinik
Pobreza indígena por tamaño de localidad
Diálogo con Magdalena Gómez
Todos los indígenas rurales son pobres
Correcciones
La economía moral es convocada a existir como resistencia
a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede
equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de
la gente
EN LA ENTREGA ANTERIOR de esta columna ("Pobreza
indígena en 2000", 11/4/03) se metió un duende en la computadora
y la población indígena de siete estados fue clasificada
como no indígena. Por tanto, el cuadro que presenté la semana
pasada tiene algunos errores, la mayor parte de ellos menores, pero los
que sí resultan graves son los referidos a cifras absolutas. Por
ello repongo hoy todo el cuadro (Cuadro 1), aunque las dos columnas referidas
a la población urbana y a la rural estaban bien. El cambio fundamental
es que la población indígena había sido fuertemente
subestimada. En lugar de 7.095 millones, como se publicó, la población
indígena correcta es de 9.278 millones, una subestimación
gravísima de más de 2 millones de personas, debido a que
se clasificó como no indígena la población indígena
de siete estados. Por tanto, la población no indígena estaba
sobrestimada en el mismo monto. Con similares errores resultaban, entonces,
todos los valores absolutos contenidos en los renglones 1 a 9 del Cuadro
1. Los números de indígenas pobres e indigentes correctos
son 9.01 y 7.68 millones (y no 6.89 y 5.91 millones como se publicó
la semana pasada).
SIN EMBARGO, LOS VALORES relativos cambiaron muy
poco. Por ejemplo, el porcentaje de pobres entre los indígenas (renglón
10) no sufrió cambios, aunque el correspondiente a la población
no indígena bajó tres décimas de punto porcentual.
El porcentaje de indigentes bajó ligeramente en ambos grupos, habiendo
pasado de 83.4 a 82.8 por ciento entre la población indígena.
Todos los valores relativos (renglones 10 a 24 del cuadro) cambiaron muy
poco, de tal manera que el análisis presentado la semana pasada
es totalmente válido.
MAGDALENA GOMEZ en su artículo de La
Jornada del pasado martes (15 de abril) descalifica la aplicación
del término indigentes, tal como la apliqué a la
población indígena y no indígena, aunque la autora
sólo percibe que se lo "endosé a los indígenas". Según
ella, "la indigencia está caracterizada por un proceso de desafiliación
comunitaria y familiar que coloca a la persona en condiciones de absoluta
imposibilidad de valerse por sí misma; en muchas ocasiones tan extrema
soledad se acompaña con cuadros de padecimientos mentales y físicos."
Esta es su definición, no la mía ni la de los diccionarios.
El de la Real Academia Española define la indigencia, en la única
acepción que proporciona, como "falta de medios para alimentarse,
vestirse, etcétera." El Diccionario del español usual
en México, de El Colegio de México, refiere también
una sola acepción del término indigente, que define como
"que carece de lo necesario para vivir, que no tiene lo imprescindible
para subsistir, que es muy pobre". El Diccionario de uso del español,
de María Moliner, identifica indigente con una sola acepción:
"Menesteroso. Necesitado. Pobre. Se aplica a los que no tienen lo necesario
para vivir".
LA DEFINICION DE INDIGENTE que doy en mi columna
de la semana pasada y que Gómez cita ("los miembros de los hogares
que cumplen, en promedio, menos de la mitad de las normas de ingreso, tiempo
y necesidades básicas") puede verse como una operacionalización
del sentido que indigente tiene en la vida cotidiana (tal como lo reflejan
los tres diccionarios citados) y que se aplica a cualquier hogar o persona,
indígena o no indígena, que reúna los requisitos de
la definición. Lo que Gómez define como indigente es prácticamente
el que vive en la calle y que, a veces, como ella señala, tiene
trastornos mentales (el loquito que vaga y duerme en la calle). Desconozco
de dónde sale la concepción de indigencia que maneja, aunque
pudiera tener su origen en el ámbito jurídico, ya que Magdalena
es una excelente abogada. La autora toma su concepto de indigencia,
me lo atribuye y de ahí concluye que mi "visión" está
conectada con la noción de grupos vulnerables. También parece
concluir que mi uso del término indigente se deriva de que los especialistas
en el tema indígena, ella incluida, no pudieron, por haber concentrado
sus esfuerzos en la clase política, compartir con "analistas y estudiosos
de temas colindantes o referidos a la problemática indígena".
Como quien dice no nos educaron y eso explica que salga ahora con esta
barrabasada. Su artículo se titula "Los indígenas no son
indigentes". Está claro que con su definición habría
muy pocos casos en esa situación. También está claro
que con mi definición, que coincide con la del lenguaje de la vida
cotidiana, hay muchísimos indígenas (y no indígenas)
que están en esa situación. Probablemente sería mejor
decir, por tanto, que "están, o viven, en la indigencia" en vez
de "son indigentes", que denota una condición más permanente.
Agradezco a Magdalena Gómez su interés en mi trabajo y la
oportunidad de presentar estas aclaraciones.
EN EL CUADRO 2 se presenta la estratificación
de la población indígena por tamaño de localidad.
Una parte sustancial de la población indígena vive en localidades
urbanas, incluso en las más grandes (8 por ciento y 7.4 por ciento
en los dos tamaños más grandes, según se ve en la
última columna del Cuadro 2. Sólo un poco más de la
mitad (55.6 por ciento, 5.155 millones) vive en localidades rurales y un
poco más de las tres cuartas partes en localidades de hasta 15 mil
habitantes (76.3 por ciento). La población indígena rural
es pobre en su totalidad (99.4 por ciento se encuentra en esa condición)
y casi toda (94.1 por ciento) vive en condiciones de indigencia (renglón
1 del cuadro 2), en peor situación que la población rural
no indígena, 98 por ciento de la cual vive en pobreza y 81.1 por
ciento en la indigencia (cuadro 1, renglones 10 y 11).
A MEDIDA QUE PASAMOS a mayores tamaños de
localidad (renglones 2 y siguientes del cuadro 2) la situación,
a pesar de que sigue siendo muy mala, mejora muchísimo hasta llegar
a las ciudades de 500 mil y más habitantes, donde menos de la mitad
(44.3 por ciento) de la población indígena vive en condiciones
de indigencia y 12 por ciento ha salido de la pobreza. Algo similar ocurre
en el tamaño de 100 mil a 499 mil 999 habitantes. La asociación
muy clara entre tamaños más pequeños de localidad
y peores condiciones de vida de la población indígena, puede
verse en la columna de indigentes del cuadro 2, que al leerse de abajo
arriba muestra cómo aumenta el porcentaje de indigentes indígenas
a medida que disminuye el tamaño de la localidad: 44.3, 52.4, 59.1,
66.0, 69.6, 85.2, 94.1. En cambio, si hacemos el mismo recorrido en la
columna de pobres no indigentes, el porcentaje disminuye a medida que pasamos
a las localidades más pequeñas: 43.7, 37.7, 33.8, 28.9, 25.9,
12.8 y 5.3. Este movimiento inverso de estos dos grupos de pobres explica
que los contrastes en el porcentaje que el total de pobres representa en
la población total, sean relativamente menores, yendo de 88 en las
localidades más grandes a 99.4 en las más pequeñas.
LA ESTRUCTURA SOCIAL de la población indígena,
con los tres estratos del cuadro 2 -indigentes, pobres no indigentes y
no pobres- y expresando los porcentajes en números sin punto decimal,
son como sigue: en las localidades rurales: 94-5-1 y en las ciudades más
grandes: 44-44-12. Como se aprecia, salvo por el hecho de que el estrato
social más pequeño en ambos casos es el de los no pobres,
ambas estructuras sociales son muy diferentes. La población indígena,
igual que la no indígena, mejora sus condiciones de vida cuando
vive en el medio urbano y, sobre todo, en las metrópolis. En el
Distrito Federal (lo que no se muestra en el cuadro) la estructura social
de la población indígena es 42-44-14, donde ya claramente
el estrato de pobres no indigentes es el más numeroso.