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México D.F. Sábado 14 de junio de 2003
Silvia Ribeiro
El Sacramento de la biotecnología
El gobierno de Estados Unidos organiza del 23 al 25 de
junio una reunión titulada Conferencia Ministerial y Exposición
Internacional sobre Ciencia y Tecnología Agrícola, en
Sacramento, California. Con los auspicios del Departamento de Agricultura
de Estados Unidos (USDA), el Departamento de Estado y la agencia gubernamental
de ayuda al desarrollo (USAID) esperan recibir a 150 ministros de 100 países
del Tercer Mundo. Según la USDA, esta conferencia es parte del compromiso
de reducir el hambre en el mundo que salió de la segunda Cumbre
de la Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación celebrada el año pasado
en Roma. La misma cumbre en la cual Estados Unidos saboteó activamente
cualquier propuesta que pudiera llevar a la soberanía alimentaria
de los países.
Con dinero público de los contribuyentes de Estados
Unidos, el gobierno está invitando, con gastos pagados, a ministros
de agricultura, medioambiente y otros para discutir "cómo la ciencia
y la tecnología, en un ambiente normativo de apoyo, pueden impulsar
el aumento de la productividad agrícola y el crecimiento económico
para así aliviar el hambre y la pobreza mundiales". Por las dudas,
en caso de que los países del Tercer Mundo no tuvieran buen tino
sobre qué ministros serían los que mejor aprovecharían
esta oportunidad, las embajadas estadunidenses se reservaron el "derecho
de admisión" a esta altruista conferencia, indicando quiénes
de los ministros estaban invitados en cada país. El USAID las instruyó
también para que reportaran qué países se negaban
a recibir transgénicos como ayuda alimentaria.
Los objetivos reales de la conferencia son claros: promover
los transgénicos y otras tecnologías convergentes aplicadas
a la producción agrícola (nanotecnología, agricultura
de precisión mediante satélites, computadoras y otras vías,
todas en manos de empresas trasnacionales), informar a los señores
ministros del Tercer Mundo cómo deberán ser las leyes que
tienen que elaborar en sus países para permitir que esas mismas
empresas trabajen tranquilas (leyes de bioseguridad, leyes de propiedad
intelectual y patentes, leyes ambientales, regulaciones sobre transferencia
de ciencia y tecnología), y, frente a la traba de las negociaciones
de agricultura en la Organización Mundial de Comercio (OMC), asegurarse
el apoyo de países del Tercer Mundo en la próxima reunión
ministerial de la OMC en Cancún, el próximo septiembre. Por
si a algún ministro le quedaran dudas en los plenarios, la USDA
informa que también se desarrollarán varias reuniones "bilaterales".
Hablando en plata, si no hay "acuerdos", habrá chantajes o presiones
directas, tal como Estados Unidos suele hacer en todas las negociaciones
en Naciones Unidas y otros foros internacionales.
La iniciativa responde a la creciente desesperación
de la industria biotecnológica por legitimarse y abrirse mercados,
ya que, pese a la propaganda que afirma lo contrario, no han logrado avanzar
tan rápido como querían: sólo 14 países en
el mundo tienen autorizada la producción comercial de transgénicos
y tres de ellos tienen 96 por ciento de la producción mundial. Tampoco
han dado resultado: los transgénicos en el mercado tienen menor
volumen de producción, requieren más químicos y las
semillas son más caras. Monsanto, el mayor productor de transgénicos,
mostró por tercer año consecutivo una baja significativa
en el valor de sus acciones. Subsidiando a las trasnacionales con dinero
público, el gobierno estadunidense se apresta a usar también
a los hambrientos y a los países del Tercer Mundo para que las corporaciones
puedan aumentar sus ganancias en nombre y a costa de ellos.
Seguramente, la USDA no presentará a los ministros
invitados el informe que publicó en junio del 2002, titulado Adopción
de los cultivos biotecnológicos. En éste se lee entre
las conclusiones: "Quizás, el tema pendiente más importante,
es explicar por qué ha habido un ritmo de adopción tan acelerado
mientras que los impactos económicos parecen ser variados o incluso
negativos". Destaca que el cultivo más difundido en Estados Unidos
y a escala mundial -la soya de Monsanto resistente a herbicidas- tuvo "un
impacto económico no significativo". Probablemente tampoco mencionará
que en Estados Unidos, el país con mayor producción de transgénicos
en el mundo, el número de pobres es más alto que nunca. Existen
grandes volúmenes de producción, pero según cifras
de la propia USDA, 36 millones de sus pobladores sencillamente no tienen
dinero para comprarla.
Pero cientos de organizaciones de la sociedad civil y
de agricultores de Estados Unidos se preparan para desenmascarar estas
realidades y repudiar activamente esta conferencia, mostrando también
las muchas alternativas que existen a estas tecnologías dañinas
al ambiente y causantes de mayor dependencia con las trasnacionales (ver,
por ejemplo, www.foodfirst.org y www.sacmobilization.org).
Organizaciones internacionales como la red mundial Vía Campesina,
la Red de Acción contra Plaguicidas y muchas otras del Tercer Mundo
también llaman a manifestarse contra este nuevo intento de inundar
los campos del sur con transgénicos y lo que consideran un asalto
de Estados Unidos y sus multinacionales contra los campesinos y la soberanía
alimentaria (www.viacampesina.org).
La autora es investigadora del Grupo ETC
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