Silvia Gómez Tagle
Panorama con vista a las próximas elecciones
Con el registro de candidatos a diputados federales del pasado martes 15 de abril se cierra una oscura etapa del proceso electoral, en la que los partidos políticos estuvieron sumergidos en contiendas internas, y da paso a la competencia por las 500 curules de la Cámara de Diputados, así como a las elecciones locales que se celebrarán en forma concurrente el próximo 6 de julio.
Es muy pronto para aventurar pronósticos porque las campañas apenas van a dar comienzo y hasta ahora la información ha versado sobre temas que poco alientan al electorado: por un lado, se ha hablado de los conflictos internos por las candidaturas, y, por otro, los fraudes y la corrupción han sido el tema más atendido, sobre todo en los casos de los Amigos de Fox y el desvío de fondos de Pemex al PRI, ambos durante las campañas presidenciales de 2000. Según datos ofrecidos por Ricardo de la Peña en un reciente encuentro, 56 por ciento de los entrevistados en una encuesta nacional no sabía que habrá elecciones federales el próximo 6 de julio. Los partidos que la gente más conoce son Acción Nacional, el Revolucionario Institucional y el de la Revolución Democrática. Alrededor de la mitad de la población sabe que existe el Partido del Trabajo y el Partido Verde Ecologista de México, mientras los demás son prácticamente ignorados. Por lo tanto, desde ahora se puede concluir que el peor problema que enfrentará la democracia mexicana el 6 de julio será el abstencionismo.
Después de 1997, cuando el Presidente de la República perdió el control de la Cámara de Diputados, ésta ha jugado un papel cada vez más importante en la determinación del rumbo del país, por eso las elecciones de julio revisten gran significación.
De la conformación de la Cámara de Diputados dependerá en gran medida el futuro de país, así como que Vicente Fox lleve adelante sus proyectos de privatización, consumando el desmantelamiento de la estructura productiva o bien que se encuentren otras vías para lograr una integración más favorable de México en el mercado internacional y se logre reactivar la inversión productiva. Sin embargo, pareciera ser que muchos mexicanos ignoran la importancia de la cámara baja y mucho más el papel que deben desempeñar nuestros representantes populares. Según refiere Roy Campos, solamente 14 por ciento de la población "conoce el nombre de un diputado" sea cual fuere, ya no digamos el diputado del distrito donde a ese ciudadano le corresponde votar.
Los resultados de las encuestas no permiten colocar a ningún partido en definitiva como mayoritario en la integración de la próxima Cámara de Diputados, lo cual indica que seguirá existiendo la necesidad de negociar las reformas legislativas entre dos partidos, cuando menos y, si se trata de reformas constitucionales, probablemente se requiera del acuerdo de los tres partidos más importantes. En un rango muy amplio se podría colocar al PAN y al PRI compitiendo por el primer lugar sin mayoría absoluta, y al PRD en tercer sitio, en una posición de bastante competitividad.
En la ciudad de México, en cambio, los resultados favorecen por amplio margen al partido del sol azteca; en particular resulta sorprendente la altísima aceptación de que disfruta Andrés Manuel López Obrador. En los resultados de cuatro encuestas delegacionales (Reforma, 16/4/03) el jefe de Gobierno del Distrito Federal recibe una valoración de entre 88 y 83 por ciento. Este hecho insólito, si se considera que la aceptación de Fox casi siempre es inferior a 50 por ciento, debe influir positivamente en la imagen del partido, tanto en la propia capital como en el interior del país. Pero además, si se consideran individualmente los resultados en las tres delegaciones gobernadas por el PAN -Alvaro Obregón, Cuajimalpa y Venustiano Carranza-, la preferencia por el PRD es superior a la que tiene el PAN; y en Tlalpan, donde actualmente gobierna el perredista López y Rivas, la preferencia alcanza 48 por ciento. Finalmente, en todos los casos el tricolor aparece en tercer lugar, muy por abajo de los otros dos partidos.
A pesar de que esas encuestas están lejos de constituir pronósticos realmente sólidos, la reflexión sobre los posibles escenarios resulta interesante, sobre todo a la luz del contraste que presentan las evaluaciones a escala nacional y las de algunas delegaciones de la ciudad de México, porque indican la tendencia hacia donde podrían evolucionar las preferencias de los electores en el futuro, si se considera el efecto-demostración que tiene el gobierno de la capital sobre el resto de país.
Sin duda, el enemigo más duro a vencer será el abstencionismo, pues parece como si los mexicanos se hubieran dado por satisfechos de "sacar al PRI de Los Pinos" en 2000 y que ahora esperan que la democracia funcione automáticamente, sin necesidad de que se preocupen por quienes resulten electos.
sgomez @colmex.mx