Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 18 de abril de 2003
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La celebración indígena es un elemento de afirmación ante las intromisiones culturales

Semana Santa, la festividad religiosa más importante para los rarámuris

En ella plasman sus problemas cotidianos y la ancestral marginación de su pueblo El baile de los fariseos dura día y noche Ofrecen el ceremonial para pedir buenas cosechas en el ciclo agrícola

MIROSLAVA BREACH VELDUCEA CORRESPONSAL

Chihuahua, Chih., 17 de abril. Inmersos en un constante conflicto cultural, los grupos indígenas de la sierra Tarahumara celebran con fervor la Semana Santa católica, en la que cada año plasman sus problemas cotidianos y la ancestral marginación de su pueblo.

Rarámuris -nombre indio original de la tribu tarahumara- y tepehuanos, los grupos étnicos más numerosos de la región serrana, participan en una ceremonia religiosa en la que escenifican la pasión y muerte de Jesucristo, como un recurso cultural simbólico por medio del cual expresan el apego a sus usos y costumbres. También manifiestan así los cambios sociales que han vivido, resultado del mestizaje.

En las comunidades indígenas de la sierra y en los asentamientos urbanos o comunidades que forman los rarámuris en las principales ciudades del estado, la escenificación de la Semana Santa es la festividad religiosa más importante. Las ceremonias respectivas se inician el 2 de febrero y se prolongan hasta el Domingo de Resurrección.

Durante ese periodo los siríames (gobernadores tradicionales) distribuyen tareas y transmiten parte de su autoridad a los grupos encargados de la conmemoración.

A lo largo de la llamada Semana Mayor las danzas, a cargo de un grupo de fariseos seleccionado entre los hombres jóvenes más fuertes, vecinos de diversas comunidades, se prolongan toda la noche y se intensifican el Jueves y Viernes Santos, así como en el Sábado de Gloria.

Estos personajes se convierten en los protagonistas de la ceremonia y acaparan para sí la dirección de la comunidad indígena. Integra a los fariseos un número variable de jóvenes con actitud alegre, cómica y desenfadada, que aportan un elemento irreverente a la celebración católica.

En centros ceremoniales como el de San Ignacio de Arareko, en el poblado de Creel, se reúnen cientos de indígenas ataviados con su vestimenta tradicional: taparrabos de manta, colleras, huaraches de llanta y bastones. Los hombres pintan sus cuerpos con rayas o puntos blancos para bailar con giros constantes al ritmo uniforme de tambores, flautas y violines.

Los fariseos encargados de la celebración religiosa tienen a su cargo también los preparativos del convite (tónare, en idioma rarámuri), en donde comen y beben tesgüino día y noche, mientras bailan sin cesar en lo que llaman su noríruachi (tiempo de dar vueltas), el ritual de la Semana Santa.

El baile ceremonial sólo se interrumpe a ratos, cuando mujeres y hombres participan en misas celebradas por sacerdotes católicos, en las que se representan escenas de la pasión y muerte de Cristo con estricto apego a los textos bíblicos.

Distintos estudios antropológicos sobre el ceremonial de la Semana Santa tarahumara describen el ritual como un representación de la lucha entre el bien y el mal, escenificada por varones mayores de edad. La festividad religiosa es para los rarámuris tiempo de veneración, contemplación y festejo, como alegoría de un largo duelo en el que siempre triunfa el bien con la resurrección de Jesús.

Según el análisis Culturas indígenas de la sierra Tarahumara, realizado por el Empresariado Chihuahuense, la Semana Santa en la región se observa y analiza en varias formas y desde distintos ángulos. Entre ellos destaca el conflicto que existe entre los rarámuris y la fuerza que ejerce el constante mestizaje.

La visión religiosa indígena sintetiza la problemática que aqueja a las comunidades locales, afectadas por el narcotráfico, los cacicazgos, el despojo de sus tierras y la explotación de sus bosques. Además, recientemente las denominaciones cristianas protestantes han influido en indígenas jóvenes que abandonaron muchos de los usos y costumbres de sus mayores, arraigados en la cultura india y la aculturación impuesta por los jesuitas que edificaron misiones en la Tarahumara.

Pese a todo, la Semana Santa es todavía una de las expresiones culturales más importantes de los grupos étnicos de la Alta y Baja Tarahumara, que con particular fervor ofrecen el ceremonial a Dios para obtener buenas cosechas en el ciclo agrícola que está por iniciar.

La parte central en la celebración de la Semana Santa indígena comienza el miércoles, con la limpieza y arreglo del espacio ceremonial, donde se levantan arcos por los que pasarán los danzantes. En el Jueves Santo los miembros de la comunidad escenifican la procesión del Viacrucis y danzan por los alrededores de las iglesias.

Para el viernes este acto se extiende en todo el poblado hasta llegar, en algunos casos, a los campos de cultivo que son bendecidos en conclusión del invierno y la preparación de las tierras, lo que significa el principio de un año agrícola más.

Un crucifijo envuelto en una sábana permanece guardado en el interior del templo, simbolizando la muerte de Cristo. De la misma manera, aparece la imagen de la Virgen María llamada La Dolorosa.

El Sábado de Gloria los indígenas se reúnen a la quema del Judas, representado por un muñeco de paja vestido de ropas viejas que simula al mestizo (chabochi). Este lleva sombrero, botas, un cigarro y un bote de cerveza, hasta que finalmente el domingo, con la resurrección de Jesús, las comunidades rarámuris regresan a su vida cotidiana.

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