México D.F. Jueves 5 de junio de 2003
ONG advierte del grave impacto ecológico en Nueva Palestina y un cuartel militar
Señalan complicidad plena del gobierno en deforestación de dos áreas en Montes Azules
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Cristobal de las Casas, Chis., 4 de junio. "Obedeciendo a intereses de corporaciones multinacionales que quieren obtener agua o petróleo, y desarrollar la biotecnología y el ecoturismo en la selva Lacandona, el gobierno esgrime el discurso 'ambientalista' y amenaza con el desalojo violento de los poblados asentados en Montes Azules, 'en bien de la humanidad'", expresa la organización civil Maderas del Pueblo del Sureste en un informe que se dio a conocer aquí.
El informe documenta que los dos casos de mayor deforestación y contaminación en la reserva de la biósfera son realizados "en complicidad plena" con el gobierno Se trata del poblado Nueva Palestina y la base militar de San Quintín. Dos historias ausentes en las periódicas fiebres declarativas de 'salvación selvática' que les entran a funcionarios y voceros federales. Allí también hay árboles caídos, lagunas en peligro, aves que no volverán.
La ONG da a conocer mapas, actualizados con base en imágenes satelitales, que revelan el impacto ecológico del cuartel militar en la proximidades de la laguna Miramar y del pueblo Nueva Palestina al noreste de Montes Azules. Ante tal destrucción, se pregunta: Ƒdónde está la voz de los lacandones, de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), de Conservation International y otros que proclaman defender la reserva?
Nueva Palestina es el poblado más grande de Montes Azules y uno de los mayores de la selva. Ubicado al oriente de la laguna Suspiro, en el límite noreste de la reserva, tiene su origen en la reubicación forzosa de 15 poblados de origen tzeltal que, "bajo amenazas", aceptaron reubicarse en 1976. Entonces se le llamó Manuel Velasco Suárez. Seis comunidades, de origen chol, formaron Frontera Echeverría, hoy Frontera Corozal. Otros 26 poblados rechazaron la reubicación y se incorporaron a la Unión de Ejidos Quiptic Ta Lecubtesel (allá en la prehistoria de las Aric, el EZLN y todo eso).
En Nueva Palestina hay 15 barrios, pues cada uno se corresponde con uno de los poblados originarios y conserva el nombre. "A pesar de las promesas gubernamentales, los apoyos nunca llegaron, así que en 1977 los 'palestinos' empezaron a regresar a Montes Azules", prosigue Maderas del Pueblo. Para detenerlos, el presidente José López Portillo emitió en 1978 un decreto que, entre otras cosas, reconocía a Nueva Palestina y Frontera Corozal como 'subcomunidades' de la comunidad lacandona, asignando 50 hectáreas para cada colono.
La mayor parte de las tierras recibidas por Nueva Palestina quedaron dentro de la reserva de la biósfera, "y de inmediato fueron parceladas de manera individual por cada 'subcomunero', iniciando en 1979 su transformación en potreros, con anuencia oficial".
Los pobladores de Nueva Palestina, dice el informe, "han interiorizado el discurso lacandón de ser 'dueños ancestrales' de Montes Azules". Quizás por eso se mostraron tan virulentos en los conatos de desalojo en Nuevo San Rafael y Nuevo San Isidro (a cientos de kilómetros de su localidad), con la venia de las autoridades y el "gancho" de los lacandones, en el curso de sus dos excursiones al Ixcán en abril pasado.
Nueva Palestina, no obstante, enfrenta dos importantes conflictos internos. "Uno con los propios lacandones, por linderos y control del poder (los 'subcomuneros' no pueden elegir ni ser electos como comisariados ejidales ni al consejo de vigilancia)". Al no tener "linaje" lacandón, son comuneros de segunda.
El segundo conflicto es que "existen más de 800 hijos de 'subcomuneros', mayores de edad y carentes de tierra". Resulta que Nueva Palestina, aunque pertenece a la "comunidad lacandona", no funciona como una comunidad indígena común; "desde su formación se parceló individualmente y los dueños fundadores no comparten la tierra con sus hijos, y éstos ahora son utilizados como medida de presión, bajo el argumento de 'cómo es posible que los invasores tengan tierra en la reserva y nuestros hijos no'".
Cabe mencionar la complejidad social de Nueva Palestina. Crisol de nuevas identidades "privadas" para indígenas ex comuneros, allí se practican diversos cultos religiosos. Existen miembros del PRI, el PRD y otras organizaciones políticas. Las familias proceden de múltiples pueblos tzeltales tradicionales de Chilón, Ocosingo y Tenejapa, y fundaron en la selva pueblos que ya no existen. Aceptaron la reubicación del gobernador (y cacique selvático) Manuel Velasco Suárez. También los "consintió" en su hora el gobernador Roberto Albores, quien casi les concede ser municipio contrainsurgente. Desde entonces se han denunciado actividades paramilitares, allí y en el vecino poblado de Chamizal.
La base militar, el daño más grande
El otro impacto ecológico de consideración lo constituye el cuartel militar de San Quintín, causante del "daño más grande de toda la región", según la investigación. Con aeropuerto, unidad habitacional, oficinas e instalaciones de combate, se localiza en el límite oeste de la reserva. Su presencia "representa una influencia perniciosa (ecológica y social) en el área adyacente a la laguna de Miramar; su efecto deforestador puede mirarse comparando una serie histórica de imágenes satelitales (1990-1995-2000)".
Durante la terrible sequía de 1998, dice el documento, "el municipio autónomo Ricardo Flores Magón denunció incendios en zonas inaccesibles de la selva, inmediatamente después de vuelos militares nocturnos dentro y en los linderos de la reserva". Aquellas conflagraciones causaron la pérdida de 25 mil hectáreas, sin que los afanosos conservacionistas dentro y fuera del gobierno "hayan difundido el hecho ante la opinión pública". En cambio, apunta Maderas del Pueblo, "esos incendios sirvieron de pretexto para que la Semarnap (entonces bajo la titularidad de Julia Carabias) solicitara la presencia de 7 mil soldados dentro de Montes Azules para 'reforestar' las zonas quemadas".
Alrededor de las instalaciones militares y en los ranchos y ejidos ganaderos adyacentes a San Quintín, los bosques se desvanecen y Miramar resulta la laguna más amenazada de Montes Azules. Pero de eso nadie habla.
|