México D.F. Lunes 9 de junio de 2003
Su formación como grupo de choque contó
siempre con la aquiescencia oficial
Los halcones, de la represión paramilitar
al asalto bancario
Varios de sus miembros incurrieron en delitos tras la
disolución del cuerpo
GUSTAVO CASTILLO /II
A principios de 1971, 40 hombres, los más capacitados
en sus compañías, fueron "becados" para recibir adiestramiento
en Estados Unidos, Inglaterra y Japón. Eran los hombres del coronel
Manuel Díaz Escobar, El Maestro, "jefe máximo" de
Los Halcones.
Del 5 de febrero al 6 de mayo de 1971, los 40 se dedicaron
al estudio de los movimientos estudiantiles, concurrieron a cursos antimotines,
aprendieron aikido, arte marcial que enseña a utilizar las manos
para fracturar la clavícula, los brazos o los dedos del oponente.
También tomaron lecciones de kendo, técnica que "consiste
en defenderse o atacar provistos de un bastón, desarrollando para
ello los reflejos al máximo".
Díaz Escobar los había seleccionado de entre
unos mil elementos que conformaban el grupo de choque que un mes después,
el 10 de junio de 1971, reprimió una manifestación estudiantil
en la avenida San Cosme, en la ciudad de México. Aunque sus víctimas
no fueron sólo jóvenes, sino también obreros y amas
de casa que se habían sumado a la manifestación.
En
esos términos declaró Leopoldo Muñiz Rojas El Gilligan,
ex miembro de la Brigada de Fusileros Paracaidistas del Ejército
Mexicano, quien formó parte de los halcones, al capitán
Luis de la Barreda Moreno, titular de la extinta Dirección Federal
de Seguridad (DFS), el 14 de enero de 1972.
Aseguró además que los viajes fueron para
que los seleccionados por El Maestro aprendieran "métodos
policiacos, defensa personal y toda clase de artes marciales, con el objeto
de que a su regreso, los conocimientos adquiridos los aplicaran en la mejor
organización del grupo los halcones, el cual estaba destinado
a controlar todos los cuerpos policiacos capitalinos".
El encargado de uno de los cuatro contingentes de diez
integrantes fue el mayor Luis López Mercado. En esos viajes, cada
uno de los hombres de Manuel Díaz Escobar recibió en promedio
600 pesos diarios para alimentos y, según El Gilligan, pudo
ahorrar 250 pesos diarios.
El Gilligan nació en 1947. Su padre, Leopoldo
Muñiz, era zapatero y su madre ama de casa. En 1971 vivía
en la colonia Moctezuma. Su hermano Angel, entonces de 18 años,
pertenecía al cuerpo de seguridad de Leandro Rovirosa Wade, secretario
de Recursos Hidráulicos en el sexenio de Luis Echeverría,
y al mismo tiempo "fue miembro de los halcones".
Muñiz Rojas "se vio precisado a abandonar sus estudios"
a los 13 años. Sólo cursó hasta quinto año
de primaria porque su familia carecía de medios económicos
para su sostenimiento, "por lo que entró a trabajar de garrotero
en un restaurante, luego abandonó su casa y viajó a Guadalajara,
donde pasó un año sin empleo".
Como no pudo irse de bracero, en 1962 se dio de alta en
el 53 batallón de infantería. En el Ejército aprendió
karate y cuando estuvo en el Batallón de Fusileros Paracaidistas,
considerado entonces cuerpo de elite del Ejército, conoció
a Candelario Madera Paz -quien había sido militar y era de los hombres
fuertes de Manuel Díaz Escobar-. Este fue quien le consiguió
empleo en los halcones.
El Guilligan llegó a formar parte de "la
plana mayor de esa organización". El entrenaba a los muchachos
del coronel Manuel Díaz Escobar, quien de 1966 a 1972 fungió
como subdirector de Servicios Generales del DDF. Fue Díaz escobar
quien lo mandó junto con otros 39 a prepararse a Estados Unidos,
Japón, Inglaterra y Francia.
El Gilligan declaró, según consta
en documentos de la Secretaría de Gobernación firmados directamente
por el capitán Luis de la Barreda Moreno, que "la única actuación
que tuvo como parte del grupo de choque fue la realizada el 10 de junio
-de 1971- que tenía como objetivo disolver la manifestación
que tendría como punto de partida el Casco de Santo Tomás".
Por su privilegiado puesto de instructor no estaba obligado
a asistir ese día a la misión que se les había encomendado
a los halcones. Pero "el jefe de los karatekas, Candelario Madera
Paz, ofreció la colaboración de éstos y el comandante
a quien apodaban El Famoso les dio instrucciones de actuar al frente
de la primera compañía (los charros) para entrar al
choque directamente contra la columna de la manifestación, provistos
de varas de otate que se usan en el sistema kendo".
Las armas, contó a De la Barreda el 14 de enero
de 1972, únicamente las llevaban los comandantes (quienes además
traían pistola) y los encargados de escoltar los camiones, quienes
portaban carabinas 30-M-2. Los halcones cumplieron las órdenes,
atacaron y el saldo oficial fue más de cien lesionados y al menos
15 muertos.
Un
testigo narra: "fue brutal, los policías no hacían nada,
los halcones atacaban a los estudiantes, a las mujeres, a todos
los que había en la avenida San Cosme. Lo peor fueron los francotiradores,
no fallaban un tiro, pero rápido llegaron las cruces -y los cuerpos,
de heridos o muertos, no importaba- eran echados en vilo a las ambulancias
y de inmediato desaparecían. Los balazos duraron mucho tiempo, yo
tuve que meterme al hotel que estaba cerca del cine Cosmos".
Después de las diez de la noche de aquel 10 de
junio, Manuel Díaz Escobar concentró a sus muchachos
en el campo de entrenamiento de San Juan de Aragón. Luego, como
a las tres de la mañana del 11 de junio, a los aproximadamente mil
halcones que estaban ahí los llevaron al Palacio de los Deportes.
El Maestro dejó francos casi a todos hasta
las diez de la noche del 11 de junio y les ordenó que se concentraran
al día siguiente en los talleres de vehículos que el DDF
tenía en San Andrés Tetepilco.
Para distraer la atención pública en torno
a la sucedido en San Cosme, Díaz Escobar ordenó en los siguientes
días otros "trabajos", como quemar un coche frente a Ciudad Universitaria
y robar gasolinerías, declaró a De la Barreda Moreno El
Gilligan, tras haber sido detenido en enero de 1972 junto con otros
halcones por haber asaltado varios comercios, un banco y un retén
militar, como salida a sus problemas económicos tras la disolución
"temporal" del grupo de choque
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