México D.F. Lunes 9 de junio de 2003
En ella se basa la cero tolerancia de
Giuliani; es endeble y anecdótica, señala Harcourt
Sin rigor científico social, la teoría
de las ventanas rotas: investigador
Cumple preferencias estéticas, más
que legales, y atenta contra las libertades civiles, asegura
Le concede fundamento económico: elevar
el valor de inmuebles al limpiar la fealdad de calles
SUSANA GONZALEZ G.
Ejecutada y ensalzada por el ex alcalde de Nueva York,
Rudolph Giuliani, como la base de su política de cero tolerancia
para combatir la delincuencia, la teoría de las ventanas rotas
de James Q. Wilson y George L. Kelling ha sido rebautizada por el investigador
de la Universidad de Chicago, Bernard E. Harcourt, como La ilusión
del orden. La promesa falsa de la teoría de las ventanas rotas.
Tal
es el título del libro que Harcourt publicó el año
pasado en Estados Unidos, que contiene una investigación de cinco
años sobre la difundida teoría de Kelling, actualmente académico
del Manhattan Institute, quien se encuentra de visita en nuestro país
para dictar este lunes una conferencia en la Facultad de Derecho de la
UNAM.
Con un análisis estadístico, Harcourt expone
que el principal eje de la citada teoría ?la cual sostiene que de
no sancionarse los delitos menores e infracciones a la ley cada vez se
cometerán delitos más graves? está basado en datos
endebles que apenas sugieren una tenue conexión entre el desorden
y el crimen.
"La evidencia presentada por Wilson y Kelling es solamente
anecdótica, pero no existen pruebas científicas sociales
de que el desorden esté conectado al crimen", señaló
el académico en una conferencia de octubre del 2002, difundida por
la Universidad de Chicago.
Qitar la fealdad a calles
Harcourt indica que la teoría de las ventanas
rotas parte de puros relatos sin rigor científico alguno, aunque
considera que sí tiene fundamento económico, toda vez que
sirvió para elevar el valor de los inmuebles de ciertas zonas de
Nueva York mediante la eliminación de mendigos, limpiaparabrisas
o prostitutas, quienes representaban "la fealdad" de las calles.
Wilson y Kelling han asegurado que reparar las ventanas
rotas, evitar las pintas o grafittis en los muros y en general combatir
cualquier acto de desorden en una comunidad, ayudará a controlar
o inhibir el crimen, pero el académico de Chicago observa que la
teoría parece cumplir "preferencias estéticas" más
que normas legales, y lo peor es que atenta contra las libertades civiles.
La teoría de las ventanas quebradas, asienta Harcourt, "se
centra en la presencia del desordenado, más que en el acto criminal".
Los policías no son trabajadores sociales o encargados
de los trabajos de mantenimiento de un vecindario, "pero en cambio sí
realizan detenciones agresivas", y aunque sí llegó a capturarse
a criminales peligrosos, también se aprehendió a un extenso
número de gente inocente por infracciones menores. William Bratton,
el jefe de la policía neoyorquina se refería a dichas detenciones
como "abrir una caja de galletas para ver qué encontraban, si un
arma de fuego o un cuchillo".
Vigente casi durante 30 años, pues su primera aplicación
data de mediados de la década de los 70 en el estado de Nueva Jersey,
Estados Unidos, la teoría de Kelling contiene datos empíricos
que no han sido verificados, e incluso algunos tienen trazas de falsos,
asegura Harcourt.
El investigador de Chicago plantea que en lugar de considerar
el desorden como la causa del crimen, se requiere rexaminar su vinculación
con la pobreza, así como las repercusiones que la teoría
traerá para las comunidades donde se aplique, especialmente en los
niños, por el reforzamiento de la vigilancia policiaca y las violaciones
a los derechos civiles.
Harcourt inició su investigación en 1997,
justo cuando la teoría de las ventanas rotas era considerada
como la panacea para abatir la inseguridad pública, gracias al ejemplo
de Nueva York, pero en sus declaraciones públicas y en su libro
ha hecho hincapié en que al paso del tiempo se han demostrado los
resultados contraproducentes que trajo consigo la también llamada
política de cero tolerancia, como los abusos policiacos denunciados
por organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos.
Al respecto, precisa que durante la gestión de
Bratton como jefe de la policía de Nueva York ?de hecho el brazo
ejecutor de la teoría, cuando trabajó con Giuliani?, las
quejas por abuso policial se incrementaron 68 por ciento en el comité
civil creado para ello, mientras que las demandas ante la Corte subieron
39 por ciento.
La proporción de detenciones llegó a ser
de un criminal contra siete o diez ciudadanos que cometían infracciones
menores, cuya aprehensión era indistinta para la policía,
pero así se llenaron las cárceles de prostitutas, vendedores
ambulantes, drogadictos, limpiaparabrisas y mendigos.
Teoría de exportación
No obstante, la teoría no sólo se ha puesto
en marcha en otras ciudades de Estados Unidos ?como Los Angeles, donde
ahora trabaja Bratton? sino que se ha exportado a otros países y
desde octubre del año pasado el Gobierno del Distrito Federal contrató
la asesoría del despacho del ex alcalde Rudolph Giuliani.
"La verdadera razón es que la idea de la cero
tolerancia permite a mucha gente no sentirse culpable al eliminar la
fealdad de la calle, como los mendigos, los limpiaparabrisas en los semáforos
o las prostitutas... La teoría brinda una razón para quitarlos
de enmedio: ya no se trata de gente molesta, sino de causantes de robos,
violaciones y asesinatos... Gran parte de la teoría de las ventanas
rotas tiene un fundamento económico: sirve para incrementar
el valor de las propiedades inmobiliarias, conseguir que la gente compre
y pasee por la calle", declaró Harcourt el año pasado a la
revista de negocios Expansión.
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