La artista venezolana se presentará este jueves en el Museo de la Ciudad de México

Neiffe Peña ofrecerá una combinación ecléctica de la música de América

JOSE GALAN

La voz de Neiffe Peña es única. Nace en la selva venezolana, anida en su pecho, y surge como un torrente de sentimiento que se nutre de esta América nuestra, mestiza, romántica, negra. Pero que consiente, sobre todo, a la música popular de su patria, la de Simón Díaz, Connie Méndez, Maricela Querales y Otilio Galíndez.

Con registro de contralto, aunque a veces llega a mezzosoprano e incluso en algunas notas a soprano, esa voz embruja con la ayuda de los dioses pemón que viven en la selva venezolana y que dieron el primer aliento al universo. Y Neiffe sostiene en entrevista que la música de su país es una flor muy perfumada que cierra y vuelve a abrirse con la luz del Sol; tiene mucho color y mucho movimiento; es alegre pero también nostálgica, primitiva e ingenua.

Neiffe Peña está entre nosotros para ofrecer este jueves 12 de junio un espectáculo titulado América sentida, combinación ecléctica de la música americana que va de Gershwin -El hombre que amé- a Fito Páez -Yo vengo a ofrecer mi corazón-, pasando por la clásica composición de Violeta Parra Gracias a la vida, y Mundo raro, de don José Alfredo Jiménez. Pero también presentará la música venezolana, el bolero, el joropo, "esa música que debe hacer recordar a las nuevas generaciones de dónde vienen. Es un homenaje a mis primeros maestros, músicos tradicionales, empíricos y sin recursos. Un homenaje a esos músicos anónimos, a los venezolanos que hacen un trabajo enorme por mantener su cultura".

Recuerda que durante su infancia sufría cada año al ser expulsada del coro de la escuela del pueblo de La Victoria, por su voz grave. Y para mantenerla tranquila, sus padres accedieron a permitirle entrar a la estudiantina del plantel. Allí conoció la música popular de su país y la idea de estudiar canto en Caracas. Y comenzó a componer y escribir de encuentros y desencuentros, de su tierra y gente.

Pero no esquiva la fusión con el jazz, la música brasileña, la salsa, el negrísimo blues, porque "es lo que escuché de niña", dice, sin dejar de lado la música mexicana, "que de alguna manera ha influenciado a nuestro continente. Aquí los mercados son bellos y la historia pesa mucho. Aquí hay un pasado frondoso".

Incluye al cuarteto B-4

Y el espectáculo que presentará este jueves en el Museo de la Ciudad de México a las 19:30 horas incluye al cuarteto mexicano de jazz B-4, integrado por los jóvenes hermanos Barrera Avalos: Abraham en la dirección y arreglos musicales y en los teclados; Iván en el bajo de seis cuerdas y el violín; Javier en la batería, y Jonathan en el sax soprano y el clarinete. "Como toda la música mexicana, surge de una tradición familiar que se hace en casa", comenta.

"A una le cuesta mucho encontrar sus pares musicales", agrega. "Pensé siempre que hallar músicos con los cuales me encontraría a mis verdaderas anchas era un sueño infantil, porque una trabaja con músicos de manera efímera. Pero este cuarteto hace la música amorosamente. Por ello, el concierto tiene un gran significado para mí. Somos como novios. Es un gozo."

Para complementar el espectáculo, bajo la producción ejecutiva de María de los Angeles Artiles, la artista y escultora venezolana-mexicana Mariana Zapata presentará una instalación denominada Taxis y semáforos en la ciudad de México, propuesta que intenta copiar fragmentos visuales de la cotidianeidad callejera del Distrito Federal desde una perspectiva estética abstracta.

Raíz cultural común

"Los mexicanos y venezolanos tenemos una raíz cultural común, y compartimos el romanticismo como uno de nuestros grandes valores estéticos", añade Neiffe Peña, quien está representada por María del Carmen Monje, de nacionalidad boliviana. "Esto se refleja en el repertorio que presentaré este jueves en el Museo de la Ciudad de México. Un recorrido sentimental con más de 20 canciones, que también incluirá música de Cuba -Pablo Milanés-. Pero también quiero enseñar al público mexicano las canciones románticas de mi tierra."

Y platica que en México, uno de los detalles de más agrado para ella ha sido "el acercamiento de muchos jóvenes de entre 15 y 17 años que cantan, interpretan música, y que quieren que les enseñe lo que sé. Eso la llena a una. México es una estampa".