México D.F. Lunes 9 de junio de 2003
ENTREVISTA /JUAN
LUIS CEBRIAN, PRIMER DIRECTOR DEL DIARIO ESPAÑOL EL PAIS
En España se trabaja para recuperar la memoria
histórica
LA DERECHA HA VUELTO AL PODER EN UN TONO MUY BRONCO
Consejero delegado del principal grupo ibérico
de comunicación, en su más reciente novela, publicada por
editorial Alfaguara y titulada Francomoribundia, el escritor aborda
la segunda parte de la trilogía sobre el tránsito hacia la
democracia de su país
LUIS HERNANDEZ NAVARRO
Entre 1976 y 1988 Juan Luis Cebrián fue el primer
director del diario El País. Integrante destacado de la generación
que desmanteló al franquismo, el periodista posee una visión
privilegiada de la clase política y de la transición política
española.
Miembro de la Real Academia de la Lengua y consejero delegado
del principal grupo ibérico de comunicación, Cebrián
acaba de publicar en la editorial Alfaguara la novela Francomoribundia,
segunda parte de la trilogía sobre la transición hacia la
democracia en su país.
Sobre este libro, construido alrededor de dos monólogos,
el de Francisco Franco agonizante y el de un diputado de la Unión
del Centro Democrático, el novelista conversó con La Jornada.
Allí reflexionó sobre la compleja relación entre memoria
histórica y amnesia que se estableció para deshacerse del
viejo régimen, a propósito de la aceptación que los
republicanos hicieron de la monarquía para sacar adelante a la democracia;
sobre los cambios culturales que se han producido en la sociedad española,
y acerca de los orígenes de los GAL -el grupo paramilitar creado
desde el Estado para combatir ilegalmente a ETA- y el terrorismo antiterrorista.
Cebrián explica en la entrevista cómo las
renuncias a los ideales de una generación hicieron posible la transición.
Señala, además, cómo la derecha española ha
hecho de la dureza de su discurso una de su principales señas de
identidad y la necesidad de hacer política con mayor flexibilidad.
A continuación, el texto completo de la entrevista.
-Pareciera ser que en España existe hoy una tendencia
que busca recuperar la memoria histórica de la guerra civil y los
crímenes del franquismo. ¿Se inscribe su libro dentro de
esta corriente o es independiente de ella?
-En realidad no se inscribe dentro de ella. Es verdad
que en los últimos dos o tres años se han publicado una serie
de novelas sobre la guerra civil. Mi novela es sobre la transición,
sobre épocas muy recientes. Es parte de una trilogía que
empecé hace cuatro años, en la que señalé que
quería explicar la transición. De todas maneras, en este
libro se habla sobre la muerte de Franco, hay referencias a hechos de la
guerra. Obviamente, se podría relacionar. Lo que pasa ahora en España
es que hay una conciencia de que ha habido un olvido histórico,
sobre todo de los años de la posguerra, de los años 40. Y
efectivamente hay mucho trabajo para la recuperación de esta memoria
histórica, no sólo en la novela, sino en el ensayo, en la
historiografía.
-Uno
de los personajes de su novela, Gerardo Anguita, dice: ''No habrá
reconciliación verdadera si no se imparte justicia antes''. Pareciera
ser que en la España de hoy sigue sin impartirse justicia, los agravios
del franquismo no han sido juzgados. ¿Significa eso que Anguita
tiene razón y no ha habido una verdadera reconciliación?
¿Explica esto el tono de guerra fría que utilizó
José María Aznar en las pasadas elecciones?
-Yo creo que no. Creo que ha habido reconciliación.
Cada uno de los personajes de la novela opina de manera muy diferente.
Ha habido reconciliación efectiva. La hubo durante la transición.
Hubo perdón y hubo olvido. Ahora de lo que se habla es que se mantenga
el perdón, pero se recupere la memoria. Entre otras cosas porque
España lo necesita. Necesita saber cuál ha sido su historia
más reciente.
''El tono de guerra fría tiene que ver con
el hecho de que la derecha ha vuelto al poder con un tono muy bronco. Fue
muy bronca en la oposición. Desalojó a los socialistas con
una campaña durísima, basada en las acusaciones de corrupción
y crímenes de Estado. Y luego, en el poder, la derecha ha seguido
siendo muy bronca. Tanto que a veces se le acusa de que parece más
la oposición que el poder en sí. En ese sentido sectores
del partido gobernante sí son responsables de ese ambiente de crispación,
al que contribuyen muchas otras cosas, como la cuestión vasca.
''No se puede decir que el gobierno sea culpable de la
crispación en el País Vasco cuando tenemos el fenómeno
terrorista. Pero sí se puede decir que la política seguida
por el gobierno, apoyada en este caso muchas veces por el Partido Socialista,
no ha contribuido, en mi opinión, a distender la situación
política, aunque ha sido eficaz en la lucha contra el terrorismo.''
-A las 10 de la mañana del 20 de noviembre de 1975,
un lloroso Carlos Arias Navarro leyó en televisión española
el testamento de Francisco Franco, en el que advertía: ''No olvidéis
que los enemigos de España y de la civilización están
alerta''. Juan Luis Cebrián tenía en aquel entonces 31 años
y era subdirector del periódico Informaciones. ¿Cómo
vivió la muerte del dictador? ¿Con júbilo o con pesar?
¿Qué pensó al escuchar ese testamento?
-Todo mundo estaba en España esperando a que Franco
se muriera. Realmente, desde el asesinato de Carrero Blanco, el régimen
franquista y el mismo Franco entraron en un declive físico y de
todo género muy pronunciado. Franco había tenido una agonía
tan larga y tan desagradable. Todo mundo estaba esperando que se muriera.
Aguardábamos la noticia desde semanas antes.
''Lo que yo experimenté lo experimentó también
gran cantidad de gente de mi generación. Por un lado, cierto temor,
pues estaba bastante indefinido cómo se iban a mantener las cosas.
Había una asunción general de que las cosas no po-dían
continuar como tales y que los intentos continuistas de Carlos Arias no
tendrían efecto. Por otro lado, estaba la esperanza de que esa fuera
la oportunidad real para que España se incorporara al elenco de
las naciones democráticas de Europa occidental y se modernizara.
''En definitiva, el país sintió un gran
alivio; incluyo en el alivio hasta a los propios franquistas. Franco y
su régimen se habían convertido en una auténtica carga
para cualquier tipo de desarrollo económico y social. Por lo tanto,
hubo una sensación de alivio generalizado. Se dijo: ¡Al
fin vamos a poder hacer de este país lo que este país se
merece!''
-El Francisco Franco agonizante que usted retrata en su
libro parece hablar al tribunal de la historia. No hay en su monólogo
indicio alguno de arrepentimiento. ¿Cree usted que verdaderamente
el dictador fue inmune al hecho de tener las manos manchadas de sangre?
-Sí, absolutamente. Fue un militar muy sangriento,
tanto en la guerra civil como en los años posteriores, que es en
lo que se está trabajando ahora al recuperar la memoria histórica.
Era un militar africanista. Aplicaba las normas que había
aprendido en el ejército en Africa. Se tomaban los pueblos, se arrasaban,
se diezmaban, se quemaban las casas. Esa era la manera que el ejército
en Africa tenía de hacer frente a los rebeldes. El fue eso toda
su vida. No padecía muchas emociones a la hora de ordenar fusilamientos.
Consideraba que formaba parte de su oficio, de su profesión. Yo
no soy ni un biógrafo ni un sicólogo de Franco, pero creo
que enfocaba todo eso con frialdad profesional. Representaba una manera
de hacer España, una forma de entenderla, y tenía apoyos
muy grandes en la derecha, en la Iglesia. El consideraba que estaba bien
lo que había hecho.
-El entierro del caudillo estuvo lleno de absurdos: hicieron
falta varios días de ensayos para poder conducir las pompas fúnebres;
uno de los dolientes cayó a la tumba y quedó inconsciente;
salvo Augusto Pinochet, ningún jefe de Estado importante acudió
al funeral; los funcionarios del Valle de los Caídos sudaron la
gota gorda para encontrar una lápida que estuviera a la altura de
la que cubría la tumba de José Antonio. ¿Hay alguna
razón para que usted no las recree en su libro?
-No. En la novela se cuentan muchas cosas, abarca un periodo
muy amplio y es bastante larga. La novela es sobre la generación
que trajo la democracia a España, sobre la transición misma.
El personaje del libro es la transición. En el caso de la muerte
de Franco, con la que me tenía que enfrentar porque formaba parte
de ese periodo histórico, decidí contarla en primera persona,
es Franco el que la cuenta. Y claro, Franco cuenta su muerte pero no cuenta
su entierro.
''Pasaron muchas más cosas durante el entierro.
Las largas filas para contemplar su cadáver. Hay muchísimos
episodios de esos años que no se cuentan, y son todos tan esperpénticos
o más que muchos de los que se cuentan. Pero no he hecho un libro
de historia ni es un libro sobre la muerte de Franco. Es una novela sobre
la generación que hizo la democracia y, por lo tanto, elegí
la muerte de Franco como elemento simbólico de comienzo del proceso.''
-En su libro, excepto entre los personajes que están
perdiendo el poder, pareciera haber una amnesia sobre el pasado.
-Efectivamente, hubo una amnesia voluntaria entre los
españoles durante la transición. Había mucho miedo.
No se sabía lo que iba a suceder. Entonces hubo un acuerdo generalizado
de no mirar hacia atrás y mirar hacia delante. El recuerdo del pasado
de los viejos franquistas es porque ven que se les derrumba su mundo. Hay
que tener en cuenta que la transición fue una ruptura generacional.
Esa generación, que fue la del rey o la de Felipe González
-y es mi propia generación- estaba viendo la manera de no hurgar
en las heridas y construir un régimen democrático de corte
occidental. Esa amnesia ha provocado ahora la necesidad de la memoria histórica.
-Vino la monarquía. ¿Y la República?
-No sé dónde quedó... pero los republicanos
quedaron apoyando a la monarquía. Se produjo un fenómeno
muy interesante. Desde siempre el franquismo establecía que España
era un reino. La sucesión se hace de acuerdo con la legalidad franquista
y Franco elige a Juan Carlos como sucesor. Hay un momento en el que los
comunistas, los socialistas, los partidos de izquierda, incluso los partidos
republicanos, establecen que lo que es importante es la democracia, no
la forma de gobierno. Y la realidad es que el rey era un referente aceptado
por todos; respetado por el ejército, que antes era un peligro muy
fuerte. Hubo una especie de transacción tácita entre el rey,
que hizo la democracia, y los republicanos demócratas que dijeron:
Bueno, si el rey hace la democracia no nos importa que esto sea una
monarquía. Preferimos una democracia con monarquía parlamentaria
que una república que no sea una verdadera democracia.
Si España fuera una república Aznar sería
el presidente...
''Yo le digo a muchos amigos míos de la izquierda:
os fijáis que si esto fuera una república, ahora el presidente
de la república sería José María Aznar. Y todos,
que son republicanos, me responden: no, preferimos al rey.''
-Las mujeres que aparecen en Fracomoribundia tienen
una destreza y una vocación amatoria superiores a la de los personajes
masculinos. Toman la iniciativa, conducen a sus parejas por los caminos
del placer, no parecen mostrar culpa alguna. ¿Corresponde a la realidad
ese retrato de la mujer hispana de la transición?
-¡Ja, ja, ja! La transición democrática
no fue sólo un hecho político, ni siquiera principalmente
político, sino un fenómeno social, cultural, generacional.
Hubo un cambio de cultura formidable que había comenzado desde los
60. Ahí la mujer, la liberación sexual, y fundamentalmente
la liberación sexual de la mujer, jugaron un papel importantísmo.
Fue un proceso muy rápido. Un país muy machista, muy apegado
a las tradiciones católicas, experimentó una eclosión
de libertades, sexuales y de todo género, que trastocó el
orden tradicional al que estabamos acostumbrados.
''Las mujeres fueron muy activas en lo que fue la recuperación
de la democracia, en la modernización del país. Yo he querido
que las mujeres jueguen ese papel simbólico de activismo que realmente
tuvieron. En la liberación sexual ellas jugaron un papel muy importante,
puesto que el hombre estaba muy apegado a las tradiciones machistas.''
-Sus personajes cambian de piel en la transición
sin problemas. Los rojos se vuelven rosas, los franquistas demócratas
y los falangistas pequeños empresarios. Lo hacen sin remordimientos.
¿Se puede decir que la madurez de una generación consiste
en convertirse en aquello contra lo que en la juventud luchó? ¿Hubo
una traición?
-No, yo creo que es exagerado. La transición se
hizo a base de renuncias, de un fenomenal choque con la realidad que todo
mundo tuvo. Los franquistas se dieron de bruces con el hecho de que el
franquismo sin Franco era imposible, que el modelo de la España
que ellos habían edificado se iba al garete. La izquierda, sobre
todo la izquierda revolucionaria, aprendió que un proceso revolucionario
en la Europa de finales del siglo XX era impensable. Estaba el antecedente
de Portugal. Es difícil poner en la balanza quién renunció
más y quién renunció menos. Se abandonaron las utopías
y los sueños y se concretaron las realidades. Todo mundo se hizo
más moderado. Por eso no hubo remordimiento.
''Había consenso sobre dos temas. Primero, la reconciliación,
no volver a repetir una guerra civil. Y, segundo, la construcción
de un régimen de libertades y de democracia. Quienes no formaban
parte de ese consenso, porque no lo entendían, eran los militares
de entonces. En la novela se ve muy claramente que, durante todos esos
años, la amenaza militar pesaba como una pesadilla.''
-ETA aparece en el libro como una fuerza dedicada a poner
bombas y a apostar por la desestabilización política, pero
no hay allí una explicación de sus razones y de sus motivaciones,
como hace usted, por ejemplo, al describir el comportamiento de los aparatos
de seguridad. ¿No habría valido la pena poner ese terrorismo
en contexto?
-No sé si se ve marginalmente. No es una novela
sobre el terrorismo etarra; aparece, pero aparece también el terrorismo
de extrema derecha.
-Pero se explica mucho más ese terrorismo de la
derecha...
-Sí, porque durante la transición el miedo
que teníamos los españoles era al ejército. El fenómeno
terrorista, que era muy doloroso, tenía dos características.
En primer lugar había cierta, no diré simpatía, lenidad
respecto a ETA porque había asesinado a Carrero Blanco. Eso generó
en sectores de la izquierda menos crispación respecto al terrorismo
de ETA, que fue progresivamente más cruel y más duro. En
segundo lugar porque todo mundo entendía que el terrorismo de ETA
era una provocación al ejército, como era el terrorismo de
extrema derecha.
El verdadero peligro del terrorismo...
''El fenómeno terrorista empieza a obsesionar definitivamente
a los políticos durante los gobiernos socialistas. Entonces se vio
que el verdadero peligro terrorista estaba en el terrorismo mismo, y no
tenía que ver con la provocación o no al ejército.''
-En ese proceso de transición hubo un actor que
no se sentó a la mesa de negociaciones: el nacionalismo radical
vasco. ¿Lo que ahora sucede no tendrá que ver con esa ausencia?
-Es discutible. En la Constitución no estuvo un
representante del Partido Nacionalista Vasco, del PNV, pero hubo sectores
radicales, etarras, que se incorporaron al proceso. La situación
actual del País Vasco no es ya del franquismo, sino de la evolución
de los acontecimientos de los años de la transición, y de
una falta de habilidad política de mucha gente, o de la locura y
el fanatismo de ETA, del fundamentalismo nacionalista de miles de personas
en el País Vasco. El fundamentalismo no sólo es un peligro
en el caso del mundo islámico o del señor Bush, hay otros
terribles. ETA tiene el aspecto de un movimiento nazi, racista, en muchas
de sus manifestaciones. Se han cometido muchas ingenuidades, errores. Los
ha cometido todo el mundo. Estamos en un momento muy malo, en el que las
fuerzas demócratas tienen la obligación de buscar salidas.
-Uno de sus personajes afirma: ''vamos por los etarras
en serio, vamos por ellos, a cazarlos como conejos en sus madrigueras''.
¿Tiene que ver la radicalización del nacionalismo vasco con
esa actitud a la hora de combatirlo? ¿Están allí los
antecedentes de lo que después serían los GAL?
-Sin duda, está allí el antecedente de lo
que fue el GAL. Fenómenos como ese no se crearon durante la etapa
socialista, se crearon mucho antes, más bien se cerraron durante
ella. Es llamativo que un fenómeno que convive unos años
durante la etapa socialista, pero que era anterior, termine siendo uno
de los motivos por los que expulsan a los socialistas del poder, a pesar
de que son los gobiernos socialistas los que acaban con él. No es
la actividad de estos grupos lo que potencia ETA, sino el fanatismo y formas
de odio y entendimiento del vasquismo como algo antagónico a España.
El terrorismo antiterrorista no es el motivo principal que explica la evolución
de ETA.
-En Francomoribundia se dice que ''sus habitantes
ejercían la libertad de expresión a golpes de brocha''. Poco
después de la muerte del caudillo apareció en la capital
española una pinta que decía ''Franco, resucita, el Real
Madrid te necesita''. ¿Hay quien piensa que el dictador debería
regresar, o sus herederos políticos aprendieron la lección?
-¡Ja, ja, ja! No creo que haya ninguna nostalgia
del franquismo. Las clases dirigentes españolas que lo apoyaron
han comprobado hasta qué punto la democracia es mucho más
rentable. Hay residuos de lo que puede considerarse el franquismo sociológico.
Esta concepción de la España profunda respecto a la relación
con los territorios periféricos, el problema de la cohesión
territorial con el País Vasco y Cataluña, el papel de la
religión en la identidad nacional, todo eso sigue vivo en la derecha
española. Paradójicamente, lo que parecía ser el mayor
peligro para la democracia, que era el ejército, es el único
que verdaderamente se ha resuelto.
-En la novela se afirma también: ''Antes todo el
mundo se llamaba de dos maneras''. ¿Tiene Cebrián otro nombre?
-No, yo nunca he militado en ningún partido. Soy
hijo de un vencedor de la guerra, he tenido amigos en el régimen
y en la oposición. El doble nombre es una manera de apuntar a la
esquizofrenia global que ha aparecido en nuestra sociedad.
-Termina usted diciendo que los españoles acabarán
aprendiendo las lecciones de la finezza, esa apología de
la ambigüedad política y el posibilismo de origen italiano.
Los últimos acontecimientos, como el Prestige o la oposición
a la guerra contra Irak, ¿no contradicen la finezza?
-Esto de la finezza es una anécdota real
que dijo Andreoti durante las negociaciones entre el gobierno español
y la Comisión Europea para el ingreso de España al mercado
común, a la Europa comunitaria. Le preguntó una vez un periodista
español: ''¿Qué opina usted de las negociaciones por
la parte española?'', y contestó él literalmente:
manca finezza.
Finezza y oportunismo
''La finezza no está reñida con la
habilidad política necesaria en el ejercicio del poder ni con las
demandas populares que estamos viviendo. Ha desaparecido en el gobierno
actual gran cantidad de finezza, de capacidad de hacer. Se presenta
muy autoritario y, claro, hacer política a la italiana necesita
un poco más de cintura, un poco más de flexibilidad. Y, a
veces, los españoles confunden la flexibilidad, la cintura, la finezza
con el oportunismo, que es una cosa completamente distinta.''
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