José Antonio Rojas Nieto
El futuro del resto de la OPEP
¿Recuerda usted cuándo se fundó la
Organización de Países Exportadores de Petróleo, la
famosa OPEP? Sí, efectivamente, fue a mediados de 1960. ¿Y
se acuerda dónde se realizó la primera reunión de
esa organización, la conferencia fundacional? Sí, recordó
bien, en Bagdad, del 10 al 14 de septiembre de 1960. ¿Quiénes
fueron los países fundadores? También lo recordó bien:
Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwait y Venezuela. A estos primeros
cinco miembros, en los 15 años siguientes se les sumarían
ocho: Qatar (1961), Indonesia (1962), Libia (1962), Emiratos Arabes Unidos
(1967), Argelia (1969), Nigeria (1971), Ecuador (1973) y Gabón (1975).
Y, sin embargo, estos dos últimos abandonarían el cártel
en diciembre de 1992 y en enero de 1995, respectivamente, para dejarla
-como se encontraba hasta hace un par de meses- con 11 miembros. Los primeros
cinco años de su vida la OPEP tuvo su oficina central en Ginebra,
pero a partir del primero de septiembre de 1964 la trasladó a Viena,
donde reglamentariamente se reúne al menos un par de veces al año
para -según reza su ideario- coordinar y unificar sus políticas
petroleras, con tres objetivos primordiales: 1) asegurar un precio justo
y estable para los productores de petróleo; 2) lograr un abasto
económico, eficiente y regular que proporcione estabilidad a los
consumidores de todo el mundo, y 3) lograr adecuados rendimientos para
todos aquellos que invirtieran en la industria petrolera del planeta.
Lo cierto es que luego de la fundación de la OPEP
se impulsaron y respaldaron los procesos de nacionalización petrolera.
En Argelia en 1971; en Irak y Libia en 1972. Y la nueva situación
mundial que generó la fundación y el desarrollo de la OPEP
derivó en el famosísimo embargo petrolero de las exportaciones
de crudo árabe a Estados Unidos, en octubre de 1973, que impulsado
por Arabia Saudita, Libia y otros productores árabes provocó
el primer choque de precios.
Actualmente, la organización aporta 40 por ciento
de la producción mundial del energético, pero posee 77 por
ciento de las reservas probadas. A esa organización perteneció
Irak desde su fundación, país sin el cual ese porcentaje
de reservas baja a 66 por ciento. ¿Qué pasará con
esa membresía a partir de estos días? ¿Asistirá
Irak-USA a la próxima reunión de la organización petrolera
que se realizará en Viena el próximo jueves 24 de abril?
Seguramente que no. Pero, ¿qué pasará con la OPEP
con la pérdida de su segundo miembro en importancia en cuanto a
reservas? Y, ¿qué pasará con el petróleo iraquí?
La noticia más fresca sobre esto se origina en Estados Unidos, donde
ya se habla de la responsabilidad adquirida (sic) -se desee o no-
ya no sólo con los iraquíes, sino con todo el mundo para
administrar ese petróleo árabe, antes que nada en beneficio
del pueblo iraquí (Véanse, si no, los artículos recientes
de David Frum, del American Enterprise Institue for Public Policy Research,
o de otros prominentes miembros del think thank de los halcones
en www.aei.org). A decir de algunos de los más importantes
ideólogos de la invasión, el gobierno de Bush está
dispuesto a realizar la transformación más radical que jamás
experimentara esa industria petrolera, al menos desde junio de 1972, año
en que el gobierno de Irak nacionalizó la Compañía
Iraquí de Petróleo (IPC, por sus siglas en inglés),
formada como consorcio por cuatro de las empresas petroleras más
importantes del mundo: British Petroleum, Royal Dutch-Shell, Compagnie
Francaise des Petroles y Exxon (antiguamente Mobil and Standard Oil of
New Jersey).
Pues bien -a decir de los ideólogos de los halcones-,
se trata de convertir a Bagdad en ejemplo de democracia y prosperidad económica,
y hacer de su industria petrolera un ejemplo de liberalización y
privatización, capaz de trascender esa anacrónica y disfuncional
idea de la propiedad gubernamental y nacional del petróleo. Pero
también de mostrar cómo Estados Unidos debe salir al paso
con una alternativa frente al fracaso de las sociedades y la política
árabe y musulmana. Esa es la gran ostentación de los halcones
del gobierno de nuestros vecinos (¡que nunca se nos olvide esto!),
quienes aseguran que a más tardar a finales de año, la producción
de crudo en Irak alcanzará los niveles previos a la invasión.
Y que en no más de dos años se podrían producir tres
y medio millones de barriles al día, gracias a una inversión
no inferior a 3 mil millones de dólares que -usted lo puede adivinar-
sólo harán compañías británicas y estadunidenses.
Pero los planes de mediano plazo indican una expectativa mayor: alcanzar
una producción diaria de 6 millones de barriles en un plazo máximo
de 10 años, gracias a una inversión esperada de 20 mil millones
de dólares. Y ante esa ostentación, estas intenciones y estas
expectativas, qué dirán y cómo reaccionarán
los 10 miembros restantes de la OPEP.
¡No cabe duda, el futuro de la organización
se ve muy negro, más negro incluso que el oscuro color de un petróleo
que hoy se ha enrojecido por la invasión británico-estadunidense!